Piensa en hacer tu romería a la Virgen,
para que descubras el camino.
MES DE MARIA
MES DE LAS FLORES
CON FLORES A MARÍA
Si haces clic en el siguiente enlace,
pudes hacer el mes de las flores
todos los días.
Cada día de mayo
UNA FLOR A MARÍA
http://www.infancia-misionera.com/mayo.htm#mayo
y si quieres otra página,
y si eres joven, y quieres ver las razones por las que
muchos jóvenes rezan
el SANTO ROSARIO,
ahí tienes el testimonio en el siguiente enlace:
MES DE LAS FLORES
CON FLORES A MARÍA
pudes hacer el mes de las flores
todos los días.
Cada día de mayo
UNA FLOR A MARÍA
http://www.infancia-misionera.com/mayo.htm#mayo
y si quieres otra página,
Con flores a María
A lo largo del mes de mayo en pueblos y ciudades de nuestra geografía se reza el Rosario, se elevan cantos a María, la Madre, se celebran cientos de fiestas y actos marianos. Todo es poco para la Madre, todo es poco para honrar a la Madre de Dios y Madre nuestra. Cada pueblo, cada parroquia, cuida que a la imagen de la Virgen no le falten flores o velas, que su altar esté adornado y limpio. Expresión tangible de religiosidad popular, una religiosidad que expresa un sentimiento profundo de amor.
"Venid y vamos todos con flores a María" se cantaba en este mes de mayo, y se sigue cantando en nuestras iglesias, pequeñas o grandes. Con flores que el campo trae ya en la primavera, que son belleza y homenaje a la madre. Y, sobre todo, con las flores de nuestras vidas, con nuestros esfuerzos cotidianos ofrecidos a la Madre, con nuestra alegría compartida con los demás, con nuestras ilusiones depositadas a sus pies, con nuestras oraciones, con nuestros pequeños o grandes actos de amor.
http://www.mariologia.org/solemnidadesmayomesdemaria.htmy si eres joven, y quieres ver las razones por las que
muchos jóvenes rezan
el SANTO ROSARIO,
ahí tienes el testimonio en el siguiente enlace:
y tambien éste de jóvenes, que impacta por la sorpresa
Una muestra del primer día de mayo.
Padre José Cristo Rey García Paredes cmf
Día 01. La mujer en la plenitud de los tiempos
El plan divino de la salvación que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo es eterno. Esto también eternamente un ido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la «mujer» que es la madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la salvación (RM, 8).
Al llegar la plenitud de los tiempos, es decir, la madurez y el cumplimiento de ese período particularmente importante que estaba orientado hacia la actuación de una espera escatológica, el antiguo Testamento, o cuando el tiempo colmó su medida, alcanzó su cúlmen, el Padre envió a su Hijo. La Palabra se hizo carne. El Espíritu plasmó en el seno virginal de María la naturaleza humana de Cristo. El Hijo nació de mujer. El tiempo se convirtió definitivamente en tiempo de salvación, se inició el camino de la Iglesia (RM, 1). El tiempo, así descrito, desborda de plenitud. Es un kairós (un m9mento de gracia) en el que converge la condensación más cualificada del antiguo Testamento con la actuación trinitaria de Dios, con la maternidad de una mujer, con el inicio de la Iglesia y la transformación de todo el tiempo en tiempo de salvación. Plenitud de los tiempos es el tiempo auténticamente transustanciado, transfinalizado, transignificado. Es un tiempo verdaderamente eucarístico.
La plenitud de los tiempos se caracteriza por la confluencia de todas las fuerzas positivas de la historia, de todas las mediaciones de gracia, en un punto, en un kairós: es el momento de la visitación de Dios, en que el tiempo queda plenificado y a partir del cual emerge una nueva historia. En ese punto confluente está «la mujer»:
En ese punto está también la Iglesia, pues inician su camino todos aquellos «que recibieron al Hijo» y a quienes el Hijo «les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1, 12). La mujer y la Iglesia están en el momento de la plenitud. Una y otra reciben superabundantemente
El plan divino de la salvación que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo es eterno. Esto también eternamente un ido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la «mujer» que es la madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la salvación (RM, 8).
Al llegar la plenitud de los tiempos, es decir, la madurez y el cumplimiento de ese período particularmente importante que estaba orientado hacia la actuación de una espera escatológica, el antiguo Testamento, o cuando el tiempo colmó su medida, alcanzó su cúlmen, el Padre envió a su Hijo. La Palabra se hizo carne. El Espíritu plasmó en el seno virginal de María la naturaleza humana de Cristo. El Hijo nació de mujer. El tiempo se convirtió definitivamente en tiempo de salvación, se inició el camino de la Iglesia (RM, 1). El tiempo, así descrito, desborda de plenitud. Es un kairós (un m9mento de gracia) en el que converge la condensación más cualificada del antiguo Testamento con la actuación trinitaria de Dios, con la maternidad de una mujer, con el inicio de la Iglesia y la transformación de todo el tiempo en tiempo de salvación. Plenitud de los tiempos es el tiempo auténticamente transustanciado, transfinalizado, transignificado. Es un tiempo verdaderamente eucarístico.
La plenitud de los tiempos se caracteriza por la confluencia de todas las fuerzas positivas de la historia, de todas las mediaciones de gracia, en un punto, en un kairós: es el momento de la visitación de Dios, en que el tiempo queda plenificado y a partir del cual emerge una nueva historia. En ese punto confluente está «la mujer»:
En ese punto está también la Iglesia, pues inician su camino todos aquellos «que recibieron al Hijo» y a quienes el Hijo «les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1, 12). La mujer y la Iglesia están en el momento de la plenitud. Una y otra reciben superabundantemente
la bendición.
ORACIÓN
Padre de Jesús y Padre nuestro, que llenaste de plenitud nuestro tiempo y colmaste todos nuestros anhelos al enviarnos a tu Hijo, como redentor; Padre de la fecundidad, que por medio de una mujer, la nueva Eva, engendraste a tu Hijo en nuestro tiempo; concédenos tu Espíritu para que, como María, acojamos a tu Hijo y enviado y para que creyendo en él seamos de verdad tus hijos y colaboremos en la transformación de nuestra historia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
Padre de Jesús y Padre nuestro, que llenaste de plenitud nuestro tiempo y colmaste todos nuestros anhelos al enviarnos a tu Hijo, como redentor; Padre de la fecundidad, que por medio de una mujer, la nueva Eva, engendraste a tu Hijo en nuestro tiempo; concédenos tu Espíritu para que, como María, acojamos a tu Hijo y enviado y para que creyendo en él seamos de verdad tus hijos y colaboremos en la transformación de nuestra historia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuente: ciudadredonda.org
Aviso piadoso
Si no puedes con todo el ejercicio piadoso,
al menos reza lo siguiente a la Santísima Virgen.
Franja
Oración. Acordaos
Aviso piadoso
Si no puedes con todo el ejercicio piadoso,
al menos reza lo siguiente a la Santísima Virgen.
Franja
Oración. Acordaos
Acordaos, oh piadosísima
Virgen María, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que ha acudido a
vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza a Vos también acudo, oh
Madre, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me
atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh Madre de
Dios, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas favorablemente.
Amén.
(Pidamos
ahora las gracias que deseamos alcanzar hoy por intercesión de Nuestra Madre,
acordándonos principalmente de los más necesitados)
Deprecaciones al nombre de
M.A.R.I.A.
1.
Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acordaos de mi, pobre pecador.
(Se reza el Avemaría)
2.
Arca de Dios y tesorera del cielo, concédeme abundancia de lágrimas, para detestar y llorar
mis pecados. (Se reza el Avemaría)
3.
Reina de los cielos y tierra, sed mi amparo y defensa contra las tentaciones de mis
enemigos.
(Se reza el Avemaría)
4.
Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme de vuestro Santísimo Hijo las
gracias que necesito para mi salvación.
(Se reza el Avemaría)
5.
Abogada mía y refugio mío, asistidme en el trance de la muerte y
abridme las puertas del cielo.
(Se reza el Avemaría)
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Oración final.
Oh Señora mía, oh Madre
mía!. Yo me ofrezco del todo a Vos; y en prueba de mi filial afecto os consagro
en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi
ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como
cosa y posesión vuestra. Amén.
Que lo recomiendes a tus amistades.