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sábado, 25 de septiembre de 2010

El rico Epulón y Lázaro

El rico Epulón y Lázaro
Así lo explica San Josemaría:
No consiste la verdadera pobreza en no tener,
 sino en estar desprendido:
en renunciar voluntariamente
al dominio sobre las cosas.
—Por eso hay pobres que realmente son ricos.
Y al revés.
Y a propósito de tantas cosas buenas y apetecibles, añade: Despégate de los bienes del mundo.
 —Ama y practica la pobreza de espíritu: conténtate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente.
—Si no, nunca serás apóstol.
¿Qué tendría Santa María para sí?
Ante todo –como deseamos cada uno–, tenía a Dios.
 ¿Para qué más? Nos ponemos bajo su protección,
 pidiéndole nos recuerde, cuantas veces sea preciso,
que sólo Él deber es nuestro Tesoro.
De D. Luis de Moya.
*****
Un amigo mio, que le gusta hablar
" desde la torre donde están las Cigüeñas", 
 me envía esta consideración
del Evangelio del
Domingo XXVI del año litúrgico:
26ª semana del tiempo ordinario. C: Lc 16, 19-31
El domingo pasado se hablaba del “administrador infiel” que fue astuto en sus asuntos materiales; y Jesús nos decía que debemos usar los bienes materiales de modo que podamos conseguir los bienes celestiales. Hoy se nos dice el modo normal para que los bienes materiales
 sirvan para la salvación. Es ayudando al necesitado.
Jesús nos lo dice por medio de una parábola.
 Lázaro era un mendigo que estaba junto a la casa de un rico,
 a quien se le llama “epulón”, que significa banqueteador.
Lázaro tenía pocas pretensiones: sólo quería saciarse de las migajas de pan que caían de la mesa de los ricos comensales. Parece ser que había una costumbre de limpiarse los dedos con migas de pan, que hacían como de servilleta y que dejaban caer al suelo.
Por allí había perros que se aprovechaban de ello.
Esto quisiera comer Lázaro; pero no sólo no se lo daban,
sino que hasta los perros le lamían las llagas.
 Era la mayor marginación posible.
No nos dice cómo era de religioso este pobre.
Una enseñanza primera es que, al momento de la muerte, Dios nos ha de juzgar y no todos tendremos el mismo destino. Es como un profesor, que al final del curso no puede dar a todos los alumnos la misma nota. Unos se salvarán para estar por toda la eternidad felices con Dios
y otros serán condenados.
Ni siquiera el cielo o el infierno será igual para todos,
ya que en esta vida somos diferentes ante Dios.
El hecho es que el pobre al morir fue al cielo, mientras que el rico fue al infierno. En el evangelio de san Lucas es como una explicación de lo que se había dicho en las bienaventuranzas: “Dichosos los pobres... Ay de los ricos”. No quiere decir con ello que el pobre se salvó sólo por ser pobre, ni el rico se condenó sólo por ser rico. Sobre el pobre, aunque no sepamos cómo era de religioso, aparece “manso y humilde”.
Del rico no se dice que oprimiera especialmente al pobre ni que blasfemara de Dios. Lo que se dice claramente es que no ayudaba al pobre. Con esto nos quiere enseñar Jesús que la caridad no sólo consiste en no hacer un mal al prójimo, sino que hay que hacer positivamente el bien. Cuando se habla de ser rico y tener que hacer el bien, no sólo se habla de ser rico en bienes materiales, porque se puede ser rico en salud,
 en cultura, en autoridad.
Y todos tenemos que ayudar al prójimo
***
El evangelista san Lucas, más que otros, insiste en la evaluación de las riquezas según las enseñanzas de Jesús.
Las riquezas no son malas en sí, pero llegan a convertirse en una idolatría. Dice un refrán popular:
“Se endurece más aprisa el corazón con el dinero que el huevo en el agua hirviendo”.
 El rico prefiere un dios que tenga boca, pero que no pueda hablar, para que no le hable de justicia,
fraternidad o misericordia.
Claro que el ser rico es algo relativo, porque muchos de nosotros, que nos creemos medio pobres,
ante los muchos que se están muriendo de hambre,
podemos parecer riquísimos.
El hecho es que, si todos los millones
que se emplean para gastos militares,
se empleasen para alimentos,
sobraría con creces para todo el mundo.
Hay otra enseñanza en la escena final de la parábola.
 El rico se acuerda de sus hermanos que son tan epulones como él. Piensa que si va a predicarles Lázaro o algún otro muerto, se convertirán. Jesús nos dice que tenemos aquí medios suficientes para convertirnos, como son la palabra de Dios predicada por los profetas o tantos mensajeros de la fe. Hay quienes piensan que si Dios hiciera algún milagro patente o espectacular o viniera algún muerto resucitado, todos se convertirían. Es una tentación como cuando le decían a Jesús:
 “Baja de la cruz y creeremos en ti”.
Si no creen al papa y los obispos y tantos mensajeros de Dios vivos, tampoco creerían a un muerto.
Conversión es ponerse a compartir con mucha gente necesitada, no sólo de bienes materiales, sino de afecto, amistad, comprensión y palabras de aliento. Respecto a los bienes materiales podemos pensar en algo práctico proponiéndonos alguna cuota fija, quizá mensual, para alguna organización caritativa, como Caritas, etc.
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Después de poner lo que me envía el amigo P.P.C.
tengo pena no poder o no saber
poner el enlace del Powepoint. 
Porque me ha gustado mucho.
Franja.

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