Blog católico de Santa María de
Baiona la Real, nº. 818
La imponente Catedral de Santiago de Compostela
Desde nuestra tierra de Galicia-España
os envío estas consideraciones.
Franja
Excusas y Más Excusas.
Es increíble
la capacidad del ser humano para esgrimir toda clase de excusas con tal de
justificar la falta de compromiso.
Somos
especialistas en autodefensa, y muchas veces somos indulgentes con nosotros
mismos en muchísimas situaciones, que no estamos dispuestos a tolerar en los demás.
Tenemos una
habilidad ingeniosa e innata para disimular la doblez, que muchas veces va de la mano de
la primera imagen, que tenemos como carta de presentación. Es como tener siempre una careta preparada para disimular.
Sin embargo, la
vida siempre nos presenta oportunidades, porque nos cruzamos en nuestro caminar con personas y
circunstancias, que nos ofrecen generosamente su afecto y su ayuda, per, como nos
hemos acostumbrado mal, y usamos enseguida múltiples caminos y hasta adornados, para decir no.
Estrechamos
manos, pero nuestros corazones se encuentran a mucha distancia del apretón. Cada día
usamos más palabras, cuyo significado es realmente profundo, pero nuestra
actitud de vida no las respalda; son solo frases bonitas pero huecas.
Hablando sobre
las excusas que tenemos los hombres ante Dios, Jesús habló a los discípulos, ilustrando su querer con una parábola, como era su costumbre de enseñar; y les
refirió la llamada “Parábola de los invitados la gran cena” (Lucas 14:15-24), la cual narra, cómo un hombre, que había convidado a varios de sus amigos a comer a su casa,
al estar todo preparado y viendo que ninguno de ellos había acudido, les manda llamar diciéndoles que todo estaba preparado. ¡Que la cena estaba servida!
Pero, cada uno
de sus amigos da una excusa valedera, por la cual no puede asistir a la
invitación. Entonces el anfitrión, padre de familia, como lo llaman las
Sagradas Escrituras, envía a su siervos a ir a la ciudad a buscar por las plazas y por los caminos, a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Luego, al ver que aún
había lugar para más personas, los envía por segunda vez; pues su deseo era
tener su casa llena. Termina la parábola con estas palabras del anfitrión:
-Os
digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena.
Nuestra
terquedad y nuestro egoísmo nos han hecho discernir equivocadamente lo que es
mejor para nosotros. Tomamos decisiones todos los días, pero las grandes
decisiones, que marcan y definen nuestras vidas, las posponemos o las dejamos al
azar. Le damos la espalda a esa llamada que urge en nuestras almas, sin darnos
cuenta, de que la vida se nos va escapando como el agua entre las dedos de las manos.
Que las cosas
que realmente trascienden, las hemos dejado a un lado, por otras, que surgen cada
día y nos abarrotan con sus mezquinas demandas.
¡Dios
siempre ha querido su casa llena! Él tiene la mesa servida para todo aquel que
quiera venir a comer del pan de sus consejos, a probar la luz de su amor, a
saciar la sed de su alma, con el agua viva. La invitación ha sido proclamada desde
la cruz y es para todos, sin excepción.
Hoy es el
tiempo, Dios te está esperando. No permitas que tus excusas te dejen fuera del
banquete.
“Las personas deberíamos ser los ciegas, sordas y pobres alguna vez a los afanes de este mundo, porque de esta manera, aprenderíamos a
ver, a escuchar y a valorar la invitación del Señor como es debido”. Anónimo.
Es ésta una buena reflexión para este tiempo de Navidad. Desde la cuna del Belén, el Señor nos invita a ver y a vivir unos valores cristianos, olvidados por muchos y que corremos el peligro de desperdiciar... con nuestras disposiciones egoístas. Franja.
Gracias por su entrada D. Javier.
ResponderEliminarHoy encaja perfectamente en las circunstancias que estoy viviendo.
La vida se escapa... Y cuanto dejamos atras por no ESCUCHAR.