Blog católico de Santa María de
Baiona la Real, nº. 843
Recursos Catequesis
Aprende
a orar
Autor:
P. Juan Antonio Ruiz J. L.C.
Fuente: la-oracion.com
Cuando rezas, ¿Dios te escucha?
Debo llegar a
mi oración abierto a que Dios me diga aquello que Él quiere decirme... y no
predispuesto a querer escuchar sólo lo que a mí me interesa.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde
hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde
hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde
hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde
hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde
hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde
desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde
hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde
hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que
yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido,
cuanto comprender,
ser amado,
cuanto amar.
Porque es
dándose como se recibe,
es olvidándose
de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando,
como se es perdonado,
es muriendo
como se resucita a la vida eterna». (San Francisco de Asís)
Me sucedió hace
tiempo, en Sevilla (España). Estaba yo sentado en la sala de la casa de una
familia a la que acababa de conocer, pero con la que se había creado ya una
bonita amistad. Los sevillanos tienen esa gracia que te contagia desde el
primer momento: ese comerse las eses al final de cada frase, las ganas de
fiesta, la sonrisa siempre a flor de piel, la devoción a María. ¡Personas
estupendas!
Pero volvamos a
esa sala, en donde tomábamos el café después de una comida. En un momento dado,
uno de los adolescentes me lanzó un reto, así a bocajarro, de la manera típica
de los jóvenes de su edad: A que no es capaz de demostrarnos ahora que, cuando
reza, Dios le escucha. Sonreí. Pero, ¿cómo me va a decir a mí que Dios no me
escucha, si llevo más de 20 años rezando todos los días? Y cuando iba a empezar
la respuesta... no pude responder. Me quedé helado. ¿Dios me escucha? ¿De
verdad está al otro lado?
No fue una
crisis de fe, pero sí una búsqueda de replantearme lo que ya creía. Y empecé a
limar, a ahondar en mi interior: ¿por qué oro, cuáles son mis motivos, qué
llena mi corazón en cada oración?
Y fue cuando me
topé con esta bellísima oración de San Francisco de Asís; o por lo menos, se le
atribuye a él. Concretamente, en el canto de una misa ahí en Sevilla. Escuchar
cada palabra me abrió un horizonte nuevo en mi oración y me ayudó a responderle
a ese adolescente: la respuesta al "demuéstrame que Dios me responde"
está en la vivencia de tu propia vida. Me explico.
Vi hace poco un
video en el que un grupo de jóvenes se reunió una noche para una fiesta. En un
momento dado, alguien sacó una pintura fosforescente y roció a todos con ella.
El resultado fue increíble: apagaron las luces y todo eran colores que
iluminaban el ámbito en donde estaban.
Algo así debe suceder
con nuestra oración. En cada momento de diálogo con Dios, nos sumergimos en Él
y debemos llenarnos de Él. De este contacto nuestro actuar debe salir
brillante, de tal manera que ilumine el mundo de oscuridad y pecado que nos
rodea. Debemos ser, así, instrumentos de Dios: de paz, de amor, de unión, de
perdón, de fe.
Eso sí, para
eso, debo llegar a mi oración con gran pureza de intención, abierto a que Dios
me diga aquello que Él quiere decirme... y no predispuesto a querer escuchar
sólo lo que a mí me interesa. Porque, como bien decía San Francisco, es
olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como
se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.
A que no es
capaz de demostrarnos ahora que cuando reza Dios le escucha. Sí, soy capaz de
hacerlo. Porque puedo ver el resultado en aquellos que me rodean y en mi propia
vida. No siempre lo logro, pero por lo menos lo intento. Después de todo, y
como decía otro santo, «haz lo que puedas, Dios no te pide más» (San Agustín).
Y será en este intentar ser mejor cada día, en este zambullirme en Dios en cada
oración, que puedo alumbrar más el mundo que me rodea. Tal y como, aún hoy, lo
sigue haciendo ese enamorado de Dios llamado Francisco de Asís.
***
Jesús nos dice:
“Pedid,
y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo el que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”(Mat. 7, 7-8)
Por eso nunca debemos dudar del poder de la orción
Franja
***
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Que os ayude esta meditación a rezar-orar-mejor.
Con atención, humildad, confianza y...perseverancia.
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