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Vigilia Pascual. 30 de marzo
La
celebración es el sábado por la noche, es una Vigilia en honor del Señor, según
una antiquísima tradición (Ex. 12, 42), de manera que los fieles, siguiendo la
exhortación del Evangelio (Lc. 12, 35 ss), tengan encendidas las lámparas como
los que aguardan a su Señor cuando vuelva, para que, al llegar, los encuentre
en vela y los haga sentar a su mesa.
La
Vigilia Pascual se desarrolla en este orden:
Breve
Lucernario
Se bendice el fuego.
Se prepara el cirio en el cual el sacerdote con un punzón
traza una cruz. Luego marca en la parte superior la letra Alfa y en la inferior
omega, entre los brazos de la cruz marca las cifras del año en curso.
A
continuación se anuncia el Pregón Pascual.
Liturgia de la Palabra
En
ella la Iglesia confiada en la Palabra y la promesa del Señor, media las
maravillas que desde los comienzos realizó Dios con su pueblo.
Liturgia Bautismal
Se
llama a los catecúmenos, quienes son presentados ante el pueblo por sus
padrinos: si son niños serán llevados por sus padres y padrinos. Se hace la
renovación de los compromisos bautismales.
Al
acercarse ya el día de la Resurrección, la Iglesia es invitada a participar en
el banquete eucarístico, que por su Muerte y Resurrección, el Señor preparó para
su pueblo. En él participan por primera vez los neófitos.
Toda la celebración de la Vigilia pascual se realiza durante la noche, de tal
manera que no se vaya a comenzar antes de iniciarse la noche, o se termine la
aurora del Domingo.El sacerdote y los ministros se revisten de blanco para Misa. Prepárense cirios para todos los que participan en la Vigilia.
http://www.laverdadcatolica.org/index00.htm
Muy de mañana...
La piedra
Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la
puerta del sepulcro?» (Mc 16, 3)
María de Magdala nos despertó cuando empezaba a despuntar el
sol.
―Ha terminado el sabbath―dijo― Ya podemos ir al sepulcro.
Yo apenas había logrado dormir unos minutos, pero logré ponerme
en pie.
―Tengo todo lo necesario para embalsamar al Señor ―continuó
María―.
―Pero ¿por qué tanta prisa?
Salimos de la casa sin hacer ruido para no despertar a los
demás. La Magdalena corría como si Jesús la estuviera esperando. Salomé, Juana
y yo íbamos detrás tratando de calmarla.
La mañana estaba hermosísima. Ya florecían los almendros y
soplaba una brisa húmeda del mar que nos despertó del todo.
―¡María!
―¿Qué quieres?
―Me parece que esto no tiene sentido. ¿Quién crees que nos
quitará la piedra que da entrada al sepulcro?
―Nadie ―terció Juana―. Pilatos ha puesto una patrulla de
soldados precisamente para que nadie intente abrir esa puerta. ¿A dónde vamos,
María?
La Magdalena se detuvo sólo un instante y habló con un tono
grave, como un rabbí:
―Desde que conozco al Maestro todas hemos superado obstáculos
mucho más graves que una simple piedra por muy pesada que parezca. De mí
salieron siete demonios. Vosotras sabréis de dónde os sacó el Señor. Ahora lo
único que nos pide es que vayamos con él. ¿Habéis visto esos perrillos que no
se separan jamás de la tumba de sus dueños? Yo no quiero ser menos.
―¿Y quieres morir allí?
―Si él me lo pidiera... Pero no. Quiero vivir de la única forma
que vale la pena. No volveré a ser la que fui. Jesús hizo saltar en pedazos
otras piedras peores, que me tenían sepultada en una sima sin salida: la piedra
de la lujuria, del egoísmo, de la mentira… Vosotras y yo derribaremos ésta. ¡Es
tan pequeña! Ya lo veréis.
Caminamos en silencio. María corría cada vez más. El sol nos
cegaba la vista. Una algarabía de pájaros cantores nos acompañó hasta el
sepulcro. No había soldados ni piedra que nos impidiera el paso...
Ya conocéis el resto de la historia.
Publicado por Enrique Monasterio
Confeccionado por Franja
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