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martes, 21 de mayo de 2013

LA TIA COCHELA TENIA RAZON

Santa Maria de Baiona diócesis tuy- vigo blogspot.com

Un amigo de Argentina, me ha enviado este testimonio precioso que no conocía. Lo he buscado y hay bastante reseñas ya, pero para muchos sigue siendo desconocido. A ver si a los lectores les gusta y lo comparten, porque es muy hermoso. Franja

Los Polvorines - Escuela 201 ( www.alepolvorines.com.ar )
Escuela actual  de "Los Polvorines" de Argentina

AB CapIce 
Pasaron más de 50 años…
LA TIA COCHELA TENIA RAZON
En una muy humilde escuela de la zona de “Los Polvorines”, en cercanías de Campo de Mayo, Buenos Aires, en donde los niños concurrían tal vez más por obtener su plato de comida que para estudiar, estaba la maestra (que jamás se consideró una trabajadora de la educación), a pura vocación, ayudando a sus alumnos a hacer la tarea después del comedor, cuando súbitamente dos jóvenes seminaristas, flacos y embarrados hasta las rodillas, golpearon sus manos, a modo de pedir permiso para ingresar, ofreciéndose para colaborar en la educación de los chicos.

uno de los que se ofreció a trabajar.

La maestra los invitó muy gentilmente a pasar y agradeció a los hombres de Dios su buena voluntad, pero les aclaró que ella no disponía en la escuela de dinero para pagar sus servicios, a lo que los visitantes respondieron “con que nos dé de comer estaremos muy bien pagados”, pues ellos eran Jesuitas, pobres y en plena acción evangelizadora.
Fue así que los nobles sacerdotes estuvieron trabajando con los chicos del barrio durante varios meses, tiempo que grabó para siempre en el corazón de la maestra, la capacidad de amar que mostraban los curas especialmente uno de ellos al que llamaban Jorge.
La vida transcurrió, los jóvenes jesuitas continuaron su labor eclesiástica y la maestra con su titánica tarea educativa, siempre en barrios carenciados, obreros y populares, a pesar de ser ella misma una señora de buena posición socio cultural y, así continuó su vida, luego como secretaria, vicedirectora, directora, supervisora y por fin, jubilada por unos pocos pesos.

¿Conoces al celebrante?

Ya entrada en su tercera edad, la maestra concurría a misa en la iglesia del Pilar y un buen día creyó ver en el “monseñor” que daba la misa, a un viejo conocido. Inquieta, como siempre fue, esperó la finalización de la misa y se acercó al sacerdote preguntándole si él no era el padre Jorge...
Habían pasado unos 35 años y monseñor detuvo su mirada en la pequeña abuela, la miró a los ojos, dibujó una sonrisa en su gesto y con total alegría le dijo: claro que soy el padre Jorge, y usted es la maestra de “Los Polvorines”. La maestra, Cochela, no pudo evitar romper en llanto de emoción y pidió permiso al ahora monseñor para poder visitarlo. Provocando una nueva sonrisa en el cura que le dijo que se enojaría si no viniera a verlo seguido. La maestra jubilada volvió a su casa a contarle a Coiche, su hermana mayor y a toda la familia la alegría de su encuentro y la mayor alegría aún de haber logrado el permiso para visitar a su viejo amigo en la parroquia.



A partir de ese momento, Cochela visitaría mensualmente a monseñor, siempre llevándole todo tipo de ofrendas, escritos, viejas fotografías en blanco y negro, y entre ellas se destacaban sus “Chipás”, lo que además la caracterizaban por su exquisitez y por su origen correntino. La anciana no necesitaba ver personalmente a monseñor, ella se conformaba con que su secretario le entregue sus presentes ya que no quería distraerlo de sus ocupaciones. Sin embargo, a cada visita, cuando no lo encontraba a él, siempre indefectiblemente seguía una llamada telefónica de monseñor, en persona, para agradecer la deferencia y el cariño que sus visitas evidenciaban.

Y llegó a Cardenal

Cochela jamás pidió nada a monseñor, y monseñor fue Cardenal, y Obispo de su ciudad, y ella vivía cada homilía del padre Jorge como dando crédito a que escuchaba la palabra de Dios. Leía y releía una y mil veces las notas periodísticas que se publicaban sobre el cardenal. El padre Jorge siempre le dio afecto, mucho cariño y la acarició con su misericordiosa mirada, pero también siempre le pidió algo, algo inusual y llamativo en un cura. Siempre le pidió que rece por él, que lo necesitaba para poder hacer mejor su trabajo como hombre de Dios. Y Cochela cumplía, acabadamente ese pedido, y también invitaba a familiares y amigos a rezar por el padre Jorge, que ahora era monseñor pero que iba “a ser Papa porque ese hombre es un santo, yo lo conozco muy bien desde que empezó a caminar en el barro para ayudar a los pobres y además es jesuita, es muy bueno, honesto y humilde, va a ser Papa”, repetía hasta el hartazgo. Oren por él.
La vida fue muy dura con Cochela porque aunque la llenó del afecto de sus familiares y amigos, no le permitió tener hijos, también perdió a su compañero muy temprano, pero ella nunca se quejó, siempre tuvo una sonrisa para todos, y cuando digo todos es todos, hasta con quienes le hacían el mal, hasta a los delincuentes que le tocó enfrentar los “retaba” cariñosamente para que tomen el buen camino, agregando indefectiblemente a sus palabras un único final: “mi´hijo”, lo que demostraba claramente que cada una de sus frases eran dichas como la madre que no pudo ser.
También fue dura su partida, la vejez comenzó a hacer estragos en su salud, especialmente en su salud mental y una demencia senil se apoderó de sus últimos días, enfermedad que la comenzó a enajenar y de la que sólo se logró evadir cuando esporádicamente reconocía a alguno de sus seres más queridos y cuando hablaba de “Bergoglio, el cura que según ella sería Papa, porque es un hombre Santo”
.
Cochela la maestra

Al pasar meses sin visitarlo Bergoglio quiso saber que era de la vida de Cochela, enterándose que ella estaba muy enferma y que le quedaba poco tiempo de vida. Una tarde de diciembre de 2011, estaba Cochela dormida en compañía de su hermana mayor, su enfermera y familiares, cuando en el pequeño departamento de avenida Las Heras sonó el portero eléctrico, la visita se identificó simplemente como Jorge Bergoglio, que venía a vistar a Cochela, llegó sólo, de a pié y con una única misión, darle la unción de los enfermos a su antigua Benefactora de “Los Polvorines”,



 no sabemos si lo reconoció o no, pero si sabemos que pocos días después partió a reunirse con su marido en la eternidad, desde donde seguro hizo lobby ente Dios para que su profecía se haga realidad.
Y el cura Jorge Bergoglio fue Papa, como decía Cochela, ante las incrédulas orejas de quienes tanto la amamos, pero que en eso no la supimos tomar en serio. Cochela tenía razón y seguramente Francisco Primero también será un santo cuando le toque, tanto amor, tanta devoción, sin dudas tienen sentido.


La maestra, Cochela, es María Beatriz Solari de Cichero, mi amada tía, mi segunda mamá. Pocos meses después falleció Coiche, su inseparable hermana y mi gran madre.
Ruego una oración en su memoria y para que el Papa Francisco tenga las fuerzas necesarias para reencauzar a nuestra iglesia y colaborar a la paz del mundo y a la felicidad de los pobres.
Me colma de felicidad y orgullo cristiano haberme equivocado y pido perdón por no haberla sabido tomar en serio, Cochela, tenía razón… AB
No se puede negar que la historia es preciosa. ¿No te ha emocionado?

— con Barbara Agustina Bertotto, Justino Bertotto, Edison Benítez, Nelida Juich, Sofiita Oviedo, George Mottet, Miguel Monteleone, Luis Alberto Gomez, Aldonza Lorenzo, Ramon Taborda Strusiat, Ana Biott, Celeste Bertotto, Maritza Robles, Maria Valeria Bertotto Petrosi, Rafael Vicario, Néstor Schumacher, Alejandro Bertotto, Augusto Petit, Eduardo Gavier Tagle, Ariel Mario Godofredo Bertotto, Aldo Luis Bertotto, Pedrovivo Claudio, Stella Maris Ferreyra, Loren Analia Avalos Solier, Tio Marquitos Gallo, Maria Bertotto, Miguel Perandones, Ana Marcela Scotti, Mimi Gomez, Tia Pepa Bertotto, Flor Bertotto, Liliana Fadul y Justino Bertotto Senior.
A Ana Marcela Scotti, Claudio Parica, Marina Panayotides y 62 personas más les gusta esto.
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Ahora hay que rezar mucho por él

Comentarios de la página:

2 comentarios:

  1. Sr, Javier Olivares, soy Alejandro Bertotto (AB CapIce), autor del escrito "La Tía Cochela tenía razón", y me acaban de enviar el link de su blog, donde ud. ha decidido difundir la pequeña historia de mi tía Cochela.
    Quiero agradecerle mucho su generoso gesto y principalmente el buen trato que le ha dado al relato. Su presentación evidencia el respeto por la historia que intenté relatar y las fotos con las que las vistió son realmente muy oportunas y vuelven a evidenciarnos su compromiso con el tema.
    Sólo puedo volver agradecerle su gesto y quedar a su disposición desde Ushuaia la ciudad del "Fin del Mundo".
    Recemos por el alma de la Tía Cochela y por nuestro Papa Francisco.
    Fuerte abrazo
    AB

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  2. Agradezco de corazón el comentario del autor de "La Tía Cochela tenía razón".
    Me dio gran placer el poner en nuestro blog una anécdota tan bonita, que resalta la calidad de dos personas, que se han entregado a los demás por vocación. Tanto la tía Cochela -maestra por vocación- como el Santo Padre, Francisco-sacerdote por vocación-, fueron coherentes en todos los momentos de su vida.
    Como sacerdote mayor, con 56 años de sacerdocio, valoro enormemente la visión que un día tuvo la Tía Cochela de que aquel joven "maestrillo" jesuita, que le ayudó un curso en su escuelita -humilde escuela de la zona de “Los Polvorines”, en cercanías de Campo de Mayo, Buenos Aires- y de la calidad del Papa Francisco, siendo Cardenal Bergoglio de Buenos Aires, que la visitó como sacerdote en los momentos difíciles y que le pagó de alguna manera su dedicación a la formación de muchas generaciones de niños por los que se preocupó de su formación total.
    Gran placer por lo tanto, Sr. Alejandro Bertotto, en difundir esa historia que también a mi me había emocionado y por eso quise compartir, lo que me parecía que podía ser ejemplo para los lectores de nuestro blog. Muchas gracias por haber escrito ese testimonio que honra al Santo Padre, Francisco y a esa maestra ejemplar como la Tía Cochela. Javier Olivares.

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