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http://www.mallinista.com/2010/08/la-virtud-de-la-castidad.html
Estamos viviendo unos momentos en nuestra historia actual, en la que han desaparecido para el gran público ciertos valores, que son como la salvaguarda de la virtud de la castidad, tan agradable a Dios y tan poco apreciada en estos tiempos, en especial por los jóvenes y no tan jóvenes.Y si les hables de ello...se sonríen porque están en horas muy bajas.
¿Nos damos cuenta que que Santa María Goretti tiene algo que decirnos a todos, porque es muy probable que no sabemos en
cuanto aprecio está esta virtud para Dios?. Franja
un enlace que refuerza lo dicho:http://www.mallinista.com/2010/08/la-virtud-de-la-castidad.html
SANTA MARÍA GORETTI
(1890 - 1902)
María había visto la luz el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo,
provincia de Ancona, Italia, en el seno de una familia pobre de bienes
terrenales pero rica en fe y virtudes: oración en común y rosario todos los
días, y los domingos Misa y sagrada Comunión. María es la tercera de los siete
hijos de Luigi Goretti y Assunta Carlini. Al día siguiente de su nacimiento es
bautizada y consagrada a la
Virgen. Recibirá el sacramento de la Confirmación a la
edad de seis años.
Después del nacimiento de su cuarto hijo, Luigi Goretti, demasiado
pobre para poder subsistir en su región de origen, emigra con su familia a las
grandes llanuras de los campos romanos, todavía insalubres en aquella época. Se
estableció en Ferriere di Conca, al servicio del conde Mazzoleni, donde María
no tarda en revelar una inteligencia y una madurez precoces. No hay en ella ni
un solo atisbo de capricho, ni de desobediencia, ni de mentira. Es realmente el
ángel de la familia.
Tras un año de trabajo agotador, Luigi contrae una enfermedad que acaba
con él en diez días. Para Assunta y sus hijos empieza un largo calvario. María
llora a menudo la muerte de su padre, y aprovecha cualquier ocasión para
arrodillarse delante de la verja del cementerio. Quizás su papá se encuentre en
el purgatorio, y como ella no dispone de medios para encargar misas por el
reposo de su alma, se esfuerza en compensarlo con sus plegarias. Pero no hay
que pensar que la muchacha practica la bondad sin esfuerzo, ya que sus
sorprendentes progresos son el fruto de la oración. Su madre contará que el
rosario le resultaba necesario y, de hecho, lo llevaba siempre enrollado
alrededor de la muñeca. De la contemplación del crucifijo, María se nutre de un
intenso amor a Dios y de un profundo horror por el pecado.
"QUIERO A JESÚS"
María suspira por el día en que recibirá la Sagrada Eucaristía.
Según era costumbre en la época, debía esperar hasta los once años, pero un día
le pregunta a su madre:
-Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión ?. Quiero a Jesús.
-¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes
leer, no tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo, y no
tenemos ni un momento libre.
-¡Pues nunca podré tomar la Comunión , mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!
-Y, ¿qué quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como
una pequeña ignorante.
Finalmente, María encuentra un medio de prepararse con la ayuda de
una persona del lugar, y todo el pueblo acude en su ayuda para proporcionarle
ropa de comunión. Recibe la
Eucaristía el 29 de mayo de 1902.
La recepción del Pan de los ángeles aumenta en María el amor por la
pureza y la anima a tomar la resolución de conservar esa angélica virtud a toda
costa. Un día, tras haber oído un intercambio de frases deshonestas entre un
muchacho y una de sus compañeras, le dice con indignación a su madre:
-Mamá, iqué mal habla esa niña!
-Procura no tomar parte nunca en esas conversaciones.
-No quiero ni pensarlo, mamá; antes que hacerlo, preferiría...
Y la palabra morir queda entre sus labios. Un mes más tarde, la voz
de su sangre terminará la frase.
Al entrar al servicio del conde Mazzoleni, Luigi Goretti se había
asociado con Giovanni Serenelli y su hijo Alessandro. Las dos familias viven en
apartamentos separados, pero la cocina es común. Luigi se arrepintió enseguida
de aquella unión con Giovanni Serenelli, persona muy diferente de los suyos,
bebedor y carente de discreción en sus palabras. Después de la muerte de Luigi,
Assunta y sus hijos habían caído bajo el yugo despótico de los Serenelli,
María, que ha comprendido la situación, se esfuerza por apoyar a su madre:
-Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta
con que el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y seguiremos
luchando!
Desde la muerte de su marido, Assunta siempre está en el campo y ni
siquiera tiene tiempo de ocuparse de la casa, ni de la instrucción religiosa de
los más pequeños. María se encarga de todo, en la medida de lo posible. Durante
las comidas, no se sienta a la mesa hasta que no ha servido a todos, y para
ella sirve las sobras. Su obsequiosidad se extiende igualmente a los Serenelli.
Por su parte, Giovanni, cuya esposa había fallecido en el hospital psiquiátrico
de Ancona, no se preocupa para nada de su hijo Alessandro, joven robusto de
diecinueve años, grosero y vicioso, al que le gusta empapelar su habitación con
imágenes obscenas y leer libros indecentes. En su lecho de muerte, Luigi
Goretti había presentido el peligro que la compañía de los Serenelli
representaba para sus hijos, y había repetido sin cesar a su esposa:
-Assunta, regresa a Corinaldo! Por desgracia Assunta está endeudada
y comprometida por un contrato de arrendamiento.
UNA AZUCENA
INMACULADA
Al estar en contacto con los Goretti, algunos sentimientos
religiosos han hecho mella en Alessandro. A veces se agrega al rezo del rosario
que realizan en familia, y los días de fiesta oye Misa. Incluso se confiesa de
vez en cuando. Pero todo ello no impide que haga proposiciones deshonestas a la
inocente María, que en un principio no comprende. Más tarde, al adivinar las
intenciones perversas del muchacho, la joven está sobre aviso y rechaza la
adulación y las amenazas. Suplica a su madre que no la deje sola en casa, pero
no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues Alessandro
la ha amenazado: -Si le cuentas algo a tu madre, te mato. Su único recurso es
la oración. La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a su madre
que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo considera
un capricho y no concede ninguna importancia a aquella reiterada súplica.
El 5 de julio, a unos cuarenta metros de la casa, están trillando
las habas en la era. Alessandro lleva un carro arrastrado por bueyes. Lo hace
girar una y otra vez sobre las habas extendidas en el suelo. Hacia las tres de
la tarde, en el momento en que María se encuentra sola en casa, Alessandro
dice:
-Assunta, ¿quiere hacer el favor de llevar un momento los bueyes
por mí?
Sin sospechar nada, la mujer lo hace. María, sentada en el umbral
de la cocina, remienda una camisa que Alessandro le ha entregado después de
comer, mientras vigila a su hermanita Teresina, que duerme a su lado.
-¡María!, grita Alessandro.
-¿Qué quieres?
-Quiero que me sigas.
-¿Para qué? -¡sígueme!
-Si no me dices lo que quieres, no te sigo.
Ante semejante resistencia, el muchacho la agarra violentamente del
brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero
el ruido no llega hasta el exterior. Al no conseguir que la víctima se someta,
Alessandro la amordaza y esgrime un puñal. María se pone a temblar pero no
sucumbe. Furioso, el joven intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María
se deshace de la mordaza y grita:
-No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno.
Poco cuidadoso del juicio de Dios, el desgraciado levanta el arma:
-Si no te dejas, te mato.
Ante aquella resistencia, la atraviesa a cuchilladas. La niña se
pone a gritar: -¡Dios mío! ¡Mamá!, y cae al suelo. Creyéndola muerta, el
asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla gemir de
nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez de parte a
parte; después, sube a encerrarse a su habitación.
María ha recibido catorce heridas graves y se ha desvanecido. Al
recobrar el conocimiento, llama al señor Serenelli: -¡Giovanni! Alessandro me
ha matado... Venga.
Casi al mismo tiempo, despertada por el ruido, Teresina lanza un
grito estridente, que su madre oye. Asustada, le dice a su hijo Mariano: -Corre
a buscar a María; dile que Teresina la llama.
En aquel momento, Giovanni Serenelli sube las escaleras y, al ver
el horrible espectáculo que se presenta ante sus ojos, exclama: -¡Assunta, y tú
también, Mario, venid!.
Mario Cimarelli, un jornalero de la granja, trepa por la escalera a
toda prisa. La madre llega también: -¡Mamá!, gime María. -¡Es Alessandro, que
quería hacerme daño!
Llaman al médico ya los guardias, que llegan a tiempo para impedir
que los vecinos, muy excitados, den muerte a Alessandro en el acto.
¡NI UNA GOTA DE
AGUA!
Después de un largo y penoso viaje en ambulancia, hacia las ocho de
la tarde, llegan al hospital. Los médicos se sorprenden de que la niña todavía
no haya sucumbido a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el
corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. Al comprobar que no
tiene cura, mandan llamar al capellán. María se confiesa con toda lucidez.
Después, los médicos le prodigan sus cuidados durante dos horas, sin dormirla.
María no se lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la
santísima Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consigue que le permitan
permanecer a la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla:
- Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos
y hermanas?
A María la devora la sed: -Mamá, dame una gota de agua.
-Mi pobre María, el médico no quiere, porque sería peor para ti.
Extrañada, María sigue diciendo: -¿Cómo es posible que no pueda
beber ni una gota de agua? Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que
también había dicho ¡Tengo sed!, y se resigna.
El capellán del hospital la asiste paternalmente y, en el momento
de darle la sagrada Comunión, la interroga: -María, ¿perdonas de todo corazón a
tu asesino ?
Ella, reprimiendo una instintiva repulsión, le responde: -Sí, lo
perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso.
Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado.
En medio de esos sentimientos, los mismos que tuvo Jesucristo en el
Calvario, María recibe la
Eucaristía y la Extremaunción , serena, tranquila, humilde en el
heroísmo de su victoria. El final se acerca. Se le oye decir: -Papá.
Finalmente, después de una postrera llamada a María, entra en la
gloria inmensa del paraíso. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la
tarde. No había cumplido los doce años.
ESTÁ PERDIENDO EL
TIEMPO, MONSEÑOR
El juicio de Alessandro tiene lugar tres meses después del drama.
Aconsejado por su abogado, confiesa: -Me gustaba. La provoqué dos veces al mal,
pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que debía utilizar.
Es condenado a treinta años de trabajos forzados. Aparenta no sentir ningún
remordimiento del crimen. A veces se le oye gritar:
-¡Anímate, Serenelli, dentro de veintinueve años y seis meses serás
un burgués! Pero María no lo olvida. Unos años más tarde, monseñor Blandini,
obispo de la diócesis donde está la prisión, siente la inspiración de visitar
al asesino para encaminarlo al arrepentimiento. -Está perdiendo el tiempo,
monseñor -afirma el carcelero-, ¡es un duro!
Alessandro recibe al obispo refunfuñando, pero ante el recuerdo de
María, de su heroico perdón, de la bondad y de la misericordia infinitas de
Dios, se deja alcanzar por la gracia. Después de salir el prelado, llora en la
soledad de la celda, ante la estupefacción de los carceleros.
Una noche, María se le aparece en sueños, vestida de blanco en los
jardines del paraíso. Trastornado, Alessandro escribe a monseñor Blandino:
"Lamento sobre todo el crimen que cometí porque soy consciente de haberle
quitado la vida a una pobre niña inocente que, hasta el último momento, quiso
salvar su honor, sacrificándose antes que ceder a mi criminal voluntad. Pido
perdón a Dios públicamente, y a la pobre familia, por el enorme crimen que
cometí. Confío obtener también yo el perdón, como tantos otros en la
tierra". Su sincero arrepentimiento y su buena conducta en el penal le
devuelven la libertad cuatro años antes de la expiración de la pena. Después,
ocupará el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una
conducta ejemplar, y será admitido en la orden tercera de san Francisco.
Gracias a su buena disposición, Alessandro es llamado como testigo
en el proceso de beatificación de María. Resulta algo muy delicado y penoso
para él, pero confiesa: "Debo reparación, y debo hacer todo lo que esté en
mi mano para su glorificación. Toda la culpa es mía. Me dejé llevar por la
brutal pasión. Ella es una santa, una verdadera mártir. Es una de las primeras
en el paraíso, después de lo que tuvo que sufrir por mi causa".
En la Navidad
de 1937, se dirige a Corinaldo, lugar donde se había retirado con sus hijos
Assunta Goretti. Lo hace simplemente para hacer reparación y pedir perdón a la
madre de su víctima. Nada más llegar ante ella, le pregunta llorando. -Assunta,
¿puede perdonarme? -Si María te perdonó -balbucea-, ¿cómo no voy a perdonarte
yo? El mismo día de Navidad, los habitantes de Corinaldo se ven sorprendidos y
emocionados al ver aproximarse a la mesa de la Eucaristía , uno junto a
otro, a Alessandro y Assunta.
"¡MIRADLA!"
La influencia de María Goretti, canonizada como mártir por el Papa
Pío XII el 26 de junio de 1959, continúa en nuestros días. El Papa Juan Pablo
II la presenta especialmente como modelo para los jóvenes: "Nuestra
vocación por la santidad, que es la vocación de todo bautizado, se ve alentada
por el ejemplo de esta joven mártir. Miradla, sobre todo vosotros los
adolescentes, vosotros los jóvenes. Sed capaces, como ella, de defender la
pureza del corazón y del cuerpo; esforzaos por luchar contra el mal y el
pecado, alimentando vuestra comunión con el Señor mediante la oración, el
ejercicio cotidiano de la mortificación y la escrupulosa observancia de los
mandamientos" (29 de septiembre de 1991).
La realidad y el poder de la ayuda divina se manifiestan de una
manera particularmente tangible en los mártires. Elevándolos al honor de los
altares, "la Iglesia
ha canonizado su testimonio y declara verdadero su juicio, según el cual el
amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las
circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la
intención de salvar la propia vida" (Veritatis splendor, 91).
Indudablemente, pocas personas son llamadas a padecer el martirio de la sangre.
Sin embargo, ante las múltiples dificultades, que incluso en las circunstancias
más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano,
implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces
heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que -como enseña san Gregorio
Magno- le capacita para amar las dificultades de este mundo a la vista del
premio eterno" (id, 93).
Por eso el Papa no teme decir a los jóvenes: "No tengáis miedo
de ir contracorriente, de rechazar los ídolos del mundo". y explica:
"Mediante el pecado, damos la espalda a Dios, nuestro único bien, y
elegimos ponernos del lado de los ídolos que nos conducen a la muerte ya la
condenación eterna, al infierno". María Goretti "nos alienta a
experimentar la alegría de los pobres que saben renunciar a todo con tal de no
perder lo único que es necesario: la amistad de Dios... Queridos jóvenes,
escuchad la voz de Cristo que os llama, también a vosotros, al estrecho sendero
de la santidad" (29 de septiembre de 1991).
Santa María Goretti nos recuerda que "el estrecho sendero de
la santidad" pasa por la fidelidad a la virtud de la castidad. En nuestros
días, con frecuencia, la castidad es objeto de burla y de desprecio. El
cardenal López Trujillo escribe al respecto: "Para algunas personas que se
hallan en ambientes donde se ofende y se desacredita la castidad, vivir castamente
puede exigir una dura lucha, a veces heroica. De todas formas, con la gracia de
Cristo, que se desprende de su amor de Esposo por la Iglesia , todos pueden
vivir castamente, incluso si se hallan en circunstancias poco favorables a
ello" (Verdad y sentido de la sexualidad humana, Consejo pontifical para
la familia,8 de diciembre de 1995, 19).
UN LARGO Y LENTO
MARTIRIO
Conservar la castidad implica rechazar ciertos pensamientos, frases
y actos pecaminosos, así como huir de las ocasiones de pecado. "Que la
alegre infancia y la ardiente juventud aprendan a no abandonarse
desesperadamente a los gozos efímeros y vanos de la voluptuosidad, ni a los
placeres de los vicios embriagadores que destruyen la apacible inocencia,
engendran sombría tristeza y debilitan más pronto o más tarde las fuerzas del
espíritu y del cuerpo", advertía el Papa Pío XII con motivo de la
canonización de Santa María Goretti. El Catecismo de la Iglesia católica recuerda
lo siguiente: "O el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se
deja dominar por ellas y se hace desgraciado" (2339). Por eso resulta
necesario seguir un modelo de vida que "requiera mucha fuerza, una
constante atención y una renuncia valiente a las seducciones del mundo. Debemos
ser capaces de vigilar incesantemente, sin desistir bajo ningún pretexto...
hasta el término de nuestro recorrido terrenal. En definitiva, se trata de una
lucha contra sí mismo que podemos asimilar a un largo y lento martirio. El
Evangelio nos exhorta con claridad a emprender esa lucha: El Reino de los
cielos sufre violencia, y los violentos -los que se esfuerzan- la conquistan.
(Mt 11:12). (Juan Pablo II, id).
Para poder crear un clima favorable a la castidad, es importante
practicar la modestia y el pudor en la manera de hablar, de actuar y de vestir.
Con esas virtudes, la persona es respetada y amada por sí misma, en lugar de
ser contemplada y tratada como objeto de placer. De ese modo, los padres
deberán velar para que ciertas modas no profanen la casa, en especial a través
de un mal uso de los medios de comunicación de masas. Habrá que animar a los
niños y adolescentes a estimar y practicar el dominio de sí mismos, a ser
discretos, a vivir con orden, a realizar sacrificios personales en medio de un
espíritu de amor por Dios y de generosidad hacia los demás, sin sofocar los
sentimientos y las tendencias de cada uno, sino canalizándolas hacia una vida
de virtud (cf. Consejo pontifical para la familia, íd. 56,-58). Siguiendo el
ejemplo de María Goretti, los jóvenes descubrirán "el valor de la verdad
que libera al hombre de la esclavitud de las realidades materiales", y
podrán "descubrir el gusto por la auténtica belleza y por el bien que
vence al mal" (Juan Pabloll, íd).
¡Santa María Goretti, consigue para nosotros de Dios, mediante la
intercesión de la santísima Virgen y de san José, esa fuerza sobrenatural que
te hizo preferir la muerte al pecado, a fin de que podamos seguir tus luminosas
huellas con alegría, con energía y con afán!
Autor: Dom Antoine Marie, OSB
Abadía de Saint Joseph de Clairval
Texto extraído de la revista Ave María, nº 667
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