Santa Maria de Baiona diócesis tuy- vigo blogspot.com
Para mejorar nuestra vida cristiana y crecer en el amor a la Virgen
María nuestra Madre, el P. Javier Leoz tiene para este mes de agosto este
encuentro con María, con el fin de encauzar nuestra devoción mariana. Lo
pongo en nuestro blog, porque en este mes tenemos muchas fiestas de la Virgen
en numerosísimos pueblos, ricos en devoción popular por las múltiples
advocaciones, que el cariño a a Ella ha sembrado por todos los rincones de nuestros
pueblos. Franja
P. Javier Leoz
1 1 «¡Feliz la que ha creído!»
(Lc 1, 45). Es la primera bienaventuranza
del evangelio y, precisamente se refiere a María. Isabel, en contraposición a
las dudas de Zacarías, ensalza, pregona y canta la disponibilidad y grandeza de
la Virgen.
2 2 «No tienen vino» (Jn 2, 3). Si queremos contemplar la profundidad de la fe de María, nos
presta una gran ayuda el relato evangélico de las bodas de Caná. Ante la falta
de vino, María podría buscar alguna solución humana para el problema que se
había planteado pero no duda en dirigirse inmediatamente a Jesús. Encarna ya la
actitud que Jesús alabará en los verdaderos creyentes de todos los tiempos:
«Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20, 29).
3 3 ¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). No es fácil la fe a la que María está llamada. Ya antes de Caná,
meditando las palabras y los comportamientos de su Hijo, tuvo que mostrar una
fe profunda. Es significativo el episodio de la pérdida de Jesús en el templo,
a la edad de doce años, cuando ella y José, angustiados, escucharon su
respuesta.
4 4 En el drama del Calvario, la fe de María permanece intacta. Para la fe de los discípulos, ese drama fue desconcertante. Sólo
gracias a la eficacia de la oración de Cristo, Pedro y los demás, aunque
probados, pudieron reanudar el camino de la fe, para convertirse en testigos de
la resurrección. (cf. Jn 19, 25)
5 5 La resurrección fue la confirmación definitiva de la fe de María. Más que en cualquier otro, la fe en Cristo resucitado transformó
su corazón en el más auténtico y completo rostro de la fe, que es el rostro de
la alegría.
6 6 María colaboró así con Dios, no solamente en el orden
puramente físico y biológico, para que se encarnara el Hijo de Dios en su
vientre, sino en toda la misión del Mesías,
mientras estuvo aquí en la tierra, conviviendo y compartiendo la vida con sus
contemporáneos. Primero, con quienes le acompañaron en su vida familiar, como
un Israelita niño, adolescente y joven y, después, cuando salió a su misión
pública, compartió esa vida con todas las personas que le siguieron como
discípulas y discípulos. En todos estos momentos, familiares y públicos, María
lo acompañó, creciendo ella misma en su fe, tanto durante la vida oculta de
Jesús en su casa, como cuando el predicaba el Evangelio públicamente.
7 7 De modo particular María
junto a la cruz, fue aquilatada y purificada en su fe, pues se mantuvo fiel, y
permaneció en su convicción de que se cumpliría todo lo que se le dijo de parte del Señor acerca de su Hijo: en la
Anunciación, en la visita a Isabel, en el nacimiento de su Hijo en la gruta de
Belén, durante la Presentación del niño en el Templo, en la visita de los Reyes
de Oriente y en lo que el mismo niño Jesús les dijo a ella y a José, cuando lo
encontraron en el Templo entre los doctores. La desgarradora escena de la
muerte de Jesús en la cruz, parecía contradecir mucho de lo que ella escuchó,
acerca de ese Hijo suyo.
8 8 El cántico de María, llamado el Magníficat (Cf. Lc. 1,46-55), que
anuncia la exaltación de los humildes y la restauración de una historia que
incluye a los despreciados de la tierra, sigue siendo nuclear en la comprensión
de una justa dimensión de la plenitud de la fe cristiana. Esta fe no puede
reducirse a un ámbito puramente privado, ni a acciones piadosas aisladas de
todo el contexto en que se mueve la vida humana
9 9 Encerrar a la fe en una
espiritualidad individualista y enajenada de la vida del mundo, y vaciarla de
su significado intrínseco. Creer que ella solamente
nos sirve para mantener dentro de la Iglesia un ritmo de cumplimientos y
requisitos, y para ajustarnos a ciertas normas morales, con el objeto de
tranquilizar nuestra conciencia personal, es un intento estéril de vivir la
vida cristiana, basada en una caricatura de la fe
. 10 Hemos encerrado nuestra vida cristiana prácticamente a los
templos. No hemos sido valientes como María, para
colaborar decididamente desde nuestra fe, con la gracia de Cristo, para
corregir los abusos de poder y los desajustes en los niveles socio-políticos,
socio-económicos y socio-culturales que están a la base de la violencia, las
injusticias, la corrupción, y todo el resto de males que dañan gravemente a la
sociedad
Celebrar, honrar, procesionar, cantar y proclamar a la Virgen
María como Patrona de nuestros pueblos o ciudades es hacer nuestra aquella
misión por la cual Ella fue grande y, su nombre, ha llegado hasta nosotros: EL
ANUNCIO DE JESUCRISTO MUERTO Y RESUCITADO. Lo contrario es caer en un puro
sincretismo convirtiendo a María en un ídolo alejado de lo más genuino de Ella.
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