Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
En estos tiempos de frialdad en las
relaciones humanas, en que solo lo económico prima, no está mal esta
historia que me han enviado y que la considero muy buena para una reflexión:
Cuenta una historia que un hombre trabajaba en una planta congeladora
de pescado en Noruega. Un día terminando su horario de
trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se
cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del
refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar,
pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían
ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa
puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte.
De repente se abrió la puerta. El guardia de seguridad entro y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debe lo que le ocurrió para abrir ésa puerta sino es parte de su rutina de trabajo? Él
explicó:
- Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me
saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los
trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy me dijo “hola, buenos días ” a la entrada, pero por la tarde no escuché el - “hasta
mañana” - Yo espero por ese hola, buenos
días, y ése adiós o hasta mañana -
cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de
mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo
busqué y por eso…lo encontré!!! ”.
Puede servir de reflexión y lo podemos recomendar a muchos que en estos tiempos, no suelen saludar a los porteros y limpiadoras anónimos, de los que probablemente no saben ni el nombre.
Nunca te olvides de saludar por la mañana y despedirte por la tarde de los compañeros de trabajo. De esa manera no serás un número de la empresa, puedes ser un amigo, o por lo menos uno del que puedas necesitar un ayuda en cualquier eventualidad.
El ejemplo puesto arriba, da que pensar. Pásalo.
Franja.
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