Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Amó a Dios como sólo una madre puede amar.
María es la única mujer a quien Dios puede llamar madre
y Jesús
es el único Dios a quien una mujer
puede llamar Hijo.
Autor: P. Antonio Izquierdo y Florian Rodero |
Fuente:
Catholic.net
Nacer es tener una madre.
Así ha sido y es para todo hombre; así
ha sido para el mismo Dios, que se hizo hombre en el seno de una Virgen. Por
eso, el título mariano de "Madre de Dios" es una de las verdades más
consoladoras y más ennoblecedoras de la humanidad. El cristianismo no teme en
afirmar que Dios se ha acunado en los brazos de una mujer. Una mujer, María de
Nazaret, que es madre en su cuerpo y sobre todo madre en su corazón, como
bellamente nos enseña san Agustín.
1. Al ritmo de la vida de Cristo.
Entre la vida de Jesús y la de
María hay una estupenda sincronía y un paralelismo magnífico de misterio y de
donación. Junto a la Encarnación del Verbo está la Inmaculada Concepción; con
el nacimiento de Jesús se relaciona inseparablemente la maternidad de María; a
los pies de la cruz del Redentor se halla de pie, firme en su dolor, María, la
corredentora; la ascensión de Jesús a los cielos tiene su paralelo en la
asunción de María en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Vivir al ritmo de Cristo es vivir a ritmo de redención. Así
vivió y vive en el cielo María. Ella se desvivió por Jesús en su vida terrena y
vive con Jesús y por Jesús en el cielo. Ella no se pertenece, sino que es toda
de su Hijo. Su misión es su Hijo, en la historia y en el siempre de la
eternidad.
2. Múltiples relaciones.
María mantiene diversas relaciones con
la Iglesia. Es modelo de virtudes para todos los cristianos. Es Madre de la
Iglesia, como la proclamó Pablo VI, pues ésta prolonga a Jesucristo
místicamente en la historia. Es, al igual que la Iglesia, esposa del Espíritu y
virgen fecunda que engendra continuamente hijos para Dios. Es espejo radiante
de gracia y santidad, es pastora solícita del rebaño de Cristo, es abogada y
protectora de los pecadores. Estas relaciones de María con la Iglesia y con sus
hijos son relaciones vivas, ardientes, profundamente enclavadas en el alma
cristiana, como se puede ver acudiendo a los santuarios de devoción mariana. ¿Y
nuestras relaciones con María?
La Iglesia nos recomienda
una veneración profunda hacia María.
Una veneración que entraña una mezcla de algo sagrado y filial, cercano y
misterioso. Sí, porque María es nuestra madre, pero al mismo tiempo está toda
ella envuelta en el misterio de Dios. Una veneración, por ello, que nace de la
profundidad de la fe, pero que toca también la superficie de nuestra sensibilidad.
Es toda nuestra persona la que venera a María. Veneramos a María pero no la
adoramos, solo se adora a Dios.
3. Madre del Hijo de Dios.
María es la única mujer a quien Dios
puede llamar madre y Jesús es el único Dios a quien una mujer puede llamar
Hijo. En su seno Dios se instaló, creció, se hizo bebé. En sus brazos se acunó,
en sus ojos se miró, sobre su pecho se durmió. Cogido de su mano comenzó a dar
los primeros pasos por el mundo. Con sus besos María lo ungió de cariño y
ternura, con sus labios le habló y le enseñó el lenguaje de su pueblo. Con su
corazón lo amó, como sólo una madre puede amar.
Confeccionó Franja
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