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da mucho gusto difundirlo,
como en este caso.
El avemaría. Cómo rezarla bien.
Franja
Cómo rezar bien el avemaría
Escrito
por P. Evaristo Sada LC16 Jul 2014
Cuando queremos hablar
con la Virgen María podemos decirle lo que queramos de manera sencilla y
natural, lo que brote del corazón, y cuanta más devoción pongamos, mejor.
La fórmula del avemaría es un excelente vehículo, probado millones de
veces durante siglos, para tener un encuentro filial con nuestra
Madre del cielo. El avemaría nos ofrece palabras y actitudes adecuadas
para venerarla, invocarla, decirle algo que sabemos que a ella le agrada y que
a nosotros nos hace bien.
Propongo
algunos pasos para rezar bien el avemaría o para renovar el modo en que lo
hacemos. Rezando esta oración con la debida calma y con viva conciencia, poco a poco el
Espíritu Santo irá afinando la sensibilidad de nuestra relación filial con
Ella, de tal modo que apenas pronunciemos las primeras palabras del avemaría,
brotarán del corazón profundas resonancias que favorecerán el contacto de fe y amor con la Santísima Virgen.
La recordamos
Lo
primero es acordarse de élla. Simplemente con la memoria o con la ayuda de una imagen nos colocamos
espiritualmente en su presencia. Se trata de ponerse delante de la Virgen María
que está en el cielo, no de una estampa o de una estatua de mármol o de
yeso, sino de su persona; las imágenes sólo nos hacen presente a la
persona, como las fotografías de los grandes momentos o de nuestros seres
queridos.
Acto de fe, amor y confianza filial
Teniéndola
ya presente, establecemos un contacto de fe y amor con María; si no, la oración
mariana por excelencia no será oración. Nos acercamos a ella con la
confianza y el cariño con los que todo buen hijo se acerca a su madre, con
el deseo de darle afecto, mostrarle gratitud y también de obtener de ella lo que necesitamos,
seguros de que nos mirará con amor y nos escuchará con atención.
La veneramos
Le
decimos que estamos aquí para expresarle afecto, respeto, admiración. Adoramos
sólo a Dios, a María la veneramos como Madre de Dios, esposa del
Espíritu Santo, Madre de Cristo, Su cooperadora en la Redención y también madre nuestra. Ella nos lleva siempre
a Jesús, que es "el único Mediador, es el Camino de nuestra oración;
María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de Él: María muestra el
Camino, es su Signo" (Catecismo 2674)
La
Constitución Dogmática Lumen Gentium, nos enseña que:
"ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro
Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias
maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única
bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así
también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus
criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única.
La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio
subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los
fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente
al Mediador y Salvador."
Te
propongo que antes de seguir leyendo, te prepares de esta manera y reces luego
un avemaría. Verás cuánto ayuda. Y esto vale igual para las personas más
avanzadas en la vida
de oración.
La alabamos
En
la primera parte del avemaría la exaltamos, la elogiamos, celebramos a la
humilde esclava del Señor por las maravillas que ha hecho Dios en ella y por
medio de ella, en todos los seres humanos. Usamos las palabras del arcángel
Gabriel, las de santa Isabel, y nos unimos a su asombro, a su admiración llena
de afecto, al contemplar un alma tan bella y dócil al Espíritu Santo, tan humilde
esclava del Señor.
Dios te salve, María.
Llena eres de gracia.
El Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Le suplicamos
En
la segunda parte del avemaría la invocamos. María dio su sí a Dios en la Anunciación, lo sostuvo durante la infancia y la juventud de
Jesús en su vida oculta en Nazaret, y al acompañarlo discretamente en la vida
pública, y lo renovó en silencio manteniéndose en pie hasta el final junto a su
Hijo crucificado. Desde entonces, Ella se ha ocupado de proteger e interceder
como la mejor de las madres por los hermanos de su Hijo.
La
Lumen Gentium lo explica así: "Una vez recibida en los cielos, no dejó su
oficio salvador, sino quecontinúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su
Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra
el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por
eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora."
Santa María, Madre de Dios.
Ruega por nosotros pecadores.
Ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
La
semana entrante ofreceré una explicación del Avemaría, palabra por palabra.
Confeccionado por Franja
Autor: P. Evaristo Sada,
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