Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
¿ES
USTED RICO?
(Aportación
de nuestro amigo Sergio Oyervides)
Era
domingo, serían las dos de la tarde, hacía mucho frío y estaba lloviznando, ya no
venía nadie al comercio entonces con mi señora decidimos cerrar así ella
terminaba el estofado que estaba haciendo.
Lo que pasa que con el almacén
siempre los domingos comemos tarde.
Yo me fui al comedor y me senté al lado del
ventanal que llega hasta el suelo, me puse a sacar cuenta para ver cómo hacía
para pagar la cuota del banco que es en dólares, de repente los vi junto al
ventanal, dos niños de 8 y 7 años aproximadamente con abrigos gastados y rotos.
-
¿No tiene algunos diarios viejos; señor para vender?
Yo
estaba tan ocupado y hacía rato que rezongaba con los números que les iba a
decir que no y además porque no tengo, pero los miré más detenidamente.
Calzaban unas sandalias con media, mojadas y con barro.
-
Pasen, les voy a preparar una taza de cocoa con leche caliente.
No hubo ninguna
conversación. Las zapatillas mojadas dejaron las marcas en la pequeña alfombra
que está a la entrada del ventanal. Con mi señora les preparamos la cocoa con
pan con dulce, luego yo volví al comedor y ella a arreglar las camas. Pasaron
unos veinte minutos; me llamó la atención el silencio que había en la cocina,
me asomé despacio, la niña tenía la taza vacía en la mano y la estaba
observando, el niño preguntó con voz tímida
-
¿Usted es rico, señor?.
-
¿Qué si soy rico? ¡No; por favor! - exclamé, mientras echaba un vistazo a la
puerta del fondo que le faltan los pestillos, a los muebles que le faltan
algunas manijas, al piso que es de portland, y recordé que la pileta del baño
está partida.
-
Pero sus tazas hacen juego con los platillos, dijo el niño; su voz sonaba a un
hambre que ya no estaba en el estómago. Luego se fueron, apretando unas
revistas contra el cuerpo para protegerse del viento. No nos dieron las
gracias, no hacía falta, nos habían dado mucho más que eso, sencillas tazas
azules pero con platillos que hacían juego.
Mientras
mi esposa fue al comedor, yo probé las papas y revolví el estofado, estofado
con papas, un techo que me protege, una frazada para taparme, un abrigo para
cubrirme, un trabajo seguro, todas esas cosas también hacían juego. Fui al
comedor y cuando mi esposa iba a limpiar la alfombra donde estaban las
huellas con barro de esas pequeñas sandalias le dije:
-
No; déjala así, no la limpies;
-
¿Por qué? - preguntó.
-
Porque quiero verlas.
-
¿Para qué?
-
Por si algún día me olvido de lo rico que soy.
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