Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
LEMA
DOMUND 2015
RENACE
> “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, dice el papa Francisco
al comienzo de Evangelii gaudium. El fin de la actividad misionera es,
precisamente, ayudar a extender esta alegría, anunciando a todos la posibilidad
de nacer y renacer al encuentro con Dios. Un renacer a la vida de fe que, como
tantas veces comprueban los misioneros, ha sido revelado a los pequeños.
LA
ALEGRÍA > Los misioneros, llenos de alegría, comparten con los más pobres su
experiencia de encuentro con Cristo. Los que reciben este anuncio y abren su
corazón a él, también acogen con alegría la Buena Noticia de la salvación.
Francisco nos dice cuál es el origen de esta gran alegría: “El amor con el que
el Padre ama al Hijo llega hasta nosotros y, por obra del Espíritu Santo, nos
envuelve”; y además, nos invita a participar en ella: “¿Por qué no entramos
también nosotros en este río de alegría?”.
Cartel
DOMUND 2014
La
sonrisa de unos jóvenes de diferentes razas sirve para expresar la alegría que
brota del corazón. Sus miradas y sus manos entrelazadas reflejan que esa
alegría nace de un corazón limpio y una fraternidad profunda. Es la fuerza
contagiosa del amor, que descubren a cada paso quienes viven la experiencia de
la misión.
Junto
al lema, la palabra “DOMUND” evoca por sí sola la vida de entrega de los
misioneros y nuestro deseo de ayudarles en su tarea. Y sobre un fondo morado,
algunos signos evocan aspectos de la actividad misionera de la Iglesia.
Facilitar la cooperación con esa labor es el objetivo de las Obras Misionales
Pontificias.
FRANCISCO, 8 de
junio solemnidad de Pentecostés
MENSAJE DEL PAPA - DOMUND 2014
Mensaje del Papa Francisco para la
Jornada Mundial de las
Misiones 2014
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy en
día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente
la misión ad gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados
a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza: la Iglesia ha
nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento
privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen
con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las Iglesias
jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y
de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece
sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría,
porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar el mundo, sostiene
y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de
los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos
en el Evangelio de Lucas (10, 21-23).
1. El
evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos,
a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a
preparar a los hombres al encuentro con Jesús. Después de cumplir con esta
misión de anuncio, los discípulos volvieron llenos de alegría: la alegría es un
tema dominante de esta primera e inolvidable experiencia misionera. El Maestro
Divino les dijo: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad
alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. En aquella hora,
se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre” (…). Y
volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Dichosos los ojos que ven lo
que vosotros veis!”» (Lc 10, 20-21.23).
Son tres
las escenas que presenta Lucas. Primero, Jesús habla a sus discípulos, y luego
se vuelve hacia el Padre, y de nuevo comienza a hablar con ellos. Jesús quiere
hacer partícipes a los discípulos de su alegría, que es diferente y superior a
la que ellos habían experimentado.
2. Los
discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar a
las personas de los demonios. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren
tanto por el poder recibido, cuanto por el amor recibido: «porque vuestros
nombres están escritos en el cielo» (Lc 10, 20). A ellos se les ha concedido la
experiencia del amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta
experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud del corazón de
Jesús. Lucas ha captado este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria:
«Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo» dirigiéndose al Padre y
alabándolo. Este momento de íntima alegría brota de lo más profundo de Jesús
como Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado
estas cosas a sabios y entendidos, y se las ha revelado a los pequeños (Lc 10,
21). Dios ha escondido y revelado y, en esta oración de alabanza, se pone de
relieve, sobre todo, lo revelado. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado?
Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la
victoria sobre Satanás.
Mensaje
para el Domund 2014 Dios ha escondido todo esto a aquellos que están demasiado
llenos de sí y pretenden saberlo ya todo. Están como cegados por su propia
presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de
los contemporáneos de Jesús a los que Él mismo advirtió en varias ocasiones,
pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a
nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los
pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los
que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en José,
en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del
camino, en el curso de su predicación.
3. «Sí,
Padre, porque así te ha parecido bien » (Lc 10, 21). La expresión de Jesús debe
entenderse con referencia a su júbilo interior, donde la benevolencia indica un
plan salvífico y benevolente del Padre hacia los hombres. En el contexto de
esta bondad divina Jesús se regocija, porque el Padre ha decidido amar a los
hombres con el mismo amor que Él tiene por el Hijo. Además, Lucas nos recuerda
el júbilo similar de María, «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra
mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1, 46-47). Se trata de la buena Noticia
que conduce a la salvación. María, llevando en su vientre a Jesús, el
Evangelizador por excelencia, al encontrarse con Isabel, exulta de gozo en el
Espíritu Santo, cantando el Magnificat. Jesús, al ver el éxito de la misión de
sus discípulos y, por tanto, su alegría, se regocija en el Espíritu Santo y se
dirige a su Padre en oración. En ambos casos, se trata de una alegría por la
salvación que tiene lugar, porque el amor con el que el Padre ama al Hijo llega
hasta nosotros y, por obra del Espíritu Santo, nos envuelve, nos hace entrar en
la vida de la Trinidad.
El Padre
es la fuente de la alegría. El Hijo, su manifestación, y el Espíritu Santo, su
animador. Inmediatamente después de alabar al Padre, como dice el evangelista
Mateo, Jesús nos invita: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados,
y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28-30). «La alegría del Evangelio
llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes
se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría»
(Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 1).
De este
encuentro con Jesús, la Virgen María ha tenido una experiencia completamente
singular y se ha convertido en “causa nostrae laetitiae”. Y los discípulos han
recibido la llamada a estar con Jesús y a ser enviados por Él a predicar el
Evangelio (Mc 3, 14), y así se ven colmados de alegría. ¿Por qué no entramos
también nosotros en este río de alegría?
4. «El
gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo,
es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la
búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada»
(Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 2). Por lo tanto, la humanidad tiene una gran
necesidad de alcanzar la salvación que nos ha traído Cristo. Los discípulos son
aquellos que se dejan aferrar cada vez más por el amor de Jesús y marcar por el
fuego de la pasión por el Reino de Dios, para ser portadores de la alegría del
Evangelio. Todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría
de la evangelización. Los obispos, como principales responsables del anuncio,
tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso
misionero, teniendo en cuenta que la alegría de comunicar a Jesucristo se
expresa tanto en la preocupación de anunciarlo en los lugares más distantes,
como en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde
hay más personas pobres en espera.
En muchas
regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo
esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico
contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo.
La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los
pobres. Animo, por tanto, a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos
a vivir una vida fraterna intensa, fundada en el amor a Jesús y atenta a las
necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de
llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no
deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que ha crecido
la conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la
Iglesia, así como la sensibilización de que ellos están llamados a desempeñar
un papel cada vez más importante en la difusión del Evangelio. Por eso es
importante una formación adecuada, en vista de una acción apostólica eficaz.
5. «Dios
ama al que da con alegría» (2 Cor 9, 7). La Jornada Mundial de las Misiones es
también un momento para reavivar el deseo y el deber moral de la participación
gozosa en la misión ad gentes. La contribución económica personal es el signo
de una oblación de sí mismos, en primer lugar al Señor y luego a los hermanos,
para que la propia ofrenda material se convierta en un instrumento de
evangelización de una humanidad que se construye sobre el amor.
Queridos
hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de las Misiones mi pensamiento se
dirige a todas las Iglesias locales. “¡No nos dejemos robar la alegría
evangelizadora!” (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 83). Os invito a sumergiros en
la alegría del Evangelio y a alimentar un amor capaz de iluminar vuestra
vocación y vuestra misión. Os exhorto a recordar, como en una peregrinación
interior, el “primer amor” con el que el Señor Jesucristo ha caldeado el
corazón de cada uno, no por un sentimiento de nostalgia, sino para perseverar
en la alegría. El discípulo del Señor persevera en la alegría cuando está con
Él, cuando hace su voluntad, cuando comparte la fe, la esperanza y la caridad
evangélica.
A María,
modelo de evangelización humilde y alegre, dirigimos nuestra oración, para que
la Iglesia, casa de puertas abiertas, se convierta en un hogar para muchos, una
madre para todos los pueblos y haga posible el nacimiento de un nuevo mundo.
FRANCISCO,
8 de junio solemnidad de Pentecostés
8 de junio solemnidad de Pentecostés
Fuente: http://www.domund.org/p/mensaje-del-papa-para-el-domund-2014.html
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