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viernes, 10 de julio de 2015

San Benito de Nursia, 21 de marzo, (fecha de su muerte)

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona


Benito de Nursia

(Nursia, Italia, h. 480 - Montecassino, id., 547) 

Patriarca de los monjes de Occidente y fundador de la orden de los benedictinos. Nacido en el seno de una familia patricia, estudió retórica, filosofía y derecho en Roma. Los datos disponibles sobre su vida, relatada por San Gregorio Magno en el segundo libro de sus Diálogos, son de escasa fiabilidad. Se cuenta que a los veinte años huyó al desierto de Subiaco, donde el monje Román le impuso el hábito monástico. En poco tiempo fundó doce monasterios. La fama de su santidad le valió la enemistad de otros sacerdotes vecinos, por lo que abandonó Subiaco y se instaló en Montecassino, donde hizo construir un monasterio sobre las ruinas de un antiguo templo pagano. Allí redactó, hacia el año 540, su célebre Regla, que establece la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes fundamentales de la vida del monje. El convento es definido como una comunidad aislada del mundo por la clausura y vinculada a él por la hospitalidad. Adoptados por San Benito de Aniano, los preceptos de San Benito de Nursia fueron ampliamente difundidos durante la época carolingia y siguen rigiendo en la actualidad la orden benedictina.

 
San Benito de Nursia
(detalle de un fresco de Fra Angelico)

Conocemos la vida de San Benito de Nursia gracias a los Diálogos de San Gregorio Magno, fuente digna de atención desde el punto de vista histórico, aun cuando la figura del patriarca del monacato occidental hubiera entrado ya, en la época de su redacción, en la leyenda. Todavía muy joven, Benito fue enviado a Roma, de donde procedía su familia, para estudiar allí las letras y las artes, cosa que hizo con un provecho mayor de lo que generalmente suele creerse. No obstante, hacia los veinte años, hastiado por la corrupción y la vida muelle que le era dado contemplar, resolvió abandonar el mundo para dedicarse mejor a su formación interna y a la oración.

Salió de la ciudad ocultamente, y tras una breve permanencia en Enfida se retiró a la soledad de una gruta cercana a Subiaco; allí vivió por espacio de tres años, en el secreto más absoluto y en medio de numerosas privaciones, hasta la Pascua de 503. Descubierto por la indiscreción de un sacerdote, se dejó elegir abad por un grupo de monjes que residían cerca de Vicovaro, los cuales, posteriormente, al no lograr adaptarse a la disciplina por él establecida, trataron de envenenarle.

Superada la asechanza, Benito de Nursia reunió a cuantos habían acudido a él de todas partes en busca de sus consejos y fundó en la región doce monasterios que muy pronto se poblaron de monjes, a los cuales dio como norma de vida la regla de San Basilio; de Roma llegaron también los patricios Tertulo y Equicio para confiar al patriarca sus jóvenes hijos Plácido y Mauro, que luego habrían de convertirse en dos de sus más ardientes discípulos y colaboradores.

Sin embargo, la paz y la tranquilidad no duraron demasiado. El envidioso sacerdote Florencio pretendió eliminarle; fracasado otro intento de envenenamiento llevado a cabo mediante un pan, trató de perjudicarle de la manera más infame, y no directamente en su persona, sino en sus jóvenes novicios, a los que sometió a la más dura de las tentaciones. El castigo no tardó en llegar, y el presbítero murió en el súbito derrumbamiento de su propia casa.

 

Benito, con unos cuantos compañeros, se alejó de aquel lugar y se dirigió a Campania, hacia el punto que habría de hacer para siempre famoso: Cassino, la antigua y bella colonia romana, entonces arruinada por las devastaciones de los bárbaros y la desolación de la guerra. En la Pascua del año 529 Benito destruyó el altar de Apolo que los moradores, vueltos al paganismo, habían levantado en la colina que dominaba el país, lleno de bosques sagrados, y lo reemplazó por los oratorios de San Juan y San Martín; con ello inició, mediante un acto de firmeza cristiana y romana, el futuro monasterio de Montecassino, el "Archicoenobium Casinense", donde el santo vivió durante el resto de su vida.

Monasterio de Montecasino

Fruto de este periodo fue la Regla de los monasterios, obra que ha hecho de Benito de Nursia una de las grandes figuras del cristianismo. En ella adaptó genialmente a las tendencias, a la naturaleza, a las necesidades y a las condiciones de los pueblos de Occidente las normas de vida monástica que entre los orientales habían producido grandes frutos de santidad en el seno de la Iglesia católica. San Gregorio Magno alabó sobre todo la "discreción", o sea el equilibrio, de esta regla; a tal característica se debe, indudablemente, la inmensa fortuna que conocería en el transcurso de los siglos dicho monumento de la sabiduría cristiana, al cual se halla vinculada una parte tan importante de la vida religiosa medieval.


Breve biografía de San Benito
Nació en el 480 en Nursia, provincia de Umbría (a unos 100 kilómetros de Roma). Benito tenía una hermana melliza y única: Escolástica, que también alcanzó la santidad.
 De los padres de Benito no sabemos casi nada, si bien parece que eran de clase social buena, ya que pudieron enviar a su hijo a cursar estudios en Roma. No se conoce exactamente la edad de Benito cuando marchó a Roma. Roma vivía una época muy turbulenta, tanto social como eclesiásticamente: asesinatos de reyes y de eclesiásticos.
En este ambiente, Benito sintió el gran deseo de dejar el mundo para retirarse al servicio de Dios. En aquella época ya se sabía que en los desiertos de Egipto y Palestina se habían retirado cristianos que llevaban una vida muy austera y de mucha santidad.  Benito, conocedor de estas noticias, se decidió a seguir los ejemplos de esos santos anacoretas. Un día, desapareció de la ciudad y marchó a Tívoli.
 Vivió en el desierto y conoció algunas de las comunidades de ascetas que allí habitaban. Algunos no dejaban de presentar ciertos defectos. El santo describirá más tarde en su Regla a esos monjes que moraban de dos en dos, o de tres en tres, en sus propias casas sin practicar regla alguna y viviendo a su gusto
 Benito terminó por quedarse en una cueva que había de servirle de morada por tres años: era Subiaco. Este paraje tan pintoresco había atraído tiempo atrás a los amantes de la soledad, y en el valle veían numerosas cabañas ocupadas por los ermitaños.
Su nombre se hizo famoso en los alrededores de la santa cueva. Su fama llegó hasta Roma produciendo honda impresión. Desde entonces, muchos nobles romanos le entregaron sus hijos para que les educase en la ley de Dios; con ellos pudo formar 12 monasterios con 12 monjes cada uno y su prelado correspondiente, creando así una organización nueva en la historia del monacato.

S. Benito
A instancias de los monjes del monasterio vecino de Vicovaro, consintió en ser su abad, pero la firmeza con que hizo observar la regla provocó graves murmuraciones y hasta una tentativa de envenenamiento que fracasó. Se despidió de ellos y volvió a su retiro.
Al tiempo decidió por fin a salir de allí y llegó hasta Cassino. En el monte que domina al pueblo, el santo encontró restos de idolatría, evangelizó y convirtió a sus moradores, derribó los ídolos, y sobre las ruinas de un templo dedicado a Júpiter levantó el monasterio que había de ser la cuna de la Orden benedictina.
 Murió San Benito el 21 marzo de 547, y fue enterrado en el oratorio de Montecassino, al lado de los restos de su santa hermana Escolástica, muerta poco antes. Fue trasladado su cuerpo en el 673 al monasterio de Fleury sur Loire, y en el siglo XI, su abad concedió algunas reliquias del mismo a los monjes de Montecassino que habían venido a reclamarlas.


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