Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
TODOS SOMOS IGUALES
(Aportación de nuestra amiga
Angélica García Schneider)
El que es bueno, de la bondad
que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad
produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. Lucas 6:45
En un pueblo, gobernaba un
hombre famoso por sus abusos de autoridad y su desprecio hacia las clases más
humildes. Con frecuencia hacía fiestas a las cuales invitaba sólo a la gente
más acaudalada de la localidad, gente como él, indiferente a las necesidades de
los pobres.
Un día llegó al pueblo el señor
Freyman, un empresario muy rico, quien pensaba instalar una gran industria en
el lugar, lo cual significaría un gran progreso y fuentes de trabajo para los
lugareños. El mismo gobernador fue a recibir al empresario, le ofreció su casa
y lo acompañó a ver el terreno.
Esa noche, ofreció una fiesta en
su honor, en donde, como siempre se reuniría la crema y nata del pueblo.
Estaban en medio del banquete,
cuando a un mozo se le cayó una bandeja con vasos, haciéndose trizas en el
suelo, justo enfrente del gobernador y su invitado.
¡Pero que no te fijas imbécil?-
le gritó el gobernador al muchacho, quien muy asustado procedió a recoger los
vidrios. El hombre no cesó de insultarlo, hasta que terminó de recoger todo. El
empresario se quedó observando la escena, muy conmovido y también indignado,
pero lo disimuló.
Después que se hubo ido el
muchacho, se dirigió al gobernador: - Señor gobernador...¿le puedo hacer una
pregunta? - Por supuesto, mi estimado señor Freyman- respondió zalamero el
gobernador. - ¿Si esos vasos se me hubieran caído a mí, qué hubiera pasado?,
¿me habría usted insultado como lo hizo con ese pobre muchacho?
El gobernador se turbó por la
pregunta y respondió: - ¡Por supuesto que no señor Freyman, cómo cree! - ¿Y por
qué no? También se hubieran roto los vasos. - Pero no es lo mismo...¡cómo iba
yo a ofenderlo a usted! - Ah, ¿y por qué a ese muchacho sí? - Pues... es solo
un indio... un desarrapado... - Es un ser humano, igual que usted, igual que
yo- declaró firmemente el empresario. - ¡Pero cómo se va a comparar con
nosotros ese pobre diablo! - Ese pobre diablo, como usted lo llama, merece
respeto y consideración. El hecho de no poseer bienes, no hace a un hombre
menos merecedor de estos.
Las palabras del empresario se
escuchaban claras y decididas en el comedor, pues todos los invitados se habían
quedado en silencio, asombrados, viendo como el gobernador, era avergonzado por
su invitado de honor.
¡Ah que señor Freyman, me
resultó usted predicador!- trató de bromear el gobernador, para disimular su
malestar.
No, señor gobernador, estoy
hablando muy en serio.
Bueno, pero no es para tanto
jeje...
Pues quiero que sepa, que yo fuí
como ese muchacho, yo servía mesas en la taberna de mi pueblo...
¿Pero cómo es posible?
Así es, señor gobernador. Yo
vengo de una familia muy pobre, empecé a trabajar desde los doce años. No le
voy a contar mi historia, pero quiero que sepa que porque he estado abajo, sé cómo
se siente ser tratado como usted ha tratado a ese muchacho. Y una cosa le
aseguro, yo soy la misma persona, ahora que tengo dinero, que cuando no lo
tenía y eso, gracias a los valores que me enseñó mi madre. Porque el hombre no
vale por lo que tiene, sino por lo que es. Hay muchos ricos que no valen nada y
muchos pobres que valen oro. Todos nacemos igual: sin nada y todos morimos
igual: sin nada. No importa si en este mundo fuimos ricos o pobres, cuando lo
dejamos, nada material nos llevamos. Todos nos hemos de presentar ante Dios de
la misma manera, para El somos todos iguales, así que si para El somos todos
iguales, ¿quiénes somos nosotros para hacer diferencias?
El empresario terminó de hablar
y calmadamente prosiguió con su cena, dejando a todos consternados y
pensativos, especialmente el gobernador, quien esa noche había recibido la
lección más grande de su vida.
Porque no hay acepción de
personas para con Dios. Romanos 2:11
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