Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
«Himno
a la caridad: 1Co 12,31—13,13»
La caridad es la bienaventuranza,
camino de
salvación.
La
caridad es una identidad del verdadero evangelizador, sin caridad, el alma
habla de Dios, pero se jacta en sí mismo, hasta apartarse de la Iglesia
Católica. La Caridad nos identifica con Cristo Jesús, la caridad nos
perfecciona en el amor de Dios, purificándonos de la mundanidad.
Sin
caridad no se acepta a la Madre de Dios como nuestra intercesora, sin caridad
hay desobediencia a la Iglesia Católica. Porque la caridad no es rebelde.
El
misericordioso vence todo respeto humano, el corazón caritativo siempre está al
lado de Cristo y con Él, ayuda a su prójimo acercándolo a Dios para que se
salve. Sin la Iglesia Católica, no hay verdadera misericordia con nadie.
La
caridad corta de raíz con la maldad, con el pecado. EL misericordioso deja al
rebelde por el camino de la insolencia, pues no responde a Dios con amor y
respeto. El insolente no quiere corregirse, y se convence que sus errores son
caminos de verdad, es un pobre ciego.
No
es suficiente conocer las Sagradas Escrituras de memoria, pues eso hacen los
herejes. Nuestro enemigo el demonio se sabe de memoria la Sagrada Escritura,
pero es el gran enemigo de las almas.
Es
necesario que nosotros estemos unidos a los Sagrados Corazones de Jesús y María
Santísima. Sin una verdadera devoción a María Santísima, no seríamos seguidores
de Cristo Jesús.
Cuando
nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, vencemos al mundo en Cristo Jesús, que
ha sido el vencedor, pues nosotros no podríamos vencer al mundo, si Cristo no
estuviera a nuestro lado, que cuando nos ha llamado a seguirle, le estamos
siguiendo, pero queremos hacerlo con perseverancia. Pues en nuestra debilidad
nos alejamos del camino de la salvación para volver a la corrupción de la
mundanidad. Pero no pactamos con el mundo, no lo aceptamos, aunque estamos
viviendo en él, y nos estamos sirviendo de distintas ocasiones pero siempre
para alabanza y gloria de Dios.
La
caridad no es egoísta, no se envanece ni presume de nada.
Himno
a la caridad: 1Co 12,31—13,13:
12,31
Aspirad a los carismas mejores. Sin embargo, todavía os voy a mostrar un camino
más excelente.
13,1
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos.
2
Y aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la
ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo
caridad, no sería nada.
3
Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme
quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía.
4
La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con
soberbia, no se jacta, 5 no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no
toma en cuenta el mal, 6 no se alegra por la injusticia, se complace en la
verdad; 7 todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8
La caridad nunca acaba. Las profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la
ciencia quedará anulada. 9 Porque ahora nuestro conocimiento es imperfecto, e
imperfecta nuestra profecía. 10 Pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo
imperfecto. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño,
razonaba como niño. Cuando he llegado a ser hombre, me he desprendido de las
cosas de niño. 12 Porque ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces
veremos cara a cara. Ahora conozco de modo imperfecto, entonces conoceré como
soy conocido. 13 Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: las tres
virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad.
El
himno a la caridad es una de las más bellas páginas de San Pablo; todo él va
encaminado a cantar la excelencia del amor, y lo hace desde tres aspectos:
superioridad y necesidad absoluta de este don (vv. 1-3); características y
manifestaciones concretas (vv. 4-7); permanencia eterna de la caridad (vv.
8-13).
La
caridad es un don tan excelente, que sin ella los demás pierden su razón de ser
(vv. 1-3). Para mayor claridad San Pablo menciona los que parecen más
extraordinarios: el don de lenguas, la ciencia, los actos heroicos; sin
embargo, por encima de estos dones está el amor efectivo y eficaz: «Nuestro
amor no se confunde con una postura sentimental, tampoco con la simple
camaradería, ni con el poco claro afán de ayudar a los otros para demostrarnos
a nosotros mismos que somos superiores. Es convivir con el prójimo, venerar
—insisto— la imagen de Dios que hay en cada hombre, procurando que también él
la contemple, para que sepa dirigirse a Cristo» (S. Josemaría Escrivá, Amigos
de Dios, n. 230).
En
la enumeración de las cualidades de la caridad (vv. 4-7), las más importantes
son la paciencia y la benignidad, que en la Biblia se atribuyen a Dios (cfr Sal
145,8): «El amor es paciente, porque lleva con ecuanimidad los males que le
infligen. Es benigno porque devuelve bienes por males. No es envidioso porque
como no apetece nada en este mundo, no sabe lo que es envidiar las
prosperidades terrenas. No obra con soberbia, porque anhela con ansiedad el
premio de la retribución interior y no se exalta por los bienes exteriores. No
se jacta, porque sólo se dilata por el amor de Dios y del prójimo e ignora
cuanto se aparta de la rectitud. No es ambicioso, porque, mientras con todo
ardor anda solícito de sus propios asuntos internos, no sale fuera de sí para
desear los bienes ajenos. No busca lo suyo, porque desprecia, como ajenas,
cuantas cosas posee transitoriamente aquí abajo, ya que no reconoce como propio
más que lo permanente. No se irrita, y, aunque las injurias vengan a
provocarle, no se deja conmover por la venganza, ya que por pesados que sean
los trabajos de aquí espera, para después, premios mayores. No toma en cuenta
el mal, porque ha afincado su pensamiento en el amor de la pureza, y mientras
que ha arrancado de raíz todo odio, es incapaz de alimentar en su corazón
ninguna aversión. No se alegra por la injusticia, ya que no alimenta hacia
todos sino afecto y no disfruta con la ruina de sus adversarios. Se complace
con la verdad, porque amando a los demás como a sí mismo, cuanto encuentra de
bueno en ellos le agrada como si se tratara de un aumento de su propio
provecho» (San Gregorio Magno, Moralia 10, 7-8.10).
La
caridad es mayor que todos los demás dones de Dios (v. 13), pues cada uno de
ellos nos es concedido para que alcancemos la perfección y la bienaventuranza
definitiva; la caridad, en cambio, es la misma bienaventuranza.
*
Los textos de la primera epístola a los Corintios 13, y estas explicaciones
doctrinales la podemos meditar en el Nuevo Testamento (La Sagrada Biblia,
Eunsa).
Publicado
por José Luis en 9:54
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Etiquetas:
Nuevo Testamento (Eunsa), Reflexiones espirituales, Sagrada Biblia Eunsa
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