Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
El Papa Francisco en su viaje pastoral a
Estados Unidos
"El dolor aquí es palpable",
el
Papa en la Zona Cero de Nueva York
El Papa acude al lugar donde cayeron
las
Torres Gemelas - ANSA
25/09/2015 18:24SHARE:
(RV).- Después de visitar el Memorial de la
Zona Cero donde ocurrió el ataque terrorista de las Torres Gemelas de Nueva
York y de saludar a las familias de las víctimas de este atentado ocurrido en
el 2001, el Santo Padre participó en un emocionante encuentro interreligioso
donde se leyeron cinco meditaciones por la Paz.
El Papa confesó que el dolor en esta Zona
Cero “es palpable”, y sobre los monumentos que ahora ocupan los lugares donde
estaban las torres que son fuentes dijo: “El agua que vemos correr hacia ese
centro vacío nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de
aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los
conflictos. Es el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la lógica
de la violencia, del odio, de la revancha”.
Palabras del Papa
Me produce distintos sentimientos, emociones,
estar en la Zona Cero donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto
insensato de destrucción. Aquí el dolor es palpable. El agua que vemos correr
hacia ese centro vacío nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el
poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar
los conflictos. Es el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la
lógica de la violencia, del odio, de la revancha. Una lógica que lo único que
puede causar es dolor, sufrimiento, destrucción, lágrimas. El agua cayendo es
símbolo también de nuestras lágrimas. Lágrimas por las destrucciones de ayer,
que se unen a tantas destrucciones de hoy. Este es un lugar donde lloramos,
lloramos el dolor que provoca sentir la impotencia frente a la injusticia,
frente al fratricidio, frente a la incapacidad de solucionar nuestras
diferencias dialogando. En este lugar lloramos la pérdida injusta y gratuita de
inocentes por no poder encontrar soluciones en pos del bien común. Es agua que
nos recuerda el llanto de ayer y el llanto de hoy.
Hace unos minutos encontré a algunas familias
de los primeros socorristas caídos en servicio. En el encuentro pude constatar
una vez más cómo la destrucción nunca es impersonal, abstracta o de cosas;
sino, que por sobre todo, tiene rostro e historia, es concreta, posee nombres.
En los familiares, se puede ver el rostro del dolor, un dolor que nos deja
atónitos y grita al cielo.
Pero a
su vez, ellos me han sabido mostrar la otra cara de este atentado, la otra cara
de su dolor: el poder del amor y del recuerdo. Un recuerdo que no nos deja
vacíos. El nombre de tantos seres queridos están escritos aquí en lo que eran
las bases de las torres, así los podemos ver, tocar y nunca olvidar.
Aquí,
en medio del dolor lacerante, podemos palpar la capacidad de bondad heroica de
la que es capaz también el ser humano, la fuerza oculta a la que siempre
debemos apelar. En el momento de mayor dolor, sufrimiento, ustedes fueron
testigos de los mayores actos de entrega y ayuda. Manos tendidas, vidas
entregadas. En una metrópoli que puede parecer impersonal, anónima, de grandes
soledades, fueron capaces de mostrar la potente solidaridad de la mutua ayuda,
del amor y del sacrificio personal. En ese momento no era una cuestión de
sangre, de origen, de barrio, de religión o de opción política; era cuestión de
solidaridad, de emergencia, de hermandad. Era cuestión de humanidad. Los
bomberos de Nueva York entraron en las torres que se estaban cayendo sin
prestar tanta atención a la propia vida. Muchos cayeron en servicio y con en su
sacrificio permitieron la vida de tantos otros.
Este lugar de muerte se transforma también en
un lugar de vida, de vidas salvadas, un canto que nos lleva a afirmar que la
vida siempre está destinada a triunfar sobre los profetas de la destrucción,
sobre la muerte, que el bien siempre despertará sobre el mal, que la
reconciliación y la unidad vencerán á sobre el odio y la división.
En este lugar de dolor y de recuerdo, me
llena de esperanza la oportunidad de asociarme a los líderes que representan
las muchas tradiciones religiosas que enriquecen la vida de esta gran ciudad.
Espero que nuestra presencia aquí sea un signo potente de nuestras ganas de
compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación, fuerzas de paz
y justicia en esta comunidad y a lo largo y ancho de nuestro mundo. En las
diferencias, en las discrepancias, es posible vivir un mundo de paz. Frente a
todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos desde las
diferentes lenguas, culturas, religiones y alzar la voz a todo lo que quiera
impedirlo. Juntos hoy somos invitados a decir «no» a todo intento uniformante y
«sí» a una diferencia aceptada y reconciliada.
Y para
eso necesitamos desterrar de nosotros sentimientos de odio, de venganza, de
rencor. Y sabemos que eso solo es posible como un don del cielo. Aquí, en este
lugar de la memoria, cada uno a su manera, pero juntos, les propongo hacer un
momento de silencio y oración. Pidamos al cielo el don de empeñarnos por la
causa de la paz. Paz en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestras
escuelas, en nuestras comunidades. Paz en esos lugares donde la guerra parece
no tener fin. Paz en esos rostros que lo único que han conocido ha sido el
dolor. Paz en este mundo vasto que Dios nos lo ha dado como casa de todos y
para todos. Tan solo, PAZ. Oremos en
silencio.
Así, la vida de nuestros seres queridos no
será una vida que quedará en el olvido, sino que se hará presente cada vez que
luchemos por ser profetas de construcción, profetas de reconciliación, profetas
de paz.
http://es.radiovaticana.va/news/2015/09/25/el_dolor_aqu%C3%AD_es_palpable,_el_papa_en_la_zona_cero_de_nuev/1174740
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