Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Un
artículo muy interesante.
Tenemos
miedo a la MUERTE y el esconderla no quita el miedo, sino que lo aumenta.
Es
parte de la vida terrena del hombre creado por Dios, para vivir después de LA PRUEBA, que tiene lugar en esta tierra.
La
libertad del hombre, a imagen y semejanza del Dios, ayuda a descubrir tu lugar
en el espacio y tiempo que nos toca vivir aquí.
Si descubres o te dejas descubrir y no te escondes de Dios, también esta
vida merece la pena vivirla, porque la fe nos descubre que Dios se hizo Hombre
por amor, para ayudarte a superar lo que para muchos sería irremediable, pero
para el que tiene fe es algo que vale la pena, porque hay un después.
Por todo ello, porque vives en un lugar y tiempo, porque no vives solo y te han ayudado o has ayudado a vivir, es necesario aprender a morir para VIVIR. Franja.
Hasta aquí el responsable de este blog.
Morir en casa
Publicado el 10/11/2015
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Friendly morir-en-casa
La
mayoría de las personas mueren fuera de su hogar, en hospitales. Sin embargo,
nos gustaría morir en casa y en paz. Sería una manera de morir bien, de forma
menos dramática y más normal. Pero para ello hay que aceptar la muerte,
insertarla dentro de la vida y estar preparados para cuando llegue. Es lo que
defiende el reconocido psiquiatra pamplonés Vicente Madoz en su reciente libro
Vivir la muerte.
Hasta
hace unos años, morir en casa era lo normal; ahora, en cambio, intentamos por
todos los medios alejar la muerte de lo cotidiano y esconderla en los
hospitales, donde tenemos la falsa sensación de que la anulamos. “Morir en casa
–defiende Madoz– es una opción radical, dado que el morir es un proceso
natural, inherente a la existencia humana e inseparable de la misma, como el
nacer, y ambos constituyen, como realidad vivida, uno de los dos límites
esenciales de lo conocido”. Por eso, no es sensato desnaturalizarlo
tecnificándolo.
Cuando no haya más que hacer, llevadme a casa!!!
El
autor cree que morir en casa aporta innegables beneficios y que es una opción
proactiva y positiva que no se improvisa. El moribundo, mejor dicho, el
muriente no debe dejarse llevar por los cantos de sirena de la medicina
tecnocrática, idealizada e idolatrada, por la fiebre del experimentalismo, de
la paralización por el pánico o de intervencionismos alocados, no debe sucumbir
a la “conspiración del miedo”.
Morir en casa
Morir
en casa, sigue diciendo Madoz, es una opción que exige pensarla con tiempo,
evaluarla con cuidado y tener las ideas muy claras. Si optamos por ella, habrá
que reclamarla e incluso exigirla, porque merece la pena, y mucho. La casa
propia es el lugar más adecuado para morir porque aporta los nutrientes vitales
que nos han ido configurando y marcando a lo largo de nuestra biografía
personal. Ese hogar ha significado el fuego (sentido etimológico de hogar) que
nos ha vitalizado y moldeado, la fuente de lo más auténtico y veraz de nuestra
existencia, el manantial de amor que nos ha alimentado y ha depositado en
nosotros esa “memoria del corazón”, esos recuerdos que condensan nuestra
biografía personal.
La
muerte se dignifica en casa, lugar donde se encuentran íntimamente ligados los
dos radicales de la existencia humana: el espacio y el tiempo. Allí, como
explica Madoz, el muriente muere:
Con
silencio suficiente y en el marco de unos espacios precisos de soledad íntima.
Con
la necesaria paz, consciencia, reflexión y autoría.
Ajeno
a atontamientos farmacológicos exagerados.
En
un entorno ecológico, equilibrado y propio, fuera de escenarios nuevos,
extraños e incluso aterrorizantes.
Acompañado
de los seres más significativos.
En
un clima humano que facilite la asunción del hecho natural de la muerte.
El
alejamiento de la muerte del medio doméstico –concluye Madoz– está haciendo un
daño enorme al medio familiar tanto en su preparación individual y grupal para
su duelo como en la conformación de un sistema doméstico posterior sólido y
cercano.
Los familiares necesitan participar de la muerte del difunto para
aprender de cerca su propio morir y reconsiderar el sentido de su vida en su
totalidad.
Nos dio una gran última lección.
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Un sacerdote amigo en Rusia.
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