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domingo, 22 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY, 2015

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona



SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

Cristo Rey

Consagración a Cristo Rey

Ordenada por S. S. Pío XI para el día de Cristo Rey
(último domingo del Año Litúrgico,
en este año de 2015,
 el 22 de noviembre.)

Oración: 
Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. 
Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.
Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino. Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumnidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos! Amén.




¡CHRISTUS VINCIT!
¡CHRISTUS REGNAT!
¡CHRISTUS IMPERAT!

Himno:¨ de las 2 VÍSPERAS

 OH PRÍNCIPE ABSOLUTO DE LOS SIGLOS
*
Oh príncipe absoluto de los siglos,
oh Jesucristo, rey de las naciones:
te confesamos árbitro supremo
de las mentes y de los corazones.
*
En la tierra te adoran los mortales
y los santos te alaban en el cielo,
unidos a sus voces te aclamamos
proclamándote rey del universo.
*
Oh Jesucristo, príncipe pacífico:
somete a los espíritus rebeldes,
y haz que encuentren el rumbo los perdidos
y que en un solo aprisco se congreguen.
*
Para eso pendes de una cruz sangrienta,
y abres en ella tus divinos brazos;
para eso muestras en tu pecho herido
tu ardiente corazón atravesado.

Para eso estás oculto en los altares
tras las imágenes del pan y el vino;
para eso viertes de tu pecho abierto
sangre de salvación para tus hijos.
 *
Por regir con amor el universo,
glorificado seas, Jesucristo,
y que contigo y con tu eterno Padre
también reciba gloria el Santo Espíritu. Amén.

 

Oración a Cristo Rey.

 ¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado para Vos.  Ejerced sobre mí todos vuestros derechos.  Renuevo mis promesas del Bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y muy en particular me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia.
¡Divino Corazón de Jesús! Os ofrezco mis pobres acciones, para que todos los corazones reconozcan  vuestra Sagrada Realeza, y que así el reinado de vuestra paz
se establezca en el Universo entero. Amén.


Una hermosa meditación para este día

 34°. Domingo Ordinario B. Cristo Rey - Juan 18,33-37.

Hoy, último Domingo de Calendario Litúrgico, dedicado a celebrar la festividad de Jesucristo Rey. Una solemnidad moderna que nos gusta mucho a los creyentes.

Instituida por la Iglesia precisamente en los tiempos de la democracia, para demostrar que la soberanía de Jesucristo no tiene condicionamientos humanos, ni es Jesucristo un Jefe elegido por votación popular, ni va a ser un día echado de su trono o suplantado por otro rival que le venga a privar de sus derechos.

Empezamos por escuchar al mismo Jesús, que reivindica su condición real ante una autoridad civil, la cual le puede hacer pagar caro su atrevimiento de proclamarse Rey. Condenado ya como blasfemo por la Asamblea del pueblo judío, Jesús es llevado al tribunal de Roma, que no se va a meter en cuestiones religiosas sino en asuntos civiles. Y empieza Pilato por la pregunta clave:

- ¿Tú eres el rey de los judíos?
Jesús sabe muy bien que esto no lo puede decir Pilato por cuenta suya, sino por otros que se los han ido a contar para prevenirlo en contra del acusado. Así que Jesús le pregunta a su vez:
- ¿Lo dices esto por ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí?

Pilato se molesta un poco, aunque le muestra a Jesús respeto y temor:
- ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

Jesús le contesta, porque la pregunta es sincera, y, además, se la hace la autoridad:
- Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis vasallos hubiesen luchado por mí, para no ser entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí abajo.

Hay mucha dignidad en estas palabras de Jesús, de modo que Pilato, pagano y que nada sabe de la religión judía, sospecha algo misterioso. Por eso vuelve a la primera pregunta, haciéndosela más concreta:
- Entonces, ¿tú eres rey?

Jesús sigue el diálogo con Pilato en un plano de mucha seriedad y sinceridad:
- Sí; yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad, escucha mi palabra.

Pilato no entiende. Pero se da cuenta de que tiene delante de sí a una persona muy especial. De ahí sus esfuerzos por salvarlo de las iras y del griterío que le viene de la calle, azuzada como está la gente por los jefes del pueblo. Su pecado, como le insinuará después el mismo Jesús, es estar haciendo caso a los enemigos personales de este reo en vez de atender los gritos de su conciencia. Jesús le deja como palabra última a Pilato esta confesión:
- Yo soy rey. Aunque mi reino no es de este mundo.

Y Pilato, que quede tranquilo... Jesús no causará ningún problema a los romanos, desde el momento que le asegura que su reino no es político sino espiritual, no de este mundo sino del otro...

Juan escribe su Evangelio para los cristianos, y más que narrar con taquigrafía el dialogo de Jesús con Pilato, quiere hacer ver que aquella calumnia lanzada contra Jesús—de que había sido condenado por revoltoso contra Roma—, carecía de todo Fundamento.

La Iglesia de nuestros días ha reflexionado mucho sobre este hecho de la realeza de Jesucristo. Y ha mantenido y mantiene una fiesta que para muchos es inoportuna. El mundo  —que se aleja de Dios con un laicismo y una secularización tan peligrosos—, ha de saber que por encima de los acontecimientos humanos y sobre los gustos de la sociedad hay un Rey que reivindica los derechos de Dios.

Ese mundo debe rendirse a Dios, y Jesucristo se proclama Rey para ser el primer testigo de la verdad.
A su Iglesia la constituye signo visible de esta autoridad que Él mantiene sobre el Reino de Dios en el mundo, y le encarga transformar las estructuras sociales de un modo conforme con el querer de Dios. Jesucristo es Rey, y por eso hace de nosotros los cristianos un pueblo real, libre de toda esclavitud.

En particular nosotros los laicos  —instruidos por el Concilio—, sabemos que participamos  de la realeza de Jesucristo; somos reconocidos como encargados de promocionar a la persona humana; y se nos encarga meter el Evangelio en la sociedad como el fermento en la masa, llenando del espíritu de Jesucristo todas las realidades sociales, ya que estamos metidos dentro de todas las vicisitudes del pueblo.

Esta nuestra vocación dentro del Pueblo de Dios es un testimonio de la realeza de Cristo. Porque, si Jesucristo no fuera Rey y no tuviera el dominio y la soberanía sobre todos los hombres y sobre todas las cosas, ¿con qué derecho y autoridad, o con qué título legítimo, nos presentaríamos nosotros ante los demás para hacerles cambiar de opinión, para mudar sus estructuras y modos de ser, para transformar el mundo conforme a nuestro parecer y nuestros gustos?...

Aunque este parecer y estos gustos no son nuestros —afortunadamente—, sino del mismo Jesucristo y de su Iglesia. Por eso hablamos con decisión, a la vez que con humildad. Porque no hacemos otra cosa sino convertirnos en eco de la voz de Jesucristo, único Rey Señor. ¡Jesucristo es Rey!

Lo proclamamos nosotros a los cuatro vientos con humildad gozosa. Lo proclamaron con valentía ante las balas muchos mártires modernos. Y esta fe que profesan nuestros labios, la queremos proclamar, sobre todo, con la  fidelidad diaria a nuestros deberes cristianos.

 CONFECCIONADO POR FRANJA
Leer más: 

TÚ, SEÑOR, ERES…EL CENTRO
En el centro de la rueda, Tú  Señor, eres el eje
En el centro de la historia,  Tú Señor, eres la página central
En el centro de la humanidad,  Tú Señor, eres el corazón
En el centro de la Iglesia,  Tú Señor, eres su cabeza
En el centro de la vida  cristiana, Tú Señor, eres su motor
En el centro de la caridad,  Tú Señor, eres su empuje
En el centro del amor, Tú  Señor, eres la razón para regalarlo

En el centro de la alegría,  Tú Señor, eres la fuente que la ofrece
En el centro de la  fortaleza, Tú Señor, eres el secreto que la produce
En el centro de la fe, Tú  Señor, eres su razón
En el centro de la  Eucaristía, Tu Señor, eres quien la hace real
En el centro de la oración,  Tú Señor, eres quien la hace verdadera
En el centro de la verdad,  Tú Señor, eres quien la hace buena
En el centro de la humildad,  Tú Señor, eres quien no la hace falsa

Tú, Señor, por ser Rey  conoces nuestro vivir
De qué madera está  construido el hogar de nuestras almas
Por dónde vamos y por qué y  por quién nos movemos
Haz, Señor, que –como amigos  tuyos-
podamos seguir caminando  hacia ese Reino de paz y de justicia
de verdad y de gracia, de  alegría y de esperanza
Que, lo comenzamos a  levantar y conquistar en la tierra,
pero lo viviremos y  disfrutaremos eternamente en el cielo.
¡Entonces cara a cara, sí  que te veremos, gran Rey!

Javier Leoz


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