Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
SEGUNDO DOMINGO DE SAN JOSÉ
SEGUNDO DOMINGO DE SAN JOSÉ
Libro:
Dolores y
Gozos de San José
Segundo dolor y gozo
Jesús Martínez
García
Ed. Rialp. Madrid,
2000
Segundo dolor y gozo
Bienaventurado
Patriarca san José, que fuiste elegido para hacer las veces de padre del Hijo
de Dios hecho hombre. El dolor que sentiste al ver nacer al Niño en tanta
pobreza, se trocó pronto en un gozo celestial cuando oíste los armoniosos
conciertos de los Ángeles, y fuiste testigo de los acontecimientos de aquella
luminosa noche.
Por este dolor y
gozo te suplicamos nos alcances que, al término de nuestra vida, oigamos las
alabanzas de los Ángeles y gocemos del resplandor de la gloria celestial.
(Padrenuestro,
Avemaría y Gloria)
Segundo dolor
Vino a los suyos, y
los suyos no le recibieron (Jn 1,11).
José va con su
esposa a empadronarse a Belén, porque ambos descienden de la casa de David.
Después de varios días de camino, por fin llegaron. Estando allí, a María se le
cumplieron los días de dar a luz (Lc 2,6). Las casas estaban llenas, la posada
también, no quedaba libre ni un rincón para que el Niño pudiera nacer.
La pena de no poder
dar al Mesías lo mejor ensombrece el rostro de José. María le saca de sus
pensamientos. Desde encima de la mula le dice con su mirada: «No te preocupes;
ya nos arreglaremos». Y a las afueras del pueblo se van, a una cueva.
A veces Dios permite
que suframos y pasemos necesidad porque ése es el clima propicio para que Él
pueda nacer en nuestro corazón. Cuando sienta en mi vida la pobreza o la
soledad, diré: «Señor, yo sí te quiero recibir; cuenta conmigo».
Segundo gozo
Fueron deprisa y
encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre (Lc 2,16).
Cuando nace un niño
se olvidan los sufrimientos porque ahí delante, sonriendo, está ese don del
cielo que es la vida humana. José, además, tiene delante de sí al Hijo de Dios.
Siente la alegría de tener a Dios cerca, muy cerca.
Van llegando unos
pastores que, por indicación de ángeles, quieren ver al Salvador. Y se organiza
la fiesta con panderetas y zambombas porque también ellos han encontrado al
Niño Dios. El canto de miles de coros angélicos envuelve las voces de los
pastores, manifestando que es fiesta en el cielo y en la tierra.
María conservaba
todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 2,19). José también las
pondera y nos enseña que la oración consiste en esto, en contemplar a Dios y
ver nuestra vida a la luz de la vida de Jesús. Entonces, el corazón se enciende
y rompe a cantar de alegría.
REFLEXIÓN:
¿Advierto que Dios
permite el mal en el mundo -las injusticias, el desprecio, la humillación-
porque respeta la libertad humana, pero que de todo podemos sacar bienes
sobrenaturales?
¿Sé reconocer el mal
que hago a los demás -y sobre todo el mal que hago al pecar- al comprobar el
daño que me hacen otros?
¿Procuro alegrar la
vida de los que me rodean o me encierro en mis problemas personales? ¿Sé que la
puerta de la felicidad se abre siempre hacia afuera -dándome-, nunca hacia
dentro?
¿Comprendo que a
veces cuesta sonreír, pero puede ser lo que alguien espera de mí?
¿Me doy cuenta de
que lo que más necesitan los demás es que les hable de Dios?
PROPÓSITO:
Hacer cada día unos
minutos de oración para ponderar en mi corazón en qué puedo yo ayudar a alguien
ese día.
ORACIÓN:
Bienaventurado José,
maestro de oración, haz que yo descubra a Dios cerca de mí, y la alegría que le
doy cuando me dirijo a Él. Ayúdame a comprender en la contrariedad que Dios me
espera para enriquecer mi vida interior, para olvidarme de mí y darme a los
demás. Así sea.
Jesús, José y María,
os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María,
asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María,
con vos descanse en paz el alma mía.
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