Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Comentario personal del autor del Blog.
Un artículo que me ha gustado y que estoy completamente de acuerdo. No se le explica muchas veces a los alumnos la necesidad de habituarse al trabajo personal, que no es solo el tiempo que están en el Colegio en horas de clase. Si no se habitúan al trabajo de los deberes, -con un poco de medida, porque no son para que los hagan los padres- no serán personas con los valores que hoy exige una sociedad más competitiva. Que nunca debe ser la de buscar el dinero fácil y con el mínimo esfuerzo. Y así nos va!!!
Franja
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de profesores
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deberes
José
Benigno Freire,
Profesor
de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad
de Navarra
Sí
a los deberes para casa, con perdón
10/05/16
Publicado en Diari de Tarragona
El
debate del sí o el no a los deberes para casa reaparece con cíclica y testaruda
frecuencia. Sin embargo, no es algo posmoderno, no; viene de antaño, muy
antaño. Mi primera noticia acerca de esta controversia se remonta a Platón y
Aristóteles, discípulo y maestro. Una controversia suscitada en el contexto de
una pedagogía que acentuaba la felicidad de los niños y se inscribía en el
mismo sistema educativo, que diríamos hoy. Resulta curioso que aún se
mantengan, a favor y en contra, los mismos argumentos de aquella antigua
polémica; cambiando los decires y las circunstancias, lógicamente. Pero
transitan el mismo chip razonador.
Platón
sustentaba la tesis de un aprendizaje divertido y juguetón; primando ese
aspecto lúdico tan connatural a la infancia. Aristóteles, sin desdecir a su
maestro, defendía que se enseñara claramente la diferencia entre juego y
trabajo. Una cosa es trabajar (estudiar) y otra
muy distinta jugar. Generalmente, el trabajo profesional, para
cualquiera, se erige en el eje axial sobre el que girará su vida laboral,
social, familiar, económica… De ahí la radical importancia de iniciarles en la
seriedad y responsabilidad del trabajo, desde chiquitines. Yo soy decidido y
abiertamente aristotélico.
La
psicología actual demuestra, con rotunda evidencia, el valor del juego en la
maduración psicosomática de la infancia, y su importancia en el proceso de
socialización; sin reducirlo a un elemento meramente lúdico o a una necesidad
de esparcimiento. No obstante, el juego ha de ser compatible, y complementario,
con la dedicación de tiempo para consolidar el hábito del trabajo personal. El
estudio, la formación, requieren impepinablemente esfuerzo personal. Necesidad
que aumenta según se avanza en el nivel de estudios o de profesionalización.
Incluso en las tareas más ligadas a la práctica se requiere repetir y repetir
hasta lograr instaurar la destreza o habilidad requerida. En este sentido
resultan paradigmáticos los estudiantes de piano: ¡cuántas horas sentados
frente al teclado, y cuántas veces ensayan y ensayan la misma pieza!
Por
eso los niños han de aprender, cuanto antes, a administrar sus tiempos. Y los
deberes constituyen un ejercicio eficacísimo para lograr instaurar hábitos de
trabajo personal. Creo que la polémica debería variar el ángulo y no debatir
acerca de su necesidad, sino sobre criterios de adecuación, proporcionalidad,
progresividad… En este punto serán bien recibidas grandes dosis de sentido
común, equilibrio y mesura: según la edad, nivel de estudios, horario escolar,
espacio para la vida familiar y el ocio, etc. Y desterrar radicalmente dos
nefastos posibles vicios: por un lado, que los deberes de los alumnos ahorren
trabajo de aula a los profesores; de otro, que los padres acaben por hacerle
los deberes a sus hijos.
Reitero:
la finalidad principal (no exclusiva) de los deberes consiste en instaurar y
consolidar la práctica del trabajo personal, imprescindible para cualquier
proceso de formación. Tal vez pueda parecer una razón excesivamente simplista,
pero la experiencia demuestra tercamente lo contrario. En Chile utilizan una
gráfica y simpática expresión popular: la inteligencia entiende lo que la pompa
aguante. Y la pompa es… !la pompa!: la parte del cuerpo que mejor se acomoda a
la silla. Si prefieren lo expreso más delicadamente: sitzfleisch (calentar
asiento). Se sorprenderían de la cantidad de expedientes universitarios
mediocres resultado de la impotencia para aguantar en la mesa de estudio a lo
largo del primer y el segundo curso…
El
estudio personal, además, no se circunscribe exclusivamente para el período de
formación, también se extiende a la etapa profesional. La noción de formación continua
ya pertenece al acervo de lo comúnmente aceptado, cuando tres décadas atrás
aparecía como algo novedoso e innovador. Desengañémonos: los trabajadores
perezosillos están en su puesto de trabajo al menos ocho horas; por menos… te
despiden. Un profesional competente, además de rendir el tiempo, se actualiza
continuamente, y eso casi nunca se logra en el horario laboral y con toda la
ayuda por parte de la institución empleadora. Siempre sucedió así, pero se
agudiza en los tiempos por venir; los nuevos yacimientos de trabajo demandan
personal muy cualificado y especializado. Los de formación media, corrientilla,
se toparán con arduas e incomodas dificultades de empleabilidad. Ahora prima la
formación cualificada, el alto nivel de competencia profesional, lo cual
requiere impepinablemente –insisto- formación intensa y concienzuda.
Quizá
se me cuestione por no tomar en consideración los modernos postulados de la
pedagogía y la psicología que enfatizan la rentabilidad y eficiencia de la
creatividad, el pensamiento intuitivo, la superdotación, el poder de la
autoestima… Los asumo, y los apruebo. Sin embargo, me atengo a aquella
convicción de Picasso: creo en la inspiración, pero cuando la inspiración
aparezca mejor será que te encuentre trabajando…
¿Y
si alguien discrepa de mi opinión? Pues retóricamente le insultaré llamándole
Platón. Insulto que, en mi opinión, resulta bastante honroso…
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