O¡NO TODO VALE! Por Javier Leoz
Dice una conocida sentencia: “Una cosa
no es justa por el hecho de ser ley. Ha de ser ley porque es justa”. El hombre,
que anhela su propia libertad (sin más límites que la propia conciencia) está
inclinado a rechazar todas aquellas normas, o mínimas pautas, que vayan en
contra de esa idea: yo soy dueño de mi vida, de mi historia y de todo lo que
pienso y realizo. ¿O no es así? ¿No hay una práctica rebeldía del hombre
contemporáneo a todo lo que se le impone como ley?
1.- El evangelio de este domingo VI nos
viene estupendamente. Frente al “todo vale” que, en cierta manera nos propaga
el mundo, Jesús nos dice el “pero yo os digo”.
-Frente al aborto (porque el ser humano
es dueño de su propio cuerpo), el Señor nos recuerda que –el 5º mandamiento-
sigue tan vigente como lo conoció y escuchó Moisés: “¡No matarás! “Y que, la
vida, viene de Dios y, sólo Dios, puede disponer de ella.
-Frente al olvido o la marginación de
los más mayores (cuando la sociedad afirma que ya han cumplido), el Señor nos
trae a la memoria el 4º punto de lo revelado por Dios en el Monte Sinaí
“honrarás y respetarás a tus padres”.
-Frente a la opulencia (en contraste
escandaloso con los países más pobres), en este día de Manos Unidas que lucha
por el desarrollo de los pueblos más desfavorecidos y hambrientos, el Señor nos
lleva al segundo mandamiento: “amarás al prójimo como a ti mismo”.
-Frente al intento de absolutizar leyes
y normas que siendo indignas se exigen a todas las personas sin derecho a objeción
de conciencia (como recientemente reclamaba el Papa Benedicto XVI), Jesús nos
recuerda que, sólo Dios, es digno de ser adorado y de ser tenido como suprema
ley a favor del hombre.
2.- La Palabra de Dios, sus leyes, no
son ningún adorno para la humanidad. Es la constatación de un hecho real:
muchos de los que creemos en el Señor no tenemos orientada suficientemente, y
con fortaleza cimentada, nuestra vida en el Reino de Jesús. Dios, y es así, no
es ningún adorno: si su Ley fuera cumplida muchos dramas del mundo serían
superados.
3.- Jesús no quiere esclavos de su
Reino. Hay un dicho que dice algo así “la letra con sangre entra”. La ley del
Señor, desde el momento en que está sustentada en el amor, requiere discípulos
libres (no obligados), con luz propia (no con imitaciones), con sal y picante
(no derretidos o vencidos). A nadie se nos obliga a creer y, por lo tanto,
cumplir la voluntad de Dios, esperar en El y en sus promesas nos lleva a la
siguiente conclusión: vivir según Dios es un gran regalo. Un privilegio que el
Señor nos recuerda en el evangelio que acabamos de escuchar.
Cristo que sabe cómo se está con Dios
metido en el corazón, desea para nosotros lo mismo: la felicidad auténtica. ¿Y
cómo se alcanza? Sirviéndole con alegría y con prontitud, con entusiasmo y con
diligencia, con perfección y con humildad.
4.- Iba un peregrino camino de
Compostela y, en un anochecer, mirando hacia las estrellas preguntó: “Señor;
¿qué quieres de mí? Vivo según tu Palabra y camino por tus sendas. Te busco…y
no sé si acabo de encontrarte. Una voz, desde lo más profundo del silencio le
contestó: “te quiero a Ti”.
Esta es la ley del Señor. Sus
mandamientos están encaminados precisamente hacia ello: a un encuentro real,
misterioso y personal entre Dios y el hombre.
DOMINGO VI DEL
TIEMPO ORDINARIO
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