Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
¿Para qué sirven los curas?
Bodas de oro de sacerdote (Franja)
¿Sirven para algo los curas?
Autor:
Fr. Nelson Medina, OP |
Fuente: www.fraynelson.com
Fuente: www.fraynelson.com
Los
sacerdotes, esos hombres tan raros
que sólo sirven para servir
que sólo sirven para servir
• LOS CURAS SIRVEN PARA
SERVIR. Lo decía
el padre a su hijo seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba,
siempre dispuesta a ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna;
gastándose una vez y otra, pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. Los
curas han aprendido bien las palabras del Maestro: "Yo no he venido a ser
servido, sino a servir" (Me 10, 44). Un cura que no sirve, no sirve.
perdonar los pecados
• LOS CURAS SIRVEN PARA
PERDONAR. Antes
que maestros y litúrgos son testigos de la misericordia divina. En un mundo
violento y dividido, ellos son portadores del diálogo y del perdón. Están
siempre ahí, como casa de acogida. Abren sus puertas cada día para escuchar
confidencias, para quitar cargas, para devolver la alegría y la esperanza.
iluminar dando doctrina
• LOS CURAS SIRVEN PARA
ILUMINAR. Son
portadores de la palabra de Dios, que tratan de explicar y de vivir. Cuando nos
cegamos con los espejismos y seducciones del mundo, ellos nos recuerdan las
Bienaventuranzas. Cuando nos movemos a ras de tierra, ellos nos señalan el cielo.
Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, ellos nos descubren la
presencia de Dios en todo.
interceder ente el Amigo
• SIRVEN PARA INTERCEDER. El sacerdote prolonga la mediación de
Jesucristo. Por eso es llamado pontífice, constructor de puentes entre el cielo
y la tierra. Habla a Dios de los hombres y habla a los hombres de Dios. Decía
San Juan de Avila: "Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de
decir, criadores de Dios... Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios
cuando estuviera, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia de que
Dios oye sus oraciones y tengan tanta familiaridad con El".
Catequesis de los jóvenes amor preferencial del sacerdote
• SIRVEN PARA HACER PRESENTE
A JESUCRISTO. Todo
sacerdote está llamado a ser otro Cristo. El sacerdote está para repetir las
palabras y los gestos de Jesús, para continuar sus pasos y desvelar su
presencia, para prolongar y actualizar su amor generoso. Y esto a dos niveles:
el sacramental y el de la vida.
Benedicto XVI un luz en el mundo de hoy
• SIRVEN PARA SER EL ALMA DEL
MUNDO. En un mundo sin
espíritu, ellos son el alma, la luz, la sal y el perfume. Sin el sacerdote todo
sería un poco más feo y oscuro. "Sacerdote no es el que se limita a hacer
cosas, sino a hacer santos". (G. Rovirosa). Es verdad que, en cierta
medida, a todo cristiano se le puede aplicar cuanto llevamos dicho, pero el
sacerdote tiene vivencias y urgencias especiales.
Gracias,
hermanos sacerdotes, por vuestra "inútil" luminosidad. Manda Señor,
sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo sirven para servir.
Fr. Nelson M.Pd.
Confeccionado con imágenes
por Franja
Espero que si os ha gustado y aclarado ideas
lo hagáis llegar a vuestros amigos.
http://santamariadebaionadiocesistuy-vigo.blogspot.com.es/2012/11/para-que-sirven-los-curas.html
Una reflexión a propósito de este artículo sobre la necesidad de los sacerdotes.
Lo normal es que un sacerdote se confiese cada ocho días
Una reflexión a propósito de este artículo sobre la necesidad de los sacerdotes.
Lo normal es que un sacerdote se confiese cada ocho días
¿Confesar
yo mis pecados a otro hombre, igual que yo?
—¿Y no es
demasiado pedir que haya que confesarse y manifestar los propios errores ante
otro hombre?
Cuando un
hombre se arrodilla en el confesonario porque ha pecado –escribe George
Weigel–, en aquel preciso momento contribuye a aumentar su propia dignidad como
hombre.
Aunque
esos pecados pesen mucho en su conciencia, y hayan disminuido gravemente su
dignidad, el acto en sí de volverse hacia Dios es una manifestación de la
especial dignidad del hombre, de su grandeza espiritual, de la grandeza del
encuentro personal entre el hombre y Dios en la verdad interior de su
conciencia.
Los no
creyentes se preguntan si es apropiado revelar los más íntimos secretos a
alguien que tal vez sea un extraño. La confesión fue, sin duda, una innovación
audaz de la fe cristiana.
Es un
mandato del propio Jesucristo a su Iglesia, cuando dio a los apóstoles ese
poder para perdonar los pecados: a quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
El Padre Pío (S. Pío de Pietrelcina)
conocía de antemano
los pecados de los que se confesaban con él.
La
confesión es una de
las innovaciones más
impresionantes del Evangelio.
Por otra
parte, cuando el sacerdote confiesa, además de perdonar los pecados, actúa de
alguna manera como acompañante del drama de la vida de otro hombre. Acompaña a
otro ser humano como él, estimula su criterio espiritual, le ayuda a hacer más
profunda su fe y a mejorar su discernimiento cristiano, que no ha de quedar en
una mera letanía de prohibiciones morales.
En el
confesonario, el sacerdote se encuentra con el hombre en lo más hondo de su
humanidad, ayuda a cada persona a internarse en el drama cristiano de su propia
vida, única e irrepetible. Un drama lleno de paz y esperanza, pero presidido
por la inevitable tensión dramática de la vida: la tensión entre la persona que
soy y la que debo ser.
reconciliar al hombre con Dios
La Iglesia
busca reconciliar al hombre con Dios, con los otros hombres, con toda la
creación. Y una de las maneras que tiene de hacerlo es recordar al mundo la
realidad del pecado, porque esa reconciliación es imposible sin nombrar el mal
que origina la división y la ruptura.
El pecado
es una parte esencial de la verdad acerca del hombre. El hombre puede hacer el
mal, y lo hace. Y abre con ello una doble herida: en él mismo y en sus
relaciones con su familia, amigos, vecinos, colegas y hasta con la gente que no
conoce. Llamar
por su nombre al bien y al mal es el
primer paso hacia la conversión, el
perdón, la reconciliación, la
reconstrucción de cada hombre y de toda
la humanidad. Tomarse
en serio el pecado es tomarse en serio la libertad humana. Cuanto más se
acercan los hombres a Dios, más se acercan a lo más profundo de su humanidad y
a la verdad del mundo.
Dios no
desea sino nuestro propio bien. Desobedecer sus mandatos es ir contra nuestra
verdad como hombres, causarnos daño a nosotros mismos.
“El
pecado –ha escrito Javier Echevarría– no se queda en algo periférico que deja
inmutado al que lo realiza. Precisamente por su condición de acto contra
nuestra verdad, contra lo que verdaderamente somos y lo que verdaderamente
estamos llamados a ser, incide en lo más íntimo de nuestra naturaleza humana,
deformándola. Todo pecado hiere al hombre, descompone el equilibrio entre la
dimensión sensible y la espiritual, y genera en el alma un desorden íntimo
entre las diversas facultades: la inteligencia, la voluntad, la afectividad.
Después,
y como consecuencia del pecado, nuestras potencias operativas aparecen
debilitadas y, frecuentemente, en conflicto entre sí: a la mente, sometida al
influjo de las pasiones, le resulta arduo acoger la luz de la verdad y
separarla de las nieblas de lo falso; la voluntad encuentra dificultad para
elegir el bien, y se siente tenazmente atraída por la búsqueda de la
autoafirmación y del placer, aun cuando se opongan al bien y a la justicia;
nuestros afectos y deseos tienden a centrarse con egoísmo en nosotros mismos”.
Pecar es
dar la espalda a Dios. A partir del momento en que reconozcas la verdad –esa
verdad sencilla y liberadora, bien presente y clara cuando no nos resistimos a
verla–, a partir de ese momento en que –en palabras de Lloyd Alexander– has
tenido el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y
de darle su verdadero nombre, a partir de entonces carece de poder sobre ti y
puedes superarlo. A. Aguiló
Confeccionado con imágenes
por Franja
Yo doy gracias a Dios por haber conocido a los sacerdotes que me han ayudado y que continúan mostrándome el camino para descubrir el Amor de Jesús presente y que pasaba desapercibido en mi vida. Gracias por enseñarme a ir cogiendo vuelo aunque sea torpe y no sea capaz de mover mis alas todo lo bien que quisiera. ¡GRACIAS!
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