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Reflexión
sobre la Santísima Trinidad
D.
Ignacio en este mes de mayo publicó en la Hoja Parroquial El Valle una
enriquecedora reflexión sobre la Santísima Trinidad. Desde aquí le animamos a
que edite de forma virtual esta maravilla de hoja parroquial porque nos puede
ayudar en nuestra formación.
El
26 de este mes de mayo es la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Conviene
hacer una pequeña meditación que nos acerque al Dios Trino en personas, tal
como nos lo ha revelado Jesús: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo
Unigénito del Padre nos lo ha dado a conocer" (Ioh. 1, 18).
Se
trata de una realidad fascinante que nos invita a la penetración de ese
misterio inefable de la vida íntima de Dios. Hemos de tener en cuenta, sin
embargo, que la revelación de la Trinidad nos es una verdad estática sino dinámica,
con unas exigencias concretas para la vivencia habitual de nuestra fe. El Dios
en quien nosotros creemos existe tripersonalmente, y la Sagrada Escritura nos
lo muestra en su profundo dinamismo. Dios se expresa trinitariamente en su
obrar con el hombre y para el hombre: El Padre envía al mundo su Hijo, no para
juzgar el mundo sino para que el mundo se salve por Él; Padre e Hijo envían al
Espíritu Santo, a quien se atribuye la plena santificación de las almas.
El
hombre es imagen de la Trinidad.
Dios
no dijo: "Hágase el hombre", como dijo: "Hágase la luz";
Dios no dijo: "Produzca la tierra hombres", como dijo: "
Produzca la tierra hierba y árboles de toda clase"; Dios no dijo:
"Haya hombres que pueblen la tierra", como dijo: "Haya peces que
llenen los mares y aves que llenen el firmamento", Dios, el día sexto,
como si la Trinidad se reuniese en consejo , dijo: "Hagamos al
hombre". Es un tono personal, más íntimo, más denso. El parangón, el
modelo, no lo toma de las cosas ya creadas. Dios mismo es el modelo:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". El hombre es la
semejanza de Dios.
Una
escena del Evangelio: los fariseos preguntan a Jesús, si es lícito pagar
tributos al César. Él les pidió una moneda del censo, y preguntó: "¿De
quién es esta imagen?". Le dijeron que del César. Pues ya está; "dad
al César lo que es del César". Pero, ¿de quién es imagen el hombre? De
Dios. Pues dad a Dios lo que es de Dios lo que es de Dios. De Dios es el cuerpo
con sus sentidos; de Dios es el alma con sus potencias. Todo es de Dios, todo
debe llevar su sello divino.
Cuando
una persona se entrega así a Dios, en alma y cuerpo, Dios toma posesión de
ella. Es la inhabitación trinitaria, que arranca del bautismo en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y que se da cuando el hombre tiene en su
alma la gracia divina.
La
inhabitación trinitaria incluye estos elementos:
1.-
La liberación del pecado, ya que es propio de la amistad la eliminación de los
agravios, de las ofensas.
2.-
El andar en compañía del Amigo y conversar amigablemente con Él. Es la oración,
el trato de amistad, la contemplación amorosa.
3.-
Tener, con el Amigo, un mismo querer y un mismo sentir. Como dice Jesús:
"Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos". Identificación con el
querer de Dios: ¿Lo quieres, Señor? Yo también lo quiero.
Es
claro que Dios habita en el alma como en un templo; lo dice San Pablo:
"Vosotros sois templos del Dios vivo". Pues bien, un templo debe ser
santo: "Domum meam decet sanctitudo", a mi Casa le conviene la
santidad.
Para
que el hombre llegue a la bienaventuranza divina que, por naturaleza, es propia
de Dios Trinidad, necesita:
-mediante
la perfección espiritual, (el ser) asemenjarse a Dios;
-actuar
conforme a esa misma perfección de Espíritu (el obrar, que sigue al ser).
Es
decir, vivir en gracia; vivir el dinamismo de la gracia.
Recogido del Blog Católico de Santa María de Baredo:
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