Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
REFLEXIONEMOS LEYENDO
EL CUENTO: “VIRTUDES CHOIQUE”
Virtudes Choique
Autor: Joaquín Durán
Hace un año puse este cuento en el blog parroquial y hace dos días, mas el día de ayer, tuvo más de 2.500 visitas. En algunos países de América era el día del maestro, lo que debió ocasionar el número de visitas al bscar en Internet el cuento de la maestra, Dª. Virtudes Choique. Por eso lo actualizo para que sea ás fácil dar con el. Franja.
Una escuela, enseñanza con valores
Había
una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos que iban a aquel lugar
a estudiar, llegaban a caballo, en burro, en mula y en patas.
en medio de las montañas
Como
suele suceder en estas escuelitas perdidas, el lugar tenía una sola maestra,
una solita, que amasaba el pan, trabajaba en una quintita, hacía sonar la
campana y también hacía la limpieza.
una maestra de valores
Me
olvidaba: la maestra de aquella escuela se llamaba Virtudes Choique. Era una
morocha muy linda. Y me olvidaba de otra cosa,
VIRTUDES CHOIQUE ordeñaba cuatro cabras, y encima era una maestra llena
de inventos, cuentos y expediciones.
una maestra de las antiguas
Ella
vivía en la escuela. Al final de la hilera de bancos, tenía un catre y una
cocinita. Allí vivía, cantaba con la guitarra y allí golpeaba el bombo y la caja.
Los
chicos no se perdían un solo día de clase. Principalmente porque la Señorita Virtudes
tenía tiempo para ellos. Además, sabía hacer mimos y de vez en cuando jugaba al
fútbol con ellos. En último lugar estaba el mate cocido de leche de cabra que
Virtudes servía cada mañana.
maestra y tutora
La
cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:
-¡Miren,
miren...! ¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno.
El padre
y la madre miraron, y vieron unas letras coloradas. Como no sabían leer,
pidieron al hijo que les dijera, entonces Apolinario leyó:
-“Señores
padres les informo que su hijo Apolinario es el mejor alumno.”
Sus
padres lo abrazaron y se sintieron bendecidos por Dios.
Sin embargo, al día
siguiente, otra chica llevó a su casa algo parecido. Se llamaba Juanita Chuspas
y corrió con su mula al rancho para mostrar lo que había escrito la maestra.
maestra, mucho más que "profesora"
-Señores
padres, les informo que su hija Juanita es la mejor alumna.
Melchorito
Guare llegó a su rancho chillando como un loco de alegría:
-¡Mira mamita! ¡Mira
Tata! La maestra me ha puesto una felicitación, vean:
-“Señores padres les
informo que su hijo Melchor es el mejor alumno.”
Así, los
cincuenta y seis alumnos de la escuela llevaban a sus ranchos una nota que
aseguraba:
-“Su hijo- es el mejor alumno”.
Y así
hubiera quedado todo, si el hijo del boticario no hubiera llevado felicitación.
Porque, les cuento: el boticario Don Pantaleón Minoguye, apenas se enteró de que
su hijo era el mejor alumno, dijo:
-Vamos a hacer una fiesta. ¡Mi hijo es el
mejor de toda la región! Hay que hacer un asado con baile. El hijo de Pantaleón
Minoguye ha honrado a su padre y por eso lo voy a celebrar como Dios manda.
El
boticario escribió una carta a la Señorita Virtudes , la carta decía:
-“Mi estimadísima y distinguidísima
maestra: el sábado que viene voy a dar
un asado en honor a mi hijo. Usted es la primera invitada, le pido que avise a
los demás alumnos, para que vengan al asado con sus padres. Muchas gracias.”
Explicando los valores
Ese día
cada chico voló a su casa para avisar del convite. Y como sucede siempre entre
la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Todo el mundo bajó hasta la casa
del boticario.
Enseguida
se armó la fiesta. El mate iba de mano en mano mientras la carne de cordero se
iba dorando. Por fin, Don Pantaleón dio unas palmadas y pidió silencio. Tomó un
banquito, lo puso en medio del patio, y se subió. Después sacó un papelito y
leyó:
-“Señoras y señores, los he reunido para festejar una noticia que me llena
de orgullo. Mi hijo, mi muchachito, acaba de ser nombrado por la maestra Doña
Virtudes Choique, el mejor alumno. Por eso los invito a levantar el vaso y a
brindar conmigo.”
Contra
lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Padres y madres se miraron
uno a otros hasta que uno protestó:
-Yo no
brindo nada. Acá el único mejor es mi
chico, el Apolinario.
cada hijo es "el mejor" de clase
Ahí
nomás protestó colorado de rabia el padre de Juanita Chuspas:
-¿Qué están
diciendo? Acá la única mejorcita de todos es Juana, mi muchachita.
Empezaron
los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que no, que
el mejor alumno era su hijo.
Hasta
que se oyó la voz de la maestra:
-¡Basta, esto no parece una fiesta!
La gente se
quedó quieta. Todos miraban fiero a la maestra. Por fin uno dijo:
-Usted nos ha
dicho mentiras, nos ha dicho a todos los mismo.
Entonces
sucedió algo notable. Virtudes se rió de contenta y dijo:
-Bueno, ya veo que ni
acá puedo dejar de enseñar. Escuchen bien y abran las orejas, pero sobretodo
abran el corazón. Porque si no entienden, adiós fiesta, yo seré la primera en
marcharme.
Todos
fueron tomando asiento, entonces la señorita habló así:
-Yo no he mentido.
Cuando digo que Melchor Guare es el mejor no miento. Melchorito no sabrá las
tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela.
Cuando
digo que Juanita Chuspas es la mejor no miento. Porque si bien anda floja en
Historia, es la más cariñosa de todas...
Y cuando
digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno tampoco miento. Porque aunque sea desordenado,
es el más dispuesto a ayudar siempre.
Tampoco
miento cuando digo que aquél es el mejor en Matemática..., pero me callo si no
es tan servicial.
Y aquel
otro es el más cuidadoso. Pero me callo si le cuesta participar y contestar las
preguntas.
Y aquél
que es poco hábil jugando a la pelota, es mi mejor alumno en dibujo.
Y
aquella es mi peor alumna en ortografía, pero es la mejor de todas a la hora
del trabajo manual.
¿Debo
seguir explicando? ¿Acaso no entendieron? Soy la maestra y debo construir el
mundo con todos estos chicos. Pues entonces, ¿Con qué levantaré la patria? ¿Con
lo mejor o con lo peor?
todos entendieron de valores
Todos
habían ido bajando la mirada. Cada padre fue
buscar a su hijo. Y lo miró con nuevos ojos. Porque siempre habían visto
principalmente los defectos, y ahora empezaban a sospechar que cada defecto
tiene una virtud que le hace contrapeso.
Y que es
cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor, porque con eso se construye.
Cuenta
la historia que el boticario rompió el largo silencio y dijo: ¡A comer, la
carne está a punto y el festejo hay que multiplicarlos por cincuenta y seis!
Comieron
más felices que nunca. Brindaron. Jugaron al truco, a la escoba, y bailaron
hasta las cuatro de la tarde.
un hermoso rosal bonsai para la profesora
Hace mucho tiempo que no habrás leído una
lección como ésta. Si te ha gustado, pásala, porque muchos
aprenderán que el éxito está en valorar el esfuerzo propio y el
esfuerzo de los demás por encima de los defectos.
Confeccionado por Franja.
conocí en eun pueblo de los Andes a una maestra muy parecida con la de esta historia. Hay personas que saben ver lo mejor de cada uno y nos enseñan que todos somos valiosos, diferentes y únicos. Gracias por compartir con nosotros esta historia que nos hace recordar una lección que a veces olvidamos
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