Blog católico de Javier Olivares-Baiona
DOMUND 2013
3. A menudo, la obra de evangelización
encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A
veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el
mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son
débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es
violentar la libertad. A este respecto, Pablo VI usa palabras iluminadoras:
«Sería... un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos.
Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por
Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres
que luego pueda hacer... es un homenaje a esta libertad» (Exhort, Ap. Evangelii
nuntiandi, 80). Siempre debemos tener el valor y la alegría de proponer, con
respeto, el encuentro con Cristo, de hacernos heraldos de su Evangelio, Jesús
ha venido entre nosotros para mostrarnos el camino de la salvación, y nos ha
confiado la misión de darlo a conocer a todos, hasta los confines de la tierra.
Con frecuencia, vemos que lo que se destaca y se propone es la violencia, la
mentira, el error. Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida
buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior
mismo de la Iglesia.
Porque , en esta perspectiva, es importante no olvidar un
principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar
nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial.
Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor,
en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra
un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no
actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en
unión con la misión de la
Iglesia y en su nombre» (ibíd., 60). Y esto da fuerza a la
misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que
forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo.
DOMUND 2013
MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE
LAS MISIONES 2013
clausura el Año de la fe,
ocasión importante para fortalecer nuestra amistad
con el Señor
y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con
valentía.
En esta prospectiva, quisiera proponer algunas reflexiones.
1. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente para
que lo podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para
hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de
significado, que sea más buena, más bella. Dios nos ama. Pero la fe necesita
ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje de poner
nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita
misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos, sino que se ofrece
a todos generosamente. Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de
ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede
conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si queremos guardarlo
sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles
y enfermos. El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es
un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso
misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial»
(Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad es “adulta”,
cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y
proclama la Palabra
de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a las
“periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de
conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario,
también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de
vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que
comparten con nosotros el camino de la vida.
2. El Año de la fe, a cincuenta años de distancia del inicio del
Concilio Vaticano II, es un estímulo para que toda la Iglesia reciba una
conciencia renovada de su presencia en el mundo contemporáneo, de su misión
entre los pueblos y las naciones. La misionariedad no es sólo una cuestión de
territorios geográficos, sino de pueblos, de culturas e individuos
independientes, precisamente porque los “confines” de la fe no sólo atraviesan
lugares y tradiciones humanas, sino el corazón de cada hombre y cada mujer. El
Concilio Vaticano II destacó de manera especial cómo la tarea misionera, la
tarea de ampliar los confines de la fe es un compromiso de todo bautizado y de
todas las comunidades cristianas: «Viviendo el Pueblo de Dios en comunidades,
sobre todo diocesanas y parroquiales, en las que de algún modo se hace visible,
a ellas pertenece también dar testimonio de Cristo delante de las gentes»
(Decr. Ad gentes, 37). Por tanto, se pide y se invita a toda comunidad a hacer
propio el mandato confiado por Jesús a los Apóstoles de ser sus «testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch
1,8), no como un aspecto secundario de la vida cristiana, sino como un aspecto
esencial: todos somos enviados por los senderos del mundo para caminar con
nuestros hermanos, profesando y dando testimonio de nuestra fe en Cristo y
convirtiéndonos en anunciadores de su Evangelio. Invito a los obispos, a los
sacerdotes, a los consejos presbiterales y pastorales, a cada persona y grupo
responsable en la Iglesia
a dar relieve a la dimensión misionera en los programas pastorales y
formativos, sintiendo que el propio compromiso apostólico no está completo si
no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante las naciones”, ante
todos los pueblos. La misionariedad no es sólo una dimensión programática en la
vida cristiana, sino también una dimensión paradigmática que afecta a todos los
aspectos de la vida cristiana.
4. En nuestra época, la movilidad generalizada y la facilidad de
comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han mezclado entre
sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos de trabajo,
familias enteras se trasladan de un continente a otro; los intercambios
profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos análogos
empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso para las
comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes están de
paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además, en áreas
cada vez más grandes de las regiones tradicionalmente cristianas crece el
número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o
animados por otras creencias. Por tanto, no es raro que algunos bautizados
escojan estilos de vida que les alejan de la fe, convirtiéndolos en necesitados
de una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran parte
de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo. Y que
vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la
economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino
también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la
animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que
causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En
esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro
parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar
con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de
esperanza, reconciliación, comunión; anuncio de la cercanía de Dios, de su
misericordia, de su salvación; anuncio de que el poder del amor de Dios es
capaz de vencer las tinieblas del mal y conducir hacia el camino del bien. El hombre
de nuestro tiempo necesita una luz fuerte que ilumine su camino y que sólo el
encuentro con Cristo puede darle. Traigamos a este mundo, a través de nuestro
testimonio, con amor, la esperanza que se nos da por la fe. La naturaleza
misionera de la Iglesia
no es proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae
esperanza y amor. La Iglesia
–lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una
ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu
Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y
desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de
salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quién guía a la Iglesia en este camino.
5. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de
Cristo, y estoy agradecido especialmente a los misioneros y misioneras, a los
presbíteros fidei donum, a los religiosos y religiosas y a los fieles laicos
–cada vez más numerosos– que, acogiendo la llamada del Señor, dejan su patria
para servir al Evangelio en tierras y culturas diferentes de las suyas. Pero
también me gustaría subrayar que las mismas iglesias jóvenes están trabajando
generosamente en el envío de misioneros a las iglesias que se encuentran en
dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad–
llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la
vida y da esperanza. Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato
de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19) es una
riqueza para cada una de las iglesias particulares, para cada comunidad, y
donar misioneros y misioneras nunca es una pérdida sino una ganancia.
Hago un
llamamiento a todos aquellos que sienten la llamada a responder con generosidad
a la voz del Espíritu Santo, según su estado de vida, y a no tener miedo de ser
generosos con el Señor. Invito también a los obispos, las familias religiosas,
las comunidades y todas las agregaciones cristianas a sostener, con visión de
futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes y a ayudar a las
iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para
fortalecer la comunidad cristiana.Y esta atención debe estar también presente
entre las iglesias que forman parte de una misma Conferencia Episcopal o de una
Región: es importante que las iglesias más ricas en vocaciones ayuden con
generosidad a las que sufren por su escasez.
Al mismo tiempo exhorto a los
misioneros y a las misioneras, especialmente los sacerdotes fidei donum y a los
laicos, a vivir con alegría su precioso servicio en las iglesias a las que son
destinados, y a llevar su alegría y su experiencia a las iglesias de las que
proceden, recordando cómo Pablo y Bernabé, al final de su primer viaje
misionero «contaron todo lo que Dios había hecho a través de ellos y cómo había
abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hch 14,27). Ellos pueden llegar a
ser un camino hacia una especie de “restitución” de la fe, llevando la frescura
de las Iglesias jóvenes, de modo que las Iglesias de antigua cristiandad
redescubran el entusiasmo y la alegría de compartir la fe en un intercambio que
enriquece mutuamente en el camino de seguimiento del Señor.
La solicitud por todas las Iglesias, que el Obispo de Roma comparte
con sus hermanos en el episcopado, encuentra una actuación importante en el
compromiso de las Obras Misionales Pontificias, que tienen como propósito
animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada
comunidad, ya sea reclamando la necesidad de una formación misionera más
profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las
comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del
Evangelio en el mundo.
Por último, me refiero a los cristianos que, en diversas partes del
mundo, se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver
reconocido el derecho a vivirla con dignidad. Ellos son nuestros hermanos y
hermanas, testigos valientes –aún más numerosos que los mártires de los
primeros siglos– que soportan con perseverancia apostólica las diversas formas
de persecución actuales. Muchos también arriesgan su vida por permanecer fieles
al Evangelio de Cristo. Deseo asegurarles que me siento cercano en la oración a
las personas, a las familias y a las comunidades que sufren violencia e
intolerancia, y les repito las palabras consoladoras de Jesús: «Confiad, yo he
vencido al mundo» (Jn 16,33).
Benedicto XVI exhortaba: «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea
glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la
relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al
futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero» (Carta Ap. Porta fidei,
15). Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año.
Bendigo de corazón a los misioneros y misioneras, y a todos los que acompañan y
apoyan este compromiso fundamental de la Iglesia para que el anuncio del Evangelio pueda
resonar en todos los rincones de la tierra, y nosotros, ministros del Evangelio
y misioneros, experimentaremos “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”
(Pablo VI, Exhort. Ap. Evangelii nuntiandi, 80).
Vaticano, 19 de mayo de 2013, Solemnidad de Pentecostés
FRANCISCO
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PREGUNTAS FRECUENTES:
¿Qué es el DOMUND?
El Domingo Mundial de las Misiones es el día en que toda la Iglesia universal reza por la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, y colabora económicamente con ellos en su labor, especialmente entre los más pobres y necesitados.
¿Por qué el DOMUND?
El 37% de la Iglesia católica lo constituyen territorios de misión, un total de 1.100 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la ayuda personal de misioneros y misioneras y de la colaboración económica de otras Iglesias para realizar su labor.
¿Para qué el DOMUND?
Con los donativos se subvenciona el sostenimiento de los misioneros y sus colaboradores. También se atienden otras necesidades especiales: construcción de iglesias y capillas, formación cristiana, compra de vehículos..., además de desarrollar proyectos sociales, educativos y sanitarios.
¿Cómo se distribuye
el dinero del DOMUND?
La Asamblea Plenaria de los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, que se celebra cada año en Roma, distribuye equitativamente entre las solicitudes presentadas por los misioneros la totalidad de las aportaciones llegadas de todo el mundo. Por eso se pide la colaboración con el DOMUND sin hacer referencia a proyectos concretos.
¿Cómo colaboran los fieles?
Con un donativo en la Jornada, haciéndose socio con una cuota, contratando la tarjeta VISA-DOMUND o haciendo beneficiario en testamentos y legados al Domund.
Familia misionera
¿Llega a los misioneros
todo el dinero?
El donativo que cada fiel entrega para las misiones es recogido en la Dirección Nacional de OMP y enviado a los territorios de misión, salvo un mínimo porcentaje para gastos de administración.
situaciones de emergencia
¿Atienden los misioneros
situaciones de emergencia?
Ante catástrofes naturales o bélicas, los misioneros canalizan la ayuda de organizaciones sociales y se dedican a atender a los damnificados. El DOMUND colabora con ellos principalmente para que puedan permanecer en la misión tras esas situaciones de especial emergencia humanitaria.
Un ejemplo de entrega.
Beata Teresa de Calcuta
¿Qué es la obra de la
"Propagación de la Fe"
y cuándo nació?
La Obra Pontificia de la Propagación de la fe es una institución universal de la Iglesia de cooperación con las misiones a través de la oración, el sacrificio, la promoción de las vocaciones misioneras y la cooperación económica y material de los cristianos de todo el mundo.
Esta Obra nació en Lyon, Francia, en 1822, por iniciativa de la joven Paulina Jaricot. Comenzó implicando a los trabajadores locales para que apoyasen las misiones con una pequeña limosna cada semana.
Un siglo después, establecida ya la Obra en casi todos los países del mundo, el Papa Pío XI la convirtió en el cauce oficial de toda la Iglesia católica para ayudar espiritual y económicamente a la actividad
misionera de la Iglesia.
misioneras de la caridad
Saber más:
EL ROSARIO MISIONERO
El Rosario Misionero es una forma de oración que toma como base al
Rosario tradicional, en la cual, por intercesión de María, se pide al Padre por
las intenciones y necesidades de todo el mundo. En cada uno de los misterios se
pone como intención a uno de los cinco continentes. Las cinco decenas se
identifican con colores, que representan a cada uno de los cinco continentes
desde el punto de vista misional, y recuerdan al que reza, la intención
misional de cada decena.
El 1° Misterio, de color
verde, se reza por Africa. El color verde, nos recuerda las verdes selvas
habitadas por nuestros hermanos africanos.
El 2° Misterio, de color
rojo, se reza por América. El color rojo, simboliza la sangre derramada por los
mártires que dieron su vida durante la evangelización de este continente.
El 3° Misterio, de color
blanco, se reza por Europa. El color blanco, nos recuerda a la raza aria,
originaria de este continente y al color de las vestiduras del papa, que
también tiene en él su sede.
El 4° Misterio, de color
azul, se reza por Oceanía. El color azul nos habla de Oceanía, con sus miles de
islas esparcidas en las azules aguas del Océano Pacífico.
El 5° Misterio, de color
amarillo, se reza por Asia. El color amarillo nos trae a la memoria el Asia,
poblado e gran parte por razas de este color.
Forma de Rezarlo
Se rezan los
misterios que correspondan al día de la semana, anunciando al comienzo de cada
misterio, el continente por el cual se ofrece, y algunas intenciones
relacionadas con la situación que está viviendo ese continente, tanto en lo
social, como en el ámbito eclesial, y pidiendo por la conversión de los que ahí
no conocen a Cristo, por las vocaciones nativas de ese continente, y por los
misioneros que allí trabajan.
Las tres Ave
Marías finales se rezan para que en nuestra patria aumente el espíritu
misionero y, ante todo, para suscitar muchas vocaciones sacerdotales y
religiosas y de laicos misioneros. Al terminar el Rosario Misionero, se ha rodeado
el mundo entero, abrazando a todos los continentes y a todos los hombres en una
gran oración universal.
Ver más acerca del Rosario Misionero:
Este es un pequeño servicio,
que puede dar inmensos frutos a la misión de la Iglesia universal, puesto
que la actividad de tantos que trabajan al servicio de la evangelización de
nada serviría si no hubieran detrás de ellos otros tantos “misioneros”
ofreciendo su oración y sacrificios por la misión
Saber más:
http://webcatolicodejavier.org/domund.html
Carta de Nuestro Obispo, D. Luis
Para el DOMUND 2013
Carta de Nuestro Obispo, D. Luis
Para el DOMUND 2013
El DOMUND del Año de la
Fe
El próximo Domingo celebraremos el día del Domund. El papa Pío XI estableció
esta Jornada en el año 1926 con el nombre de “ Domingo Mundial de las Misiones”
que, a partir del año 1943, es conocida como DOMUND en todos los ámbitos
eclesiales de lengua castellana. Es la primera de las Jornadas Mundiales
establecidas por la Santa
Sede y que tiene, como sabemos bien todos, una extraordinaria
tradición entre nosotros. Nuestra Diócesis de Tui-Vigo ha vivido siempre esta
Jornada con gran implicación y queremos seguir haciéndolo así.
El lema del DOMUND de este año es: “ Fe + Caridad = Misión”. El
hecho de que la Jornada
de las Misiones de este año se celebre en el Año de la Fe y casi como clausura del
mismo, nos hace pensar en el carácter esencialmente misionero de nuestra fe. El
que cree está llamado a vivir la caridad como la dimensión primera de su vida.
Y desde una vida vivida en fe y caridad brota la misión. La misión no es una
opción de perfección de alguien que apuesta por una entrega total de su vida al
servicio de los demás en sus cuerpos y en sus almas, sino la manifestación
indispensable
de la vida de quien dice tener fe. Por ello, todos tenemos que ser misioneros
por ser creyentes. De este modo, como dice el Papa Francisco en su Mensaje para
el DOMUND, esta Jornada tiene como finalidad “ animar y profundizar la
conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a
la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios,
ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su
ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo”.
En el Mensaje antes citado, el Papa Francisco nos dice que el
anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y, por ello, es un compromiso
constante de toda la vida de la
Iglesia. Ya el Papa Benedicto nos dejó dicho en la Exhortación Pastoral
Verbum Domini que el impulso misionero es una señal clara de la madurez de una
comunidad eclesial. A este respecto, recalca el Papa Francisco en su Mensaje,
la fuerza de nuestra fe se mide por la capacitad que tenemos de comunicarla a
los demás, por el entusiasmo que mostramos por compartirla con los que caminan
a nuestro lado en la vida, por la fuerza que tenemos para difundirla a los que
están lejos.
La dimensión misionera es sin duda una señal de identidad de
nuestra fe. Tenemos que pedirle al Señor que nos haga sentir profundamente en nuestras
vidas el gozo de ser misioneros de nuestra fe y que nos conceda la generosidad
para colaborar activamente con todos nuestros medios para hacer que
resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio.
En la Jornada
del DOMUND de este año 2013 nuestra Diócesis de Tui-Vigo quiere también aportar
su granito de arena para ayudar económicamente a la ingente labor de nuestros
misioneros y misioneras, que son, sin duda, el tesoro más preciado de nuestra
Iglesia. Sus vidas y sus hermosas y difíciles tareas apostólicas dependen de
nuestra generosidad. Os pido a todos los sacerdotes, a los religiosos y
religiosas, a los consagrados y consagradas y a todos los fieles de nuestra
Diócesis la mayor y la mejor colaboración para que un año más podamos dar lo
mejor de nosotros mismos en esta celebración del DOMUND.
Que la
Santísima Virgen , Madre de las Misiones, bendiga y aliente
nuestro compromiso misionero.
Con mi bendición y con todo mi afecto
Luis Quinteiro Fiuza
Obispo de Tui-Vigo
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