Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Matrimonio sin trampas
Fernando Pascual, L.C.
AutoresCatolicos.org
El abuelo, un día, le dice al nieto lo
que piensa: “Tú y tu esposa hacéis trampas. Después de cuatro años de casado ya
deberíais tener uno o dos hijos”.
Los abuelos son así: dicen lo que
piensan con total libertad. A los padres, en cambio, les da un poco de miedo,
sobre todo para no parecer entrometidos y para no hacer el papel del “suegro
malo”. El problema es que a veces lo que dicen los abuelos duele como verdades
que nos ponen ante problemas nada fáciles.
En el mundo moderno ya parece normal
que unos esposos jóvenes no tengan hijos los primeros años. Todo un sistema de
“trampas”, de anticonceptivos más o menos eficaces, han hecho posible lo que un
experto describió con tres simples palabras: “amor sin hijos”.
Después de varios años, cuando la
pareja deje abierto el camino de la vida, quizá nazcan uno o dos niños. Pero
surgirá en seguida el deseo de cerrar otra vez el grifo, normalmente de modo
casi definitivo (si es que por haber tenido hijos tan tarde la misma naturaleza
diga “basta”, aunque la pareja quiera tener otro niño).
En realidad, usar “trampas”, emplear
métodos anticonceptivos para impedir la llegada de un hijo, va contra un
aspecto muy profundo del amor. Lo propio del amor es darse sin reservas, acoger
plenamente al otro, sin condiciones, sin límites, con generosidad, con alma
grande.
Acoger y darse, en el acto sexual
dentro del matrimonio, significa decir: soy todo para ti. Decirlo con una “voz
mutua”, pronunciada por los dos, con cariño, con respeto, con gozo. Si uno no
quiere, si uno se siente presionado o, peor, amenazado a realizar el acto
sexual, sufre una agresión más o menos grave que le hiere en su dignidad, que
daña el amor, que deja heridas profundas en la vida de pareja.
Pero también produce daños al amor el
darse y el acogerse “a medias”. Aunque los dos estén de acuerdo en usar métodos
artificiales que impiden la concepción.
No es el caso recordar aquí las muchas
técnicas anticonceptivas, algunas de ellas no siempre exentas de peligros para
la salud de la mujer (al alterar su sistema hormonal y algunos aspectos de su
psicología), y otras, aunque muchos no lo saben, con posibles efectos abortivos
(como la espiral u otros métodos hormonales). Lo importante es recordar que en
todas las prácticas anticonceptivas el amor resulta manipulado, al perder su
horizonte propio, natural y espiritual: la apertura a nuevas vidas humanas, a
los hijos.
Volver a presentar esta verdad
permitirá a las parejas jóvenes (o a las parejas ya adultas, pero todavía
fértiles) pensar en su relación bajo la luz de la plenitud, y no bajo la óptica
del miedo. El amor de los esposos no tiene que sentirse amenazado por la
posibilidad de que inicie un embarazo. Cada nuevo hijo no es un rival, sino un
continuador, una plenitud del amor que existe entre sus padres.
Ello no quita el que vivamos en un
mundo difícil, lleno de necesidades, lleno de angustias, con poca seguridad
laboral, con pisos pequeños, con tensiones familiares. Algunas situaciones
realmente graves pueden aconsejar a la pareja el retrasar por un tiempo la
llegada de un hijo. Pero no “con trampas”...
Los métodos naturales, en ese sentido,
permiten a los esposos respetarse plenamente, y respetar la riqueza de su
sexualidad, que no es engañada, manipulada o vivida de modo artificial con el
uso de “técnicas” que implican, en el fondo, falta de respeto hacia uno mismo o
hacia el otro, y una herida (aunque al inicio nadie se dé cuenta) al amor.
El nieto mira al abuelo, y comprende.
Comprende porque sabe cuánto ama el abuelo a la abuela, y cuánto ama a los
hijos y a los nietos nacidos de un “matrimonio sin trampas”.
“Abuelo, tienes
razón. Hemos sido tramposos, quizá yo más, pues le obligué a ella a tomarse
esas píldoras. Pero vamos a hablar. Quizá pronto te daremos la gran noticia, que
será, sobre todo, gran noticia para ella y para mí: acogeremos a ese hijo que
Dios nos quiera mandar porque queremos amarnos como tú y la abuela os
amasteis”.
La razón de los colores en lo escrito ha sido para facilitar su lectura. Es un artículo muy interesante, que puede hacer pensar a más de un matrimonio, La palabra Matrimonio, tiene más dignidad que la palabra pareja en esta ocasión.
Puede hacer que vuelvan a releer los compromisos matrimoniales y a revisar el amor que les ha llevado al matrimonio. Si así no lo hiciesen es probable que su matrimonio se tambalee.
No digamos si se tratan como simple pareja de hecho, como gran parte en estos tiempos, sin compromisos serios. Entonces habrán tenido arena movediza debajo de sus pies desde el primer momento en que lo intentaron. Franja
Flores en honor de nuestros padres,
que se amaron
y así somos hijos del amor
de nuestros padres.
Que Dios los bendiga.
Franja
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