Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Un artículo que me ha gustado y muy orientador para los que andan preocupados. La muerte de Santo Tomás Mora y San Juan Fisher no han sido en vano, seguro!!!
¿Acaso la muerte de Tomás Moro y Juan Fisher
fue en vano?
Al seguir las palabras
de Cristo mismo, la Iglesia enseña siempre que el divorcio
y las nuevas uniones
son adulterio con distinto nombre.
Arzobispo de Denver (EE.UU)
La idea de que se debe
permitir a los católicos casarse de nuevo y comulgar no comenzó con la carta
firmada por el cardenal Kasper y los miembros del episcopado alemán en 1993. Fue de otro
episcopado, el inglés –pionero en experimentar con la doctrina de la Iglesia
hace ya casi 500 años–, cuando la pregunta no era si alguien católico puede
casarse de nuevo, sino si el rey podía casarse otra vez, ya que su esposa, la
reina, no le daba un varón.
Igual que sucede hoy,
que algunos abogan para que reciban la comunión aquellos divorciados que se han
vinculado mediante una nueva unión civil, a los obispos ingleses les incomodó
aceptar el divorcio y las nuevas uniones. En vez de ello, optaron por un
arreglo especial dependiendo de la persona y sus circunstancias, y se le
concedió al rey Enrique VIII la anulación de su matrimonio
bajo una premisa fraudulenta y sin que Roma lo sancionara.
Si el heroísmo «no es
algo que debemos esperar del cristiano común y corriente» como lo ha expresado
el cardenal Walter Kasper, ciertamente no era de esperarlo tampoco del rey de
Inglaterra. En vez de ello, fueron argumentos relacionados con su función –y
cuestiones de satisfacción personal y del bienestar de la nación– lo que
consiguieron su divorcio... Al rey de Inglaterra no se le puede
molestar con pequeñeces y pedirle que no comulgue porque vive un matrimonio
irregular.
El cardenal inglés
Wolsey y los obispos del país –con excepción del obispo John Fisher de
Rochester– apoyaron el intento del rey de anular su matrimonio legítimo. E
igual que Fisher,Tomás Moro, el canciller del rey, que era laico, se negó
a apoyarlo. Ambos murieron mártires y años más tarde fueron canonizados.
«El matrimonio del rey y
la reina que no lo separe ni Dios ni el hombre» dijo Fisher y manifestó
públicamente su indisolubilidad, añadiendo que por este principio estaba
dispuesto a dar su vida. Además afirmó que para San Juan Bautista fue una causa no
menos gloriosa dar su vida por el matrimonio «a pesar que entonces el
matrimonio no tenía la connotación que tiene ahora que Cristo ha derramado su
sangre por la iglesia».
Tomás Moro, San Juan
Bautista y Fisher, fueron decapitados. Hoy los llamamos santos.
Durante el sínodo de la
familia que se está llevando a cabo en Roma, algunos obispos alemanes y sus
partidarios están presionando a la Iglesia para que permita a los divorciados y
vueltos a casar comulgar y recibir el cuerpo de Cristo, mientras que otros obispos
del mundo insisten en que la Iglesia no puede cambiar la enseñanza de Cristo.
Ello nos hace pensar: ¿Creen los obispos alemanes que Santo Tomás Moro y San
John Fisher sacrificaron sus vidas en vano?
Jesús demuestra en su
enseñanza que el sacrificio y la virtud heroica son necesarios para seguirle.
Cuando leemos el Nuevo Testamento con el corazón abierto, un corazón que no
antepone al mundo y la historia antes que el evangelio y la tradición, puede
verse el precio de ser su discípulo; al que cada uno ha sido llamado. Les
vendría bien a los obispos alemanes leerEl precio de la gracia del
mártir luterano Dietrich Bonhoeffer, ya que lo que ellos fomentan es una gracia
barata en vez de la gracia que se recibe a un alto precio,
y hasta hacen caso nulo de las palabras de Jesús: «Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mc 8,
34; Lc 14, 25-27; Jn 12, 24-26).
Pensemos por ejemplo, en
la mujer adúltera que los fariseos llevaron a Jesús para tenderle una trampa,
lo primero que hizo fue protegerla ante sus acusadores y lo segundo invitarla a
dejar su pecado diciéndole «vete» y le mandó «en adelante, no peques más».
La Iglesia católica que
sigue las palabras de Cristo mismo enseña: que el divorcio y las nuevas
uniones son sencillamente adulterio llamado de forma distinta y que,
debido a quela comunión está reservada para el católico que vive en estado
de gracia, aquellos que viven situaciones irregulares no pueden participar en
ese aspecto de la Iglesia; no obstante, son bienvenidos en las parroquias y a
la Eucaristía misma.
El pasado mes de mayo,
el cardenal Kasper dijo en una entrevista al Commonweal que
«no puedo decir si se vive en adulterio» cuando un cristiano divorciado y
arrepentido se involucra en «relaciones sexuales» en nueva unión. En vez de
ello, cree que «es posible la absolución.»
Sin embargo, Cristo
llamó claramente adulterio a casarse de nuevo y dijo que es pecado (Mt 5,32; Mc
10,12; Lc 16,18). En el caso de la samaritana (Juan 4,1-42), Jesús también
confirmó que casarse otra vez no es válido, aunque existan sentimientos de
sinceridad y fidelidad.
Si añadimos a la
ecuación el gran porcentaje de fracasos de nuevas uniones subsecuentes al
divorcio, nadie podría decirnos adónde nos llevaría la lógica del cardenal
Kasper. Por ejemplo,¿debería permitirse la comunión sacramental solamente a
aquellos que entran en nueva unión por primera vez?, y ¿qué hay para los
que se han casado una o dos veces? Obviamente los mismos argumentos que usamos
para diluir las prohibiciones de la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio
también pueden aplicarse al uso de anticonceptivos y cualquier otro aspecto de
la teología apostólica romana que el mundo moderno y egoísta considere difícil.
El predecir hacia dónde
nos llevaría todo esto no es cuestión de augurar el futuro, sino simplemente de
mirar al pasado. Simplemente veamos a la iglesia Anglicana que abrió sus
puertas hasta acoger en su seno el uso de anticonceptivos, –que permite desde
el siglo XX, ya por más de una década y hasta ahora- el divorcio y el volverse
a casar en algunos casos.
El plan B de
los obispos alemanes de hacer las cosas a su manera en
Alemania, aunque vaya en contra de la Iglesia misma, contiene los mismos
fallos. Incluso como anglicano suena raro. Solo piensen en las
palabras que dijo aquél que está a la cabeza de la conferencia episcopal
alemana, el cardenal Marx, a quien la revista National
Catholic Register cita diciendo que la iglesia de Alemania
puede seguir en comunión con Roma en cuestión de doctrina pero que en términos
del cuidado pastoral para casos individuales «el sínodo no puede determinar en
detalle lo que debemos hacer en Alemania». Ciertamente Enrique VIII estaría
muy de acuerdo con ellos.
«No somos una sucursal
de Roma» refuta el cardenal Marx. «Cada conferencia episcopal es responsable
del cuidado pastoral de su propia cultura y debe proclamar el evangelio de
manera propia y única. No podemos esperar que el sínodo dictamine algo, ya que
debemos procurar el ministerio familiar y el matrimonio aquí y ahora».
También los anglicanos
exigieron esa autonomía, a pesar de tener como resultados la división y falta
de miembros de sus comunidades.
No puede negarse que la
iglesia debe ir en pos de los que están al margen de la fe y la misericordia,
pero la misericordia siempre habla con la verdad, nunca dispensa el
pecado y reconoce que la cruz está en el centro del Evangelio. Podemos
recordar las palabras de San Juan Pablo II –que el Papa Francisco citó en su
canonización y lo llamó «el Papa de la familia»–, quien escribiera extensamente
sobre la misericordia dedicando una encíclica al tema y estableciendo la fiesta
a la Divina Misericordia. Para San Juan Pablo II la misericordia es un tema
central para ser leído en contexto de la verdad y a la luz de la escritura, y
no en contraposición a ella.
Sobre las nuevas uniones
y otros temas podría decirse que la enseñanza de la Iglesia, que es lo que
predicó Jesucristo, es sencilla. Pero Cristo mismo no cambió ninguna de sus
enseñanzas para evitar que sus discípulos le abandonasen – ya fuere sobre la
Eucaristía o el matrimonio (Jn 6, 60-71; Mt 19, 3-12). Tampoco John Fisher
cambió su postura para que el rey siguiese siendo católico.
No tenemos que encontrar
más ejemplos sino considerar las palabras de Cristo mismo y San Pedro en el
capítulo 6 del Evangelio de Juan, versículos que nos recuerdan que la enseñanza
de la Eucaristía es difícil de aceptar incluso para los creyentes.
«El espíritu es el que
da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu
y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen».
«Por esto os he dicho
que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre». Desde entonces muchos
de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo a los
Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor,
¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna»…
Como sus discípulos
estamos llamados a oír la voz de Jesús antes que la del mundo, la cultura o la
historia. La voz de Jesús disipa con su luz las tinieblas del mundo y
las culturas. Oremos y pidamos que todos aquellos que están atentos a
la voz del Padre escuchen las palabras de vida eternal ¡sin importar lo difícil
que sea!
+ Samuel Joseph
Aquila, arzobispo de Denver
Publicado originalmente
en Denver Catholic
Traducido por Marisol
Rusell, del equipo de traductores de InfoCatólica
7 comentarios
Muy sabrosos. Puedes ir a verlos en el enlace. Ahora serán bastante más. Franja
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