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Categoría Virtudes teologales | tema
Autor:
Catholic.net | Fuente: Catholic.net
Qué
es la virtud. Tipos de virtudes
Las virtudes como camino para vivir
cerca de Dios y cumplir con nuestra misión aquí en la Tierra.
Qué
es la virtud. Tipos de virtudes
El hombre fue creado por Dios para
vivir eternamente en amistad con Él. Por lo tanto, el hombre está destinado a
la vida eterna y debe vivir de cara a ella.
Para alcanzarla se necesita la gracia
que Dios nos otorga. En otras palabras, Dios es quien da la santidad. Pero como
Dios, siempre, va a respetar la libertad, alcanzar la santidad implica una
respuesta de parte del hombre.
La santidad es la
identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios,
mediante el ejercicio de las virtudes.
Las virtudes son hábitos
buenos que nos llevan a hacer el bien. Podemos tenerlas desde que nacimos o
podemos adquirirlas después. Son un medio muy eficaz para colaborar con Dios,
pues implican que hemos decidido, libre y voluntariamente, hacer el bien, es
decir, cumplir con el plan de Dios.
La virtudes la
disposición habitual y firme de hacer el bien y se adquiere por repetición de
actos o por un don de Dios.
La virtud permite a la persona no
sólo hacer el bien, sino dar lo mejor de sí misma. La persona debe de superarse
siempre como hombre y como cristiano.
El objetivo de una vida virtuosa es
llegar a ser semejantes a Cristo, no es un perfeccionismo, donde la persona
elimina defectos porque considera que no debe de tener tal o cual falla, esto
sería un vanidoso mejoramiento de sí mismo. Tampoco es un narcisismo de verse
bien, que todos piensen que es lo máximo. La virtud no es una higiene moral por
la cual limpio mi persona.
Las virtudes son hábitos operativos,
es decir, hay que actuarlos. No se trata de tener buenas intenciones,
"pensar tengo que ser más ordenado", hay que ser más ordenado.
Por ello es que el hombre debe
encauzar las pasiones para ser un hombre íntegro. Porque las virtudes de
adquieren por medio de actos virtuosos.
La perfección de la que hablamos es
un crecimiento armónico de toda la personalidad, por eso al crecer en una
virtud crecen las demás porque el ejercicio de una virtud implica la práctica
de otras. La laboriosidad exige ser ordenado, responsable, etc. La paciencia
implica la tolerancia, la aceptación, la flexibilidad, etc.
Diferencias entre virtud y valor.
Hoy en día se admira a las personas
que ganan mucho dinero, a las grandes estrellas de la televisión o de la
música, a los grandes deportistas.
Todas estas personas realizan actos
buenos. Estos actos son buenos en sí mismos y tienen un fin bueno, pero no nos
hacen crecer como hombres. No podemos asegurar que un jugador de basquetbol de
fama mundial sea mejor persona que nosotros, únicamente porque él sabe meter
canastas de tres puntos y nosotros no.
Las habilidades físicas, deportivas
o intelectuales, ciertamente son dones que hay que desarrollar con esfuerzo,
pero que por sí mismas, no nos convierten en personas mejores, sino únicamente
en mejores pianistas, deportistas o matemáticos.
También, hay que distinguir las
virtudes de los valores humanos. Los valores están orientados al crecimiento
personal por un convencimiento intelectual: sabemos que si estamos limpios,
seremos mejor aceptados por los demás; sabemos que si mantenemos ordenadas
nuestras cosas, podremos encontrarlas cuando las busquemos.
Los valores son bienes que la
inteligencia del hombre conoce, acepta y vive como algo bueno para él como
persona.
Las virtudes son acciones que nacen
del corazón y están orientadas directamente a un bien espiritual. Estas nos
hacen crecer como personas, a imagen de Dios.
Las virtudes nos llevan a la
perfección, pues disponen todas nuestras potencias, todas nuestras cualidades,
nuestra personalidad entera, para estar en armonía con el plan de Dios;
orientan toda nuestra persona, no sólo nuestros actos, hacia el bien.
Para entender mejor la diferencia
entre valor y virtud, analicemos cómo cambia un valor de acuerdo con las
circunstancias que lo rodean. Son diferentes:
- una persona que cuida a su tía
enferma porque quiere su herencia.
- una persona que cuida a su tía
enferma porque ésta le cae muy bien.
- una persona que siempre está
dispuesta a cuidar a cualquier enfermo, aún sin conocerlo, por amor a Dios y a
los hombres.
Aunque la acción es la misma en los
tres casos, solamente la tercera es una virtud, por ser habitual y permanente.
En los otros dos casos, la persona vive el valor del servicio. En el tercero,
la persona tiene la virtud del servicio.
Las habilidades están orientadas a
“hacer bien” algo específico. Nos hacen ser mejores en algo, pero no mejores
como personas.
Los valores humanos son un bien que
la inteligencia humana toma como tal. En sí mismos son neutros, y dependen del
uso que les demos. Puestos en práctica, los valores nos hacen crecer como
personas.
Las virtudes están orientadas a
cumplir el plan de Dios. Su fin es hacer siempre el bien, independientemente de
las circunstancias. Nos hacen crecer como personas, nos perfeccionan, nos
santifican y edifican la sociedad por ser algo habitual y permanente.
Tipo
Virtudes humanas: son rectos
comportamientos según la ley natural. Perfecciones habituales del entendimiento
y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían
nuestra conducta según la razón y la fe. Se adquieren mediante el esfuerzo
humano. Ej. Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc.
Pero para alcanzar la salvación no
bastan las virtudes humanas naturales, alcanzar la vida eterna no es posible
sin la ayuda de Dios y la acción del Espíritu Santo.
Virtudes cardinales: son las
virtudes humanas más importantes. Se llaman “cardinales” porque son los ejes en
torno a los cuales giran las demás. Cardine en latín, significa el eje de la
puerta. Son: la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza.
Virtudes cristianas: Son rectos
comportamientos según el ejemplo de Cristo en el Evangelio. Podríamos mencionar
la mansedumbre.
Virtudes teologales: son las que se
reciben de Dios por su acción sobrenatural en el alma. Fe, esperanza y caridad.
Virtudes evangélicas: son especiales
acentos del Evangelio entre muchas virtudes que practicó nuestro Señor
Jesucristo. Por ejemplo la humildad, la castidad, la pobreza.
Todo lo que sea contrario a la
virtud son malos hábitos, que llamamos vicios.
Virtudes cardinales
Prudencia: es la capacidad de
conocer, en cada circunstancia, lo que se debe hacer o evitar para conseguir un
fin bueno, y elegir medios apropiados para realizarlo. Para guiar el juicio de
la conciencia, aplica los principios morales al caso particular.
El hombre prudente decide y ordena
según este juicio. Esta es la virtud por excelencia.
Para ejercer la prudencia hay 8
partes integrales que son muy importantes. Cinco pertenecen a lo intelectual y
tres a la práctica:
Memoria: recordar los éxitos y
fracasos del pasado ayuda a orientar sobre lo que hay que hacer. La experiencia
es madre de la ciencia.
Inteligencia: conocer el presente
nos ayuda a discernir sobre lo bueno o malo, conveniente e inconveniente.
Docilidad: saber pedir y aceptar
consejo de personas que saben más. Nadie puede saber todas las respuestas.
Sagacidad: disposición para resolver
los casos urgentes cuando no hay tiempo de pedir consejo.
Razón: cuando después de una
meditación madura se resuelven casos por sí mismos.
Providencia: parte principal de la
prudencia, igual a providencia, es fijarse en el fin que se pretende. Para
actuar con prudencia hay que ordenar los medios al fin.
Circunspección: es tomar en
consideración las circunstancias para juzgar según ellas, si es conveniente o
no hacer o decir algo. Hay ocasiones en que lo que se pretende es bueno y
conveniente, pero debido a las circunstancias, puede resultar negativo. Ej.
Corregir a alguien cuando hay personas ajenas presentes.
Cautela o Precaución: ante los
impedimentos externos que pueden ser obstáculos para conseguir lo que se
pretende. Ej. Evitar la influencia de las malas compañías.
Habrá momentos en que se podría
prescindir de alguna de estas cosas, pero si lo que se pretende es importante
se deben tomar en cuenta todas ellas. ¡Cuántas imprudencias se cometen por no
tomarse el trabajo de hacerlo!.
La prudencia se ejerce no solamente
en lo personal, sino que también tiene una parte social que se dirige al bien
común y abarca el gobierno, la política, la familia y lo militar.
Pecados contra la prudencia:
No buscar a Dios como valor supremo.
La imprudencia que se divide en
tres:
La precipitación que es actuar
inconsiderada y precipitadamente, guiados por la pasión o capricho.
La inconsideración por la cual se
desprecia o se descuida el atender las cosas necesarias.
La inconstancia que es abandonar los
propósitos por motivos sin importancia.
La imprudencia nos puede llevar a
aceptar una circunstancia que nos aleja de Dios. O a buscar a Dios en un medio
que no conduce a Él.
La negligencia que supone la falta
de interés por actuar eficazmente en lo que debe hacerse. Es diferente de la
inconstancia porque en ella no hay ni siquiera el interés por actuar. Cuando se
refiere a algo pertinente a la salvación, el pecado de negligencia es grave. No
toda negligencia es pecado contra la prudencia.
El don del Espíritu Santo que
corresponde a esta virtud es el don de consejo.
La justicia consiste en la constante
y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido.
Es la virtud que equilibra nuestro
trato con las demás personas. Es una virtud muy compleja, una madeja con muchos
hilos.
Para que se diga que alguien es
justo hay que apartarse de cualquier mal que dañe al prójimo o a la sociedad y
hacer el bien debido al otro. No basta con no hacer un mal, sino que hay que
darle lo que se merece.
Tipos de justicia:
Conmutativa: dar a cada uno lo que
merece. Y lo puede merecer por contrato o por derecho adquirido.
General o legal: dar a la sociedad
lo necesario para obtener el bien común. Ej. Pagar impuestos para que haya
hospitales.
Distributiva: dar lo necesario a
cada miembro de la sociedad, según sus derechos naturales o adquiridos.
Social: proteger los derechos
naturales de la sociedad y de sus miembros. Es decir, ni defender tanto a la
sociedad que se perjudique a los ciudadanos, ni defender tanto los derechos de
los individuos que perjudiquemos a otros y a la sociedad.
Vindicativa: restablecer la justicia
lesionada. Porque quien perjudica los derechos de otros tiene el deber de
repararlos.
El don del Espíritu Santo
correspondiente a esta virtud es el don de piedad.
La fortaleza: es la virtud que
asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, superando los
obstáculos que se presentan en el cumplimiento de las propias
responsabilidades.
Cualquier hombre de bien puede tener
esta virtud, pero en el caso del cristiano esta virtud tiene que estar
cimentada en el amor a Dios.
Pecados contra la fortaleza:
La pereza, que es madre de todos los
vicios.
La comodidad excesiva, la ley de
menor esfuerzo.
La impaciencia, la inconstancia, la
terquedad, la insensibilidad o dureza de juicio, la ambición, la vanagloria, la
presunción, la pusilanimidad.
El don del Espíritu Santo que
corresponde a esta virtud es el don de la fortaleza.
La templanza es la virtud que modera
la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes
creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los
deseos en los límites de la honestidad.
Cuando decimos moderar nos referimos
a controlar, no a reducir la cantidad. No hay templanza en emborracharse sólo
una vez cada tres meses, sino en saborear el alcohol sin perder el dominio
sobre sí mismo.
Hablamos de equilibrio, porque hay
sistemas espartanos que llevan a la excesiva rigidez y provocan verdaderos
trastornos en la personalidad.
Los medios que ayudan a vivir la
virtud de la templanza son:
Vigilar: porque los instintos no
mueren.
Orar: porque el pecado original nos
ha desequilibrado y la concupiscencia actúa.
Sacrificio, porque los instintos hay
que disciplinarnos con esfuerzo y continuidad. Hay que caminar por la “senda
derecha”.
El don del Espíritu Santo que
corresponde a esta virtud es el don del temor.
¿Cómo adquirir las virtudes?
Las virtudes no se adquieren de un
día para otro, sino mediante el esfuerzo diario, la repetición de actos buenos
que nacen del corazón, pero no sólo eso: forzosamente necesitamos de la ayuda
de Dios, pues es muy fácil que, debido al ambiente o la distracción, las
utilicemos sólo para nuestra propia conveniencia y nos quedemos sólo en los
valores humanos.
Es cuestión de proponérnoslo y
trabajar en ello. No nos dejemos vencer por la cobardía, por los fracasos, por
el respeto humano. Necesitamos ser tenaces y perseverantes, esforzándonos
continuamente por superarnos. Confiando y aprovechando las gracias que Dios nos
puede dar.
Si hacemos esto todos los días, nos
daremos cuenta, de pronto, de que ya hemos alcanzado las virtudes que tanto
deseábamos y muchas otras que ni siquiera habíamos imaginado.
Algunas personas te podrán decir que
las virtudes son propias de los santos pero no de las personas como nosotros.
Que Dios ayuda a los santos y como magia se convierten en personas virtuosas.
Recuerda que las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas.
Requieren de nuestro esfuerzo y constancia. El hombre virtuoso es el que
practica libremente el bien. Catecismo de la Iglesia Católica ,
nn. 1803-1845
Lectura complementaria:
Lumen Gentium nn 42 y 65
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