Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Uno
de los grandes pecados actuales: querer apoderarse del mundo desconociendo al
dueño del mundo
XXVII
domingo del tiempo ordinario
Todas
las acciones de Dios hacia el hombre son siempre acciones de amor, pues lo que
más le interesa a Dios es amarnos, es buscar nuestro bien. En ese contexto de
amor, Dios decidió crear el mundo como nuestra digna morada, como lugar de
encuentro entre las personas; como signo de su amor tuvo también la confianza
de encomendarnos que cuidáramos y de que siguiéramos ennobleciendo el mundo.
Pues hoy, Dios, también desde su amor, nos invita a cuestionarnos ¿qué hemos
hecho del mundo, qué hemos hecho con su viña?
En
ese sentido, y dando continuidad a la imagen de la viña, el Señor Jesús
presenta otra parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo
rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante
y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje” (Mt. 21, 33; cfr. Is. 5,
1). El resultado que presenta Jesús en la parábola es que, al pedir cuentas,
los hombres que alquilaron la viña trataron mal a los enviados e incluso
mataron al Hijo del propietario, con el fin de apoderarse de la viña. Dios
pregunta a través del profeta Isaías: “¿Qué más puedo hacer por mi viña, que yo
no lo hiciera? ¿Por qué cuando yo esperaba que diera uvas buenas, las dio
agrías?” (Is. 5, 1-7).
En
realidad la parábola expresa uno de los matices más profundos del pecado,
apoderarnos de lo de Dios, pero desconociendo a Dios; adueñarse de la viña,
pero desconociendo al dueño de la viña. Como decía el filósofo alemán F.
Nietzsche, refiriéndose a los ateos modernos y postmodernos y en general a la
sociedad sin Dios, insensatos e hipócritas ateos, quitaron a Dios y se quedaron
con todo lo que se construyó entorno a Dios.
En
este sentido, comenta el Papa Benedicto XVI, a través de la parábola de la
viña, “el Señor habla también con nosotros y de nosotros. –Y agrega- Si abrimos
los ojos, todo lo que se dice ¿no es de hecho una descripción de nuestro
presente?”. Tenemos que responderle al Papa, desde luego que sí, la parábola es
totalmente vigente, pues retomando ese matiz del pecado de querer apoderarnos
de lo de Dios, pero desconociendo a Dios, el hombre actual sigue empeñado en
tener enormes logros materiales, pero no siempre humanos, pues lo material sin
Dios siempre deshumaniza. Por ejemplo hoy tenemos mejores casas, pero a veces
no mejores familias, mejores medios de comunicación pero no mejor entendimiento
entre nosotros, mejores oportunidades de estudio y conocimiento, pero no
siempre mejor comprensión de la verdad o simplemente se vive más desde la
superficialidad, mejores situaciones económicas, pero no más capacidad para
disfrutar la vida.
Aferrarse
en apoderarse de la viña, del mundo, pero desconociendo al dueño, es propio de
necios, es renunciar a la sabiduría de quien la diseñó, de quien sabe los
motivos de cada cosa, del que sabe el ¿por qué? y ¿para qué? La hizo para
nosotros, para que en ella y de ella vivamos. Cuando el ser humano se adentra
en el mundo, pero sin Dios, cree poderlo todo, pero tarde o temprano le vienen
las inseguridades, pues las cosas por sí mismas no lo resuelven todo, el mundo
es un misterio que con la inteligencia podemos penetrar y lograr tanto, pero no
todo. El hombre que camina sin Dios, rápido olvida que el mundo es un lugar de
encuentro para todos, por eso busca adueñarse indebidamente de todo, de ahí
surgen las rivalidades, las envidias y todo lo que confronta agresivamente al
hombre contra el hombre.
¡Señor,
ayúnanos a apreciar y procurar los buenos frutos, como lo sugiere San Pablo: lo
verdadero y noble, lo justo y lo puro, lo amable y honroso, todo lo que sea
virtud y merezca elogio (Flp. 4, 7-9)!
Pbro.
Carlos Sandoval Rangel
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