http://youtu.be/eI-l9ug7S7A
Me ha parecido interesante. Con el pecado pasa como las manchas de tinta, que no se eliminan más, que con un detergente especial. La confesión borra las machas mas negras del alma, si se hace con las condiciones que nos pide el Catecismo de la Iglesia Catolica: Recuerda: el Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados con sinceridad al confesor y cumplir la penitencia. ¿Recordabas bien estas cinco condiciones de una buena confesión?. No descuides la confesión por mucho tiempo, y piensa que nos confesamos para estar en gracia de Dios, en amistad con Dios. Y si estás en gracia o amistad con Dios, puedes acercarte a recibir la Sagrada Eucaristía.
¿Te has dado cuenta de que hay una inflación de comuniones? Los sacerdotes nos damos cuenta de que no se confiesa en la proporción que debiera ser. Por eso se comulga con muy poco fruto y muchas de las veces, por desgracia, y no hay duda, de que lo hagan algunos...sacrílegamente!. Ojalá este artículo recordatorio, con motivo de ese pequeño vídeo, que promueve confesión, y de solo un minuto de duración, sea en verdad un examen para el que lo lea. Recuerda siempre que:La Comunión frecuente, pide la Confesión frecuente. Con cariño, vuestro amigo. Franja.
http://santamariadebaionadiocesistuy-vigo.blogspot.com.es/2010/08/14-excusas-para-no-confesarse.html
Sacramento de la Penitencia: alivio del alma
Por
el Rev. José Eugenio Hoyos Arlington Catholic Herald
En esta ocasión mi encuentro personal con Cristo me llevará afortunadamente a una gran conversión y crecimiento espiritual. Pero para que eso suceda debo darle importancia al Sacramento de la Penitencia y empezar a frecuentarlo.
Jesús nos está siempre esperando en cada confesionario de la Iglesia para ofrecernos su amor, perdón y compasión. La solidaridad de Jesús con los pecadores se manifiesta en su aceptación de compartir la mesa con ellos.
Según la observancia fariseo, un pecador no observante contamina la mesa y los participantes. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: este hombre recibe a los pecadores y come con ellos” (Lc 15, 1-2). Para Jesús comer con los pecadores es “un gesto profético” de aceptación, de reconciliación.
Invitarse a comer u hospedarse es anunciar el perdón y amor de Dios. “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede y en tu casa” (Lc 19, 5). La reconciliación no sólo es liquidar una culpa; es un proceso terapéutico que reactiva el poder sanante del amor redimido: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres y si en algo defraudé…” (Lc 15, 1-2).
El pecado es una estrella obscura en el firmamento de nuestra vida. Para superarlo hay que confesar nuestros pecados ante el sacerdote. Hay que ir a una sanación de mentalidad ante Dios. El catecismo de la Iglesia Católica (1422) nos dice: “Los que se acercan al Sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.”
Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo, y sus oraciones. La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del Sacramento de la Penitencia; “en la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los últimos mandamientos del Decálogo, pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos” (1456).
Querido hermano(a) entra al confesionario sin miedo, confiando en la misericordia de Dios. Confiesa todos tus pecados desde tu última confesión, no es necesario ilustrar todos los pequeños detalles de lo ocurrido. Confiesa tus propios pecados y no los ajenos. El confesionario no es para desahogarse contando lo que nos han hecho otros. Luego el sacerdote te ofrecerá algún consejo e impartirá la penitencia.
En esta época es muy importante practicar el Acto de Contrición. Frecuentar el Sacramento de la Penitencia o de la Reconciliación es una bendición para los creyentes y un alivio para el alma. ¡No tengas miedo!
En esta ocasión mi encuentro personal con Cristo me llevará afortunadamente a una gran conversión y crecimiento espiritual. Pero para que eso suceda debo darle importancia al Sacramento de la Penitencia y empezar a frecuentarlo.
Jesús nos está siempre esperando en cada confesionario de la Iglesia para ofrecernos su amor, perdón y compasión. La solidaridad de Jesús con los pecadores se manifiesta en su aceptación de compartir la mesa con ellos.
Según la observancia fariseo, un pecador no observante contamina la mesa y los participantes. “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: este hombre recibe a los pecadores y come con ellos” (Lc 15, 1-2). Para Jesús comer con los pecadores es “un gesto profético” de aceptación, de reconciliación.
Invitarse a comer u hospedarse es anunciar el perdón y amor de Dios. “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede y en tu casa” (Lc 19, 5). La reconciliación no sólo es liquidar una culpa; es un proceso terapéutico que reactiva el poder sanante del amor redimido: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres y si en algo defraudé…” (Lc 15, 1-2).
El pecado es una estrella obscura en el firmamento de nuestra vida. Para superarlo hay que confesar nuestros pecados ante el sacerdote. Hay que ir a una sanación de mentalidad ante Dios. El catecismo de la Iglesia Católica (1422) nos dice: “Los que se acercan al Sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados.”
Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo, y sus oraciones. La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del Sacramento de la Penitencia; “en la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los últimos mandamientos del Decálogo, pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos” (1456).
Querido hermano(a) entra al confesionario sin miedo, confiando en la misericordia de Dios. Confiesa todos tus pecados desde tu última confesión, no es necesario ilustrar todos los pequeños detalles de lo ocurrido. Confiesa tus propios pecados y no los ajenos. El confesionario no es para desahogarse contando lo que nos han hecho otros. Luego el sacerdote te ofrecerá algún consejo e impartirá la penitencia.
En esta época es muy importante practicar el Acto de Contrición. Frecuentar el Sacramento de la Penitencia o de la Reconciliación es una bendición para los creyentes y un alivio para el alma. ¡No tengas miedo!