Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Oh
Cruz de Cristo: La impresionante oración que el Papa
escribió y rezó en Vía
Crucis 2016
ROMA,
25 Mar. 16 / 04:48 pm (ACI/EWTN Noticias).-
Al concluir el Via Crucis que
presidió este Viernes Santo alrededor del Coliseo Romano acompañado de miles de
fieles, el Papa Francisco rezó una oración que escribió especialmente para esta
ocasión titulada “Oh Cruz de Cristo”.
A
continuación el texto completo de la plegaria del Santo Padre:
Oh
Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del
supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de
muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición,
patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y
hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras
espadas y el silencio infame.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las
mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y
de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos
Pilatos que se lavan las manos.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del
espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y
la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en
vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes
de su propia dignidad.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los
que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso
a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el
terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios
y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los
lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto
paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has
enseñado.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores
de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los
hermanos.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta
denarios entregan a la muerte a cualquier persona.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos
que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable
mercado de la inmoralidad.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos
para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus
puertas.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa
común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus
propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y
descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar
Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia
insensible y anestesiada.
Oh
Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te
seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el
aplauso o la admiración de los demás.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes
que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen
gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y
consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el
silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que
encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven
con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los
mandamientos.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la
profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí
cuando estés en tu reino.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que
saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti
y sin pretender entender tu silencio misterioso.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con
fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente
a los necesitados y maltratados.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con
su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.
Oh
Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un
corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar
mejor, más humano y más justo.
En
ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que
domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la
luz.
Oh
Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado,
líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina
y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor,
suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.
Oh
Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de
la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se
desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del
amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén
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