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¿Ocurriría lo mismo si nos preguntasen qué es para ti Jesús de Nazaret? El silencio, la timidez o el bloqueo mental y verbal, posiblemente, sería la única respuesta.
CONOCER PARA DECIR
Por Javier Leoz
Cuando Francisco convocó el Año de la
Misericordia, lo hacía desde un convencimiento: la falta de conocimiento por
parte de muchos católicos de la persona de Jesucristo y, por supuesto, una
forma de revitalizar, recuperar, consolidar y llegar al fondo de las verdades
más fundamentales de la vida cristiana: el amor reflejado en la Misericordia.
1.- En un mundo que avanza, técnica y
racionalmente a un ritmo de vértigo, los católicos hemos de dar respuesta no
tanto a los interrogantes que la ciencia nos plantea (aunque también) sino más
bien, primero, testimonio de lo que creemos. Para ello, asimismo el Papa
Francisco, al iniciar su pontificado, nos indicaba como pistas de actuación
aquello de caminar, edificar y testimoniar (o confesar).
Es aquí donde, a muchos católicos, nos
dan por goleada –no tanto porque no sepamos responder a muchos retos que la
sociedad nos plantea- sino porque, en realidad, existe un desconocimiento o
desinterés por aquello en lo que creemos o en Aquel en el que hemos sido
bautizados.
Posiblemente si en una encuesta, a pie
de calle, nos preguntasen ¿Quién es para usted este o aquel político? ¿Qué
significa para su vida éste o aquel cantante, artista o deportista? ¿Qué supone
para su forma de pensar este escritor o aquel filósofo? ¿Por qué admira a ese
presentador o divo televisivo….? Tal vez, digo yo, enseguida brotarían decenas
de respuestas.
¿Ocurriría lo mismo si nos preguntasen
qué es para ti Jesús de Nazaret? El silencio, la timidez o el bloqueo mental y
verbal, posiblemente, sería la única respuesta.
2.- Hoy, en este Año de la
Misericordia, es Jesús quien nos interpela: ¿Quién y qué soy yo para ti? ¿Ya
significo algo? ¿Se nota en tu forma de pensar, ver y actuar? El peligro, como
siempre, son las respuestas fáciles y hechas: Tú eres el Hijo de Dios; Tú
naciste en Belén o, como mucho, Tú moriste en la cruz.
Jesús, además de réplicas de cortesía,
quiere conciencia y consciencia de lo que llevamos entre manos. Nosotros no
creemos en algo, sino en Alguien. Un Alguien que, en los momentos más aciagos o
felices de nuestra existencia, aporta valor, coraje o gratitud. Alguien que,
con el nombre de Jesús, necesita adhesiones firmes y no simples verdades
memorizadas (aunque en esto también estamos muy deficientes) que denote que,
nuestra fe y confianza en Él, no sólo es un cumplir un expediente con bautizo,
comunión, confirmación o boda por la Iglesia….sino que, a la hora de la verdad,
es decisivo cuando estamos en el trabajo, en el ocio o en la familia.
3.- ¿Quién es Jesús para nosotros? Si
bendecimos la mesa al mediodía, podremos decir que es Aquel que nos invita a
dar gracias al Padre por los alimentos recibidos. Si perdonamos y amamos,
concluiremos que es Aquel que nos exige hacer lo que Él hizo. Si la eucaristía
de cada domingo es necesidad (y no obligación) podremos contestar que, Jesús,
es la cita más deseada y añorada de la semana. Si en nuestra casa, además de la
caja tonta que es la televisión, conectamos con la Palabra de Dios o nos
asomamos a alguna revista cristiana…podremos concluir que, además de las cosas
del mundo, nos interesa todo lo relativo a Jesús.
Con la espontaneidad a la que siempre
Francisco nos tiene acostumbrados ya hace tres años nos decía que, los
cristianos, después de descubrir a Cristo no podíamos vivir con “cara de
pepinillo de vinagre”. Tal vez porque, entre otras cosas, no es cuestión de
decir con palabras “quién es Cristo para mí” sino, con el semblante, las obras
y el rostro esperanzado…demostrar que, Cristo, es ALGUIEN importante y esencial
en nuestra vida.
4.- ¿QUÉ QUIERO DE TI, SEÑOR?
Vida, de la que tú me ofreces,
o muerte, segura, cierta que yo persigo
y que en el mundo vivo a todas horas
Alegría, que brota desde el fondo de las personas,
o sonrisas, que en surtidores de mentiras,
me refugio en el hombre que errante, busca
¿QUÉ
QUIERES SER PARA MI, SEÑOR?
Respuesta que calme mis heridas,
mi soledad y mi desconcierto,
mi egoísmo y mis debilidades…
o, por el contrario,
dulces que, hoy dulcifican mi paladar,
pero que mañana me dejan insatisfecho
con ansias de más de lo efímero
y sin referencia a lo eterno
¿QUÉ
QUIERES SER PARA MI, SEÑOR?
Verdad, que se abre como un abanico
frente a tanta mentira
O, falsedades, que añoro y me seducen
para no complicarme demasiado mis años
¿QUÉ
QUIERES SER PARA MI, SEÑOR?
El Hijo de Dios, que me ofrece VIDA ETERNA
o, por el contrario, simplemente
hombre que sale al encuentro del hombre
sin más pretensión que llenarle de satisfacciones.
QUE
SEAS PARA MI, SEÑOR
Ilusión que me empuje a trabajar por tu Reino
Fe que me ayude a sentirte siempre presente
Esperanza que me anime en el desaliento
Amor que haga desplegar lo mejor de mí mismo
Ayúdame, Señor, en este Año de la Misericordia
a descubrir este tesoro que llevo entre manos.
Un tesoro que, tal vez por el paso del tiempo,
no lo veo con claridad o hasta lo he olvidado.
Un tesoro, la fe, que por mis falsas seguridades
digo conocerlo cuando, en realidad, vivo muy lejos.
Amén.
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