Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Día litúrgico: Domingo XXI (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio
(Jn 6,60-69):
En
aquel tiempo, muchos de los que hasta entonces habían seguido a Jesús dijeron:
«Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo Jesús en su
interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os
escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El
espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada.
Las palabras que os he
dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen».
Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién
era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede
venir a mí si no se lo concede el Padre».
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».
«Señor, ¿a quién
iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna»
¿NOS MARCHAMOS O
NOS QUEDAMOS?
Por Javier Leoz
1. - Jesús no dejó indiferente a nadie. Cuando tuvo que hablar,
alto y claro, lo hizo. Sin componendas ni miramientos. Aún a riesgo de perder,
por exigir demasiado, a gran parte de los suyos. Pero es que, Jesús, quería
eso: autenticidad y sinceridad en sus seguidores.
La predicación de Jesús, lejos de ser una imposición, era y
sigue siendo una propuesta. A nadie se nos obliga a llevar la cruz en el pecho
y, mucho menos, a decir que somos cristianos si –por lo que sea- no lo tenemos
claro.
Hoy, con más severidad que nunca, estamos viviendo una deserción
de la práctica de fe. Parece que lo que se lleva, es decir “no soy practicante”
“a mi la Iglesia no me va” “paso de rollos religiosos”. En el fondo, hay un
tema más grave: nadie queremos complicaciones. Los compromisos, de por vida,
nos asustan; como en el evangelio de este domingo: encrespó el modo de
expresarse y las directrices que marcaba Jesús de Nazaret.
2. - El Señor, porque sabe y conoce muy bien nuestra debilidad,
siempre tiene sus puertas abiertas: unas veces para entrar y gozar con su
presencia y, otras, igual de abiertas para marcharnos cuando –por lo que sea-
nos resulta imposible cumplir con sus mandatos. Ahora bien; permanecer con El,
nos lo garantiza el Espíritu, es tener la firme convicción de que nunca nos
dejará solos. De que compartirá nuestros pesares y sufrimientos, ideales y
sueños, fracasos y triunfos. Porque, fiarse del Señor, es comprender que no
existen los grandes inconvenientes sino el combate, el buen combate desde la
fe. Y, Jesús, nos adiestra y nos anima en esa lucha contra el mal y a favor del
bien.
--¿Cuándo hemos
dejado al Señor sólo?
--¿Sabemos estar en
su presencia sin más compañía que el silencio?
--¿Nos planteamos,
con frecuencia, lo que significa y conlleva el ser cristianos?
--¿Nos duele, en
algún momento, la proclamación de la Palabra de Dios?
Estos interrogantes, al final de esta breve reflexión dominical,
pretenden incentivar nuestra fe dormida. Si creemos y servimos al Señor, que lo
hagamos con valentía, con transparencia y sabedores de que, seguirle, aunque no
sea un camino de rosas, merece la pena.
3.- VOY CONTIGO,
SEÑOR
Porque eres el único que permanece,
la verdad que nos hace libres
el sol que, más allá del que alumbra en lo alto,
nos alumbra una eternidad en el cielo.
Te lo prometo, Señor; yo no me voy
Porque, en el mundo, cambian muchas cosas
Lo que es amor, luego se convierte en egoísmo
Lo que es gratuito, a continuación es alto precio.
Tú, en cambio Señor, cumples lo que prometes
con un amor leal, legal y sin límites.
¿Se puede pedir algo más santo y bueno, Señor?
VOY CONTIGO, SEÑOR
Porque, en medio del recio viento,
eres veleta que orienta para no perderme
Porque, en medio del bravío mar,
eres timón seguro que siempre lleva a buen puerto
Porque, si miro hacia atrás,
sé que el arado que agarra mis manos
no podrá trabajar con la misma fuerza y hondura
que mirándote a los ojos, Señor.
VOY CONTIGO, SEÑOR
Ayúdame a no desertar, a no alejarme de Ti
Te doy las gracias,
por la libertad que me ofreces para seguirte
Te doy las gracias,
porque, aún en medio de tanta seducción,
sigues optando por mí,
sigues esperando mi respuesta
sigues añorando mi presencia.
VOY CONTIGO, SEÑOR
Ayúdame a cumplir con este reto,
con esta firme propuesta:
quiero estar contigo, Señor
Quiero estar a tu lado, siempre, Señor.
Por Javier Leoz
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