Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Día litúrgico:
Domingo XIX (B) del
tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Jn 6,41-51): En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo
soy el pan que ha bajado del cielo». Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de
José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del
cielo?». Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a
mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último
día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos enseñados por Dios’. Todo el
que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al
Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
»En verdad, en verdad os digo: el que
cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el
maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que
quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo».
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
«Nadie puede venir a mí, si el Padre que
me ha enviado no lo atrae»
Hoy, el Evangelio presenta el
desconcierto en el que los connacionales de Jesús vivían en su presencia: «¿No
es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir
ahora: He bajado del cielo?» (Jn 6,42). La vida de Jesús entre los suyos había
sido tan normal que, el comenzar la proclamación del Reino, quienes le conocían
se escandalizaban de lo que entonces les decía.
¿De qué Padre les hablaba Jesús, que
nadie había visto? ¿Quién era este pan bajado del cielo que quienes lo comen
vivirán para siempre? Él negaba que fuera el maná del desierto porque, quienes
lo comieran, morirían. «El pan que yo (...) voy a dar, es mi carne por la vida
del mundo» (Jn 6,51). ¿Su carne podía ser un alimento para nosotros? El
desconcierto que sembraba Jesús entre los judíos podía extenderse entre
nosotros si no respondemos a una pregunta central para nuestra vida cristiana:
¿Quién es Jesús?
Muchos hombres y mujeres antes que
nosotros se han hecho esta pregunta, la han respondido personalmente, han ido a
Jesús, lo han seguido y ahora gozan de una vida sin fin y llena de amor. Y a
los que vayan a Jesús, Él los resucitará el último día (cf. Jn 6,44). Juan
Casiano exhortaba a sus monjes diciéndoles: «‘Acercaos a Dios, y Dios se
acercará a vosotros’, porque ‘nadie puede ir a Jesús si el Padre que lo ha
enviado no lo atrae’ (...). En el Evangelio escuchamos al Señor que nos invita
para que vayamos hacia Él: ‘Venid a mi todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os haré reposar’». Acojamos la Palabra del Evangelio que nos
acerca a Jesús cada día; acojamos la invitación del mismo Evangelio a entrar en
comunión con Él comiendo su carne, porque «éste es el verdadero alimento, la
carne de Cristo, el cual, siendo la Palabra, se ha hecho carne para nosotros»
(Orígenes).
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