Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Hace
mucho tiempo que me gustaría escribir sobre este tema, pero no se escribir con
la elegancia y soltura como lo hacen los grandes escritores.
Y
hoy aunque sea al rebufo de de este artículo
de Alex Navajas, me animo a recordar lo que hace mucho tiempo ya había
escrito varias veces en este blog. Puedes buscar en el Google...
La
Primera es que, "si seguimos por este camino de natalidad en Europa, vuestras nietas dentro de 50 años
llevarán burka"
Basta
con ir a las listas de los alumnos de los colegios y ver cómo avanza en
proporción la natalidad entre los musulmanes, como si tuviesen como objetivo el
conquistar Europa con los hijos. ¿Será verdad que llevan ese camino ante
nuestra despreocupación, que nos trae solo la búsqueda del estado del
bienestar y la carencia de otros valores en nuestra sociedad avanzada?
Y
segunda cosa...Ayer con la fiesta religiosa de la Matanza de los inocentes y la
cantidad de abortos en los abortorios de toda Europa, en especial en nuestra
patria..."una auténtica matanza de seres humanos"!!!, no de bichos
raros, que se gestan en los vientres de nuestras ciudadanas, con derecho sobre
sus vientres...dicen..., se cumple una vez más, "que el seno materno es en
estos tiempos el lugar de más riesgo para la vida del hombre". Mucho más
que la carretera, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, el sida...Os pido que lo comprobéis y seáis sinceros con vuestra conciencia...Franja.
Álex Navajas
Álex Navajas es periodista.
Contertulio habitual de El Gato al Agua, de Intereconomía TV, ha trabajado once
años en La Razón y dirige su propio Gabinete de Comunicación. Imparte también
cursos y seminarios de formación.
Nos morimos, y no parece que nos
importe
Los políticos no quieren poner
solución a este problema.
Fomentar la natalidad suena demasiado antiguo,
demasiado intervencionista, demasiado franquista.
Álex Navajas - 22/12/2017
Niños en una favela de Brasil
Fue una de las cosas que más me
llamaron la atención cuando visité Brasil, hace alrededor de 15 años: había
niños por todas partes. Ya fuera en las grandes ciudades o en los pueblos más
pequeños, y también en las bulliciosas y anárquicas favelas, te cruzabas con
decenas de niños y adolescentes por dondequiera que pasearas.
Me he acordado de esta anécdota
porque acabo de leer el informe sobre población en España que ha publicado hace
unos días el Instituto Nacional de Estadística (INE). La conclusión es
demoledora: nuestro país se encuentra sumido en una debacle demográfica.
Durante el primer semestre de 2017, se produjeron 32.000 fallecimientos más que
nacimientos.
Actuall depende del apoyo de
lectores como tú para seguir defendiendo la cultura de la vida, la familia y
las libertades.
¿Acaso no nos preocupa saber que
nos estamos muriendo; que somos una población cada vez más envejecida y
paralizada?
Curiosamente, entre las diez
principales preocupaciones de los españoles que suele recoger el CIS, no
aparece la de este invierno demográfico. Figura el paro, la corrupción, el
terrorismo internacional, la política, la sanidad, pero no la baja natalidad.
Son todos ellos problemas trascendentales, sin duda, pero, ¿acaso no nos
preocupa saber que nos estamos muriendo; que somos una población cada vez más
envejecida y paralizada?
Y, al mismo tiempo que nos invade
un enfermizo culto al cuerpo y una búsqueda incansable de la eterna juventud,
paradójicamente los niños son más escasos.
Lo interesante es bucear en las
causas que provocan este parón en los nacimientos. Según ha publicado Religión
en Libertad , el demógrafo Alban D´Entremont afirma que este “suicidio
demográfico” se debe, básicamente, a que los españoles “no quieren tener hijos
porque prefieren otra vida”. “Es un problema de valores más que de dinero”,
explica.
Me temo que aquí puede
encontrarse el nudo gordiano del asunto. Un niño “te quita” de otras cosas: “te
quita” de viajar siempre que quieras; “te quita” de poder comprarte un coche
nuevo con más frecuencia; “te quita” de tener un televisor más grande; “te
quita” de poder salir al cine y a cenar siempre que te apetezca.
Hemos suprimido los niños de
nuestra sociedad y, de pronto, se nos ha envejecido el alma y nos hemos vuelto
calculadores y fríos. Aún recuerdo cuando, siendo aún un crío, vi por primera
vez una urbanización que no permitía vecinos con hijos pequeños. Después
llegaron los hoteles donde no se aceptan a menores y los vagones del silencio
en los trenes.
¿Nos hemos vuelto tan egoístas
que preferimos una sociedad, sí, muy cómoda y sofisticada, pero que se muere en
silencio, a otra donde reinan las carcajadas y la algarabía propias de los más
pequeños?
Estos días he estado viajando por
varios pueblos de Castilla. Castilla y León es, de hecho, una de las regiones
que ha perdido más población según el INE. La despoblación llega a cotas
gravísimas en provincias como Soria, Zamora o Palencia. En los pueblos cada vez
hay más casas cerradas y abandonadas, y los colegios rurales tienen más
dificultades para llenar sus pupitres de alumnos. Ya ni el parche de la
inmigración sirve para frenar esta debacle demográfica.
Tenemos a muchos jóvenes buscando
alargar su juventud y acortar sus responsabilidades, sin un proyecto claro de
vida
Y los políticos no quieren poner
solución a este problema. Fomentar la natalidad suena demasiado antiguo,
demasiado intervencionista, demasiado franquista. Y un gobierno –máxime si es
del PP-, jamás hará nada que pueda recordar remotamente a Franco. Financiaremos
campañas para fomentar el uso del condón entre los jóvenes, pero no
invertiremos un euro en educar a los chicos en los valores y la familia.
Así tenemos a muchos jóvenes
buscando alargar su juventud y acortar sus responsabilidades, sin un proyecto
claro de vida, sino algo más bien errante y superficial, porque no han tenido
modelos hacia los cuales sentirse atraídos.
Y me vienen a la cabeza esos
recuerdos de los niños de Brasil, mientras paseo por estos pueblos despoblados
de Castilla.
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