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jueves, 23 de febrero de 2017

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO ¡NO TODO VALE! Por Javier Leoz


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O¡NO TODO VALE!  Por Javier Leoz

Dice una conocida sentencia: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Ha de ser ley porque es justa”. El hombre, que anhela su propia libertad (sin más límites que la propia conciencia) está inclinado a rechazar todas aquellas normas, o mínimas pautas, que vayan en contra de esa idea: yo soy dueño de mi vida, de mi historia y de todo lo que pienso y realizo. ¿O no es así? ¿No hay una práctica rebeldía del hombre contemporáneo a todo lo que se le impone como ley?

1.- El evangelio de este domingo VI nos viene estupendamente. Frente al “todo vale” que, en cierta manera nos propaga el mundo, Jesús nos dice el “pero yo os digo”.

-Frente al aborto (porque el ser humano es dueño de su propio cuerpo), el Señor nos recuerda que –el 5º mandamiento- sigue tan vigente como lo conoció y escuchó Moisés: “¡No matarás! “Y que, la vida, viene de Dios y, sólo Dios, puede disponer de ella.

-Frente al olvido o la marginación de los más mayores (cuando la sociedad afirma que ya han cumplido), el Señor nos trae a la memoria el 4º punto de lo revelado por Dios en el Monte Sinaí “honrarás y respetarás a tus padres”.

-Frente a la opulencia (en contraste escandaloso con los países más pobres), en este día de Manos Unidas que lucha por el desarrollo de los pueblos más desfavorecidos y hambrientos, el Señor nos lleva al segundo mandamiento: “amarás al prójimo como a ti mismo”.

-Frente al intento de absolutizar leyes y normas que siendo indignas se exigen a todas las personas sin derecho a objeción de conciencia (como recientemente reclamaba el Papa Benedicto XVI), Jesús nos recuerda que, sólo Dios, es digno de ser adorado y de ser tenido como suprema ley a favor del hombre.

2.- La Palabra de Dios, sus leyes, no son ningún adorno para la humanidad. Es la constatación de un hecho real: muchos de los que creemos en el Señor no tenemos orientada suficientemente, y con fortaleza cimentada, nuestra vida en el Reino de Jesús. Dios, y es así, no es ningún adorno: si su Ley fuera cumplida muchos dramas del mundo serían superados.

3.- Jesús no quiere esclavos de su Reino. Hay un dicho que dice algo así “la letra con sangre entra”. La ley del Señor, desde el momento en que está sustentada en el amor, requiere discípulos libres (no obligados), con luz propia (no con imitaciones), con sal y picante (no derretidos o vencidos). A nadie se nos obliga a creer y, por lo tanto, cumplir la voluntad de Dios, esperar en El y en sus promesas nos lleva a la siguiente conclusión: vivir según Dios es un gran regalo. Un privilegio que el Señor nos recuerda en el evangelio que acabamos de escuchar.

Cristo que sabe cómo se está con Dios metido en el corazón, desea para nosotros lo mismo: la felicidad auténtica. ¿Y cómo se alcanza? Sirviéndole con alegría y con prontitud, con entusiasmo y con diligencia, con perfección y con humildad.

4.- Iba un peregrino camino de Compostela y, en un anochecer, mirando hacia las estrellas preguntó: “Señor; ¿qué quieres de mí? Vivo según tu Palabra y camino por tus sendas. Te busco…y no sé si acabo de encontrarte. Una voz, desde lo más profundo del silencio le contestó: “te quiero a Ti”.

Esta es la ley del Señor. Sus mandamientos están encaminados precisamente hacia ello: a un encuentro real, misterioso y personal entre Dios y el hombre.

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

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