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jueves, 12 de noviembre de 2015

Morir en casa?. Y por qué no?

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Un artículo muy interesante.

Tenemos miedo a la MUERTE y el esconderla no quita el miedo, sino que lo aumenta.

Es parte de la vida terrena del hombre creado por Dios, para vivir después de LA PRUEBA, que tiene lugar en esta tierra.

La libertad del hombre, a imagen y semejanza del Dios, ayuda a descubrir tu lugar en el espacio y tiempo que nos toca vivir aquí.  

Si descubres o te dejas descubrir y no te escondes de Dios, también esta vida merece la pena vivirla, porque la fe nos descubre que Dios se hizo Hombre por amor, para ayudarte a superar lo que para muchos sería irremediable, pero para el que tiene fe es algo que vale la pena, porque hay un después.

Por todo ello, porque vives en un lugar y tiempo,  porque no vives solo y te han ayudado o has ayudado a vivir, es necesario aprender a morir para VIVIR. Franja.

Hasta aquí el responsable de este blog.

Morir en casa
Publicado el 10/11/2015 

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La mayoría de las personas mueren fuera de su hogar, en hospitales. Sin embargo, nos gustaría morir en casa y en paz. Sería una manera de morir bien, de forma menos dramática y más normal. Pero para ello hay que aceptar la muerte, insertarla dentro de la vida y estar preparados para cuando llegue. Es lo que defiende el reconocido psiquiatra pamplonés Vicente Madoz en su reciente libro Vivir la muerte.

Hasta hace unos años, morir en casa era lo normal; ahora, en cambio, intentamos por todos los medios alejar la muerte de lo cotidiano y esconderla en los hospitales, donde tenemos la falsa sensación de que la anulamos. “Morir en casa –defiende Madoz– es una opción radical, dado que el morir es un proceso natural, inherente a la existencia humana e inseparable de la misma, como el nacer, y ambos constituyen, como realidad vivida, uno de los dos límites esenciales de lo conocido”. Por eso, no es sensato desnaturalizarlo tecnificándolo.

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 Cuando no haya más que hacer, llevadme a casa!!!

El autor cree que morir en casa aporta innegables beneficios y que es una opción proactiva y positiva que no se improvisa. El moribundo, mejor dicho, el muriente no debe dejarse llevar por los cantos de sirena de la medicina tecnocrática, idealizada e idolatrada, por la fiebre del experimentalismo, de la paralización por el pánico o de intervencionismos alocados, no debe sucumbir a la “conspiración del miedo”.
 
Morir en casa

Morir en casa, sigue diciendo Madoz, es una opción que exige pensarla con tiempo, evaluarla con cuidado y tener las ideas muy claras. Si optamos por ella, habrá que reclamarla e incluso exigirla, porque merece la pena, y mucho. La casa propia es el lugar más adecuado para morir porque aporta los nutrientes vitales que nos han ido configurando y marcando a lo largo de nuestra biografía personal. Ese hogar ha significado el fuego (sentido etimológico de hogar) que nos ha vitalizado y moldeado, la fuente de lo más auténtico y veraz de nuestra existencia, el manantial de amor que nos ha alimentado y ha depositado en nosotros esa “memoria del corazón”, esos recuerdos que condensan nuestra biografía personal.

La muerte se dignifica en casa, lugar donde se encuentran íntimamente ligados los dos radicales de la existencia humana: el espacio y el tiempo. Allí, como explica Madoz, el muriente muere:

Con silencio suficiente y en el marco de unos espacios precisos de soledad íntima.

Con la necesaria paz, consciencia, reflexión y autoría.

Ajeno a atontamientos farmacológicos exagerados.

En un entorno ecológico, equilibrado y propio, fuera de escenarios nuevos, extraños e incluso aterrorizantes.

Acompañado de los seres más significativos.

En un clima humano que facilite la asunción del hecho natural de la muerte.

El alejamiento de la muerte del medio doméstico –concluye Madoz– está haciendo un daño enorme al medio familiar tanto en su preparación individual y grupal para su duelo como en la conformación de un sistema doméstico posterior sólido y cercano. 

Los familiares necesitan participar de la muerte del difunto para aprender de cerca su propio morir y reconsiderar el sentido de su vida en su totalidad.

Nos dio una gran última lección.


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Un sacerdote amigo en Rusia.

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