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sábado, 30 de junio de 2018

¿CÓMO ES NUESTRA FE?

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Resultado de imagen de Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva».

¿CÓMO ES NUESTRA FE?   Por Javier Leoz
Creencia y confianza son dos pilares que, desgraciadamente, han dinamitado la sociedad del consumo y del bienestar a la que nos encontramos agarrados. ¿En qué tenemos confianza? ¿En quién y en qué creemos? Inseguridad en nuestros dirigentes y en muchas instituciones o la ausencia de confianza, de fe en alguien o en algo, aumenta nuestra vulnerabilidad. Nos hace más débiles.

1.-En el evangelio de este domingo, Jesús, se encuentra ante dos situaciones distintas pero con un mismo común denominador: existía fe allá donde se requería su presencia. Tanto el jefe de la sinagoga como la mujer que se iba en sangre confiaban plenamente su persona. Él, y con creces, premió esa fe con la salud.
La ciencia ayuda pero, bien lo sabemos, no lo es todo: llega hasta donde llega. ¿Quién puede sino Cristo arrancarnos de la muerte? ¿Quién puede sino Cristo ir más allá de esa frontera donde la técnica más moderna es incapaz de alcanzar? La técnica prolonga la vida (o la acorta). Cristo la mima, la recupera, la eterniza. La técnica necesita y mira al cuerpo. Cristo va más al fondo: a la persona, a la fe, al alma.
Ante una realidad donde parece sólo creíble lo que se demuestra o se ve, la fe, juega un papel fundamental: quien cree se salva. Quien cree vive la dimensión del dolor desde otra perspectiva. Quien pone en Jesús sus debilidades o sus hemorragias (internas o externas) está llamado a recuperarse, a sanarse.
-Flujos de desesperanza. Más allá de las promesas de nuestros gobernantes, hemos de poner nuestros ojos en aquel Dios que siempre pone aliento en nuestro camino.
-Flujos de sin sentido. Ante el pesimismo que nos invade (con la crisis cabalgando sobre nuestros hombros), el Señor nos invita a permaneced firmes en Él.
-Flujos de incredulidad. El consumismo nos ha acostumbrado a vivir bajo los dioses de lo placentero y en el camino fácil. ¿Qué consecuencias se derivarán de todo ello? El Señor nos señala un sendero: ser sus discípulos.
-Flujos de inquietud. Nos abruman muchos acontecimientos. Nos agobian las situaciones que nos rodean. Al tocar el manto de Jesús (la Eucaristía, la oración personal, los sacramentos) podemos revitalizar nuestro cuerpo físico y espiritual.

2.- La experiencia que tuvo Jesús (murió para ser resucitado por el Padre) la podemos tener cada uno de nosotros si somos capaces de dormir en la cruz con las mismas palabras de fe y de confianza con las que Él lo hizo: “En tus manos Padre encomiendo mi espíritu”. Al tercer día, Cristo saltó de la oscuridad a la luz, del absurdo a la vida, de la muerte a la resurrección. Confió, creyó y tuvo fe ciega en su Padre. Ello le valió, a Él y a nosotros, la redención de toda la humanidad.
A veces exigimos pruebas a Dios de su existencia y, en cambio, reclamamos poco a nuestra fe. A veces podemos considerar que ya son suficientes unas prácticas sacramentales, el estar bautizado o incluso el practicar de cuando en vez la caridad. ¿No hizo muchísimo más Cristo por nosotros?
-Además de caridad, con su cuerpo en la cruz, dio muestras de la grandeza de su amor
-Además de orar, defendió públicamente el Reino de Dios ante los poderosos de su tiempo
-Además de dejarse bautizar en el Jordán, no hizo ascos a ese otro bautismo de sangre: su muerte en cruz

3.- ¿Y aún nos resistimos a creer? ¿No habrá llegado el momento de publicitar, con todos los medios a nuestro alcance (especialmente desde la experiencia personal) que el manto de Cristo se sigue dilatando a lo largo y ancho del mundo? ¿No será que la humanidad, desangrándose en miles de flujos, desconoce que hay un Cristo que puede y desea taponar todas esas heridas sin más respuesta que la fe?

Resultado de imagen de Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva».

3.- ¡QUE NO ME FALTE LA FE!
Si llega la noche oscura,  Señor,
que la venza con la luz de  la fe
Si me alcanza el pesimismo y  la angustia
que los supere con la  alegría de la fe
Si me siento acorralado por  las dificultades
que sepa descubrir el  trampolín de la fe
SI me acechan dudas e  incertidumbres
que se abra ante mí una hoja  con palabras de fe.

¡QUE NO ME FALTE, JESÚS, LA  FE!
Para responderte con  generosidad
si, de mí, reclamas atención  o compromiso
Para decirte que, sólo Tú  eres el Señor,
si ante mí se alzan otros  dioses extraños
Para seguirte, y no  perderte,
si logro tocar el manto de  tu Eucaristía
si alcanzo gustar el manto  de la oración
si agarro, con fuerza, el  manto de tu Espíritu

¡QUE NO ME FALTE, OH SEÑOR,  LA FE!
Que me posibilita mirar más  allá de mí mismo
de mis aflicciones y de mis  egoísmos
de mi bienestar y de mis  intereses
de mi comodidad o de mi  pequeño mundo
de mis proyectos y de mis  debilidades

¡QUE NO ME FALTE, SEÑOR, LA  FE!
Y pueda verte, cuando estoy  limpio
y sanarme cuando me  encuentro por dentro sucio
Y pueda sentirte, cuando  esto lleno de tanto
y cercano, cuando el mundo  me deja vacío
Y pueda alabarte, cuando la  vida me sonríe
y no olvidarte, cuando la  suerte me abandona
Y te busque, cuando tantas  cosas me seducen
y te encuentre, cuando todo  es nada y hojalata
Amén

Javier Leoz. 






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