Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Necesito un
Abrazo
Familia |
67585 lecturas
Me ha gustado este artículo o cuentecillo ilustrado. ¿No te hará recordar a algún familiar que le habrá pasado algo parecido, o alguien conocido, que estará necesitado/a de tu visita? No dejes de leerlo y compartirlo. Te hará mucho bien y harás algo por tu próximo-prójimo.Franja
Hace veinte
años manejaba un taxi. Lo hacía en el turno nocturno. Mi taxi se convirtió en
un confesionario móvil. Los pasajeros subían y me contaban su vida. Encontré
personas cuyas vidas me asombraban. Me adulaban, me hacían reír y también me
deprimían. Pero ninguna me conmovió tanto como la mujer que recogí una noche.
Respondí una
llamada de un pequeño edificio en una tranquila parte de la ciudad, pensé que
recogería personas saliendo de una fiesta, alguien que había tenido una pelea
con su amante o un trabajador que tenía que llegar temprano a la fábrica.
Cuando llegué a las 2:30 a.m., el edificio estaba oscuro excepto por una luz en
la ventana del primer piso.
Muchos conductores
sólo hacen sonar su "bocina" una o dos veces, esperan un momento y
después se van. Aunque la situación se veía peligrosa, yo siempre iba hacia la
puerta. Sentí en mi corazón que este pasajero necesitaría ayuda, caminé hacia
la puerta y al golpear una frágil voz respondió.
Pude escuchar que algo era
arrastrado a través del piso, después de una larga pausa, la puerta se abrió.
Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró frente a mí. Ella llevaba puesto
un vestido floreado y un sombrero con un velo, como alguien de una película de
los años 40'. A su lado una pequeña maleta.
El
departamento se veía como si nadie hubiera vivido durante años, los muebles
estaban cubiertos con sábanas, no había relojes, ni cuadros en las paredes.
Ella repetía
su agradecimiento por mi gentileza.
-"No es
nada", le dije. "Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma
que me gustaría que mi madre fuera tratada".
-"Oh,
estoy segura de que es un buen hijo", dijo ella. Cuando llegamos al taxi
me dio una dirección, entonces preguntó: "¿Podría manejar a través del
centro?"
-"Este
camino no es el más corto", le respondí.
-"No
importa", dijo ella "No tengo prisa, estoy camino al asilo".
La miré por
el espejo retrovisor, por sus ojos rodaban algunas lágrimas...
"No
tengo familia", dijo "y el doctor dice que no me queda mucho
tiempo"
Sin pensarlo
apagué el contador que marcaba el costo del viaje.
-"¿Qué
ruta le gustaría seguir?", le pregunté.
Por las
siguientes dos horas manejé a través de la ciudad. Ella me enseñó el edificio
donde había trabajado. Manejé hacia el vecindario donde ella y su esposo habían
vivido cuando eran recién casados.
Me pidió que nos detuviéramos frente a un
negocio de muebles donde una vez hubo un salón de baile, al que ella iba a
bailar cuando era adolescente. Algunas veces me pedía que pasara lentamente
frente a un edificio en particular, o una esquina y miraba en la oscuridad sin
decir nada.
Con el
primer rayo de sol apareciendo en el horizonte, ella repentinamente dijo:
-"Estoy
cansada, llegó el momento de irnos".
Manejé en
silencio hacia la dirección que ella me había dado. Era una pequeña casa, dos
asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto llegamos. Eran muy amables y
cuidaban cada uno de sus movimientos.
Yo abrí la
puerta y suavemente la sentaron en una silla de ruedas.
-¿Cuánto le
debo? preguntó, buscando en su bolso.
-Nada, le
dije.
-Es tu
trabajo, debes cobrarme.
-Habrá otros
pasajeros, le respondí.
Casi sin
pensarlo, sentí un gran deseo de abrazarla. Ella me sostuvo con fuerza y dijo:
Necesito un abrazo.
Apreté su
mano y me despedí sintiendo que nunca más la vería. La puerta se cerró y fue
como el sonido de una vida concluida. No recogí a ningún pasajero, manejé sin
rumbo por el resto del día. No podía hablar, ¿Qué habría pasado si a la mujer
la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguien que estuviera impaciente
por terminar su turno?, ¿Qué habría pasado si me hubiera rehusado a tomar la
llamada o hubiera tocado la bocina una vez y me hubiera ido?
Los grandes
momentos son los que nos atrapan desprevenidos, aquellos que para otros son
sólo pequeños.
La gente tal
vez no recuerde exactamente lo que tu hiciste o lo que tú dijiste... pero
siempre recordarán cómo los hiciste sentir...
"Conserva
el recuerdo del perfume de la rosa... y fácilmente olvidarás que está marchita"
Confeccionado por Franja
No hay comentarios:
Publicar un comentario