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Hace muchos eses que me había llegado este cuento. Es un buen ejemplo para aquellos que les nombran para un cargo importante y se olvidad de sus raíces. Me acuerdo de un punnto de Camino, que recordaba al cacharro de la basura, muy adornado con flores y que no podía olvidarse de que era el cacharro de la basura.
LATIF, EL PORDIOSERO-
ANÓNIMO
Franja
otros atribuyen a
Jorge Bucay
APLÍCATE EL CUENTO
El pordiosero más pobre de
la aldea era considerado por todos el hombre más sabio del pueblo.
Latif, era el pordiosero más pobre de la
aldea. Cada noche dormía en el zaguán de una casa diferente frente a la plaza
central del pueblo.
Cada día se recostaba debajo de un árbol
distinto con la mano extendida y la mirada perdida en sus pensamientos.
Cada tarde comía de la limosna o de los
mendrugos que alguna persona caritativa le ofrecía.
Sin embargo, a pesar de su aspecto y de la
forma de pasar sus días, Latif, era considerado por todos el hombre más sabio
del pueblo, quizás no tanto por su inteligencia, sino por todo aquello que
había vivido.
Una mañana soleada, el rey en persona,
apareció en la plaza. Rodeado de guardias, caminaba entre los puestos de frutas
y baratijas, buscando nada..
Riéndose de los mercaderes y de los
compradores, casi tropezó con Latif, que dormitaba a la sombra de una encina.
Alguien le contó que estaba frente al más
pobre de sus súbditos, pero también frente a uno de los hombres más respetados
por su sabiduría.
El rey divertido, se acercó al mendigo y le
dijo:
-Si me contestas una pregunta te doy esta moneda de oro.
Latif lo miró casi
despectivamente y le dijo:
-Puedes quedarte con tu moneda. ¿ Para
qué la querría yo?
¿Cuál es tu pregunta?
Y el rey se sintió desafiado por la
respuesta, y en lugar de una pregunta banal, se despachó con una cuestión que
hacía días lo angustiaba y que no podía resolver. Un problema de bienes y
recursos que sus analistas no habían podido solucionar.
La respuesta de Latif fue justa y creativa.
El rey se sorprendió, dejó su moneda a los
pies del mendigo y siguió su camino por el mercado, meditando sobre lo
sucedido.
Al día siguiente, el rey volvió a aparecer
por el mercado. Ya no caminaba entre los mercaderes, fue directo adonde Latif
descansaba, esta vez debajo de un olivar.
Otra vez el rey hizo una pregunta y otra vez
Latif la respondió rápida y sabiamente. El soberano volvió a sorprenderse de
tanta lucidez. Con humildad, se quitó las sandalias y se sentó frente a Latif .
-Latif, te necesito- le dijo- estoy
agobiado por las decisiones que como rey debo tomar. No quiero perjudicar a mi
pueblo ni tampoco ser un mal soberano. Te ido que vengas al palacio y seas mi
asesor. Te prometo que no te faltará nada, que serás respetado y que podrás
partir cuando quieras…por favor
Por compasión, por servicio o por sorpresa,
el caso es que Latif, después de pensar unos minutos, aceptó la propuesta del
rey..
Esa misma tarde, llegó Latif al palacio, en
donde le fue asignado un lujoso cuarto, a escasos 200 metros de la alcoba
real. En su interior, una tina de esencias y con agua tibia lo esperaba.
Durante las siguientes semanas, las consultas
del rey se hicieron habituales.
Todos los días, a la mañana y a la tarde, el
monarca mandaba llamar a su nuevo asesor para consultarle sobre los problemas
del reino, sobre su propia vida o sobre sus dudas espirituales. Latif siempre
contestaba con claridad y precisión..
El recién llegado se transformó en el
interlocutor favorito del rey. A los tres meses de su estancia, ya no había
medida, decisión o fallo que el monarca no consultara con su preciado asesor.
Obviamente, esto desencadenó los celos de
todos los cortesanos, que veían en el mendigo-consultor, una amenaza para su
propia influencia y un perjuicio para sus intereses materiales.
Un día todos los demás asesores pidieron
audiencia con el rey. Muy circunspectos y con gravedad le dijeron:
-Tu amigo Latif, como tú le llamas,
está conspirando para derrocarte.
-No puede ser-dijo el rey- no lo creo.
-Puedes confirmarlo con tus propios
ojos- dijeron todos. Cada tarde, a es de las cinco, Latif, se escabulle del
palacio hasta el ala sur y en un cuarto oculto, se reúne a escondidas, no
sabemos con quién. Le hemos preguntado adonde iba en algunas de esas tardes y
ha contestado con evasivas. Esa actitud terminó de alertarnos sobre su
conspiración.
El rey se sintió defraudado y dolido, debía
confirmar esas versiones.
Esa tarde, a las cinco aguardaba oculto en el
recodo de una escalera.
Desde allí vio cómo , en efecto Latif llegaba
a la puerta, miraba hacia los lados y con la llave que colgaba de su cuello,
abría la puerta de madera y se escabullía sigilosamente dentro del cuarto.
-Lo visteis?-gritaron los cortesanos-
lo visteis?
Seguido de su guardia personal el monarca
golpeó la puerta.
-Quién es?- dijo Latif desde adentro-
-Soy yo, el rey-dijo el soberano-
ábreme la puerta.
Latif, abrió la puerta. No
había nadie allí, salvo Latif. Ninguna puerta o ventana, ninguna puerta
secreta, ningún mueble que permitiera
ocultar a alguien.
Sólo había en el piso un plato de madera
desgastado, en un rincón una vara de caminante, y en el centro de la pieza, una
túnica raída, colgando en un gancho del techo.
-Estás conspirando contra mi Latif?-
preguntó el rey.
-Cómo se le ocurre Majestad?- contestó
Latif- ¿ por qué lo haría?
-Pero vienes aquí cada tarde en
secreto. ¿ Qué es lo que buscas si no te ves con nadie? ¿ Para qué vienes a
este cuchitril a escondidas?
Latif, sonrió y se acercó a la túnica remendada que pendía del techo, la acarició y le dijo al rey:
-Hace sólo seis meses, cuando llegué, lo único que tenía eran esta túnica, este plato y esta vara de madera. Ahora me siento tan cómo en la ropa que visto, es tan confortable la cama en la que duermo, es tan halagador el respeto que me das y tan fascinante el poder que regala mi lugar a tu lado…que vengo cada día para estar seguro de no olvidarme de dónde vine y quién soy
¿Cómo quedarían los cortesanos defraudados por su calumnia?
Esta vez a Latif el pordiosero le salió bien, y no es de admirar de que la siguiente imagen sea explicativa para los que calumnian:
Con el perdón de los que se sientan aludidos en la moraleja o en la nota de humor. Franja.
Moraleja:
ASÍ ES:
¡NUNCA DEBEMOS
OLVIDAR QUIENES SOMOS Y DE DONDE VENIMOS,
Que lo compartáis.
Franja
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