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MES DEL CORAZÓN DE JESÚS
Promesas a Santa Margarita
LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN ES INSEPARABLE DE LA EUCARISTÍA
Queridísimos hermanos y hermanas:
Celebramos mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, ese Corazón divino que fue atravesado por la lanza en la Cruz, para que fluyesen de Él tesoros de gracia para todos los hombres. Es como una fuente perenne, de la que todo creyente y la Iglesia entera extraen energías siempre nuevas de fe, esperanza y caridad.
La devoción al Corazón de Cristo es inseparable de la Eucaristía, Sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor. (...)
Invito a todos los cristianos, especialmente a las familias, a formar un solo corazón y una sola alma y a elevar al Padre su acción de gracias por el Don inestimable del Cuerpo y de la Sangre del Señor, que en la cultura y el arte, y sobre todo en la vida de los santos y de las santas ha hallado expresiones verdaderamente admirables.
A la vez que os deseo a todos que acojáis, como María Santísima, la fuerza vivificante del Amor de Dios, os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo a vuestros seres queridos, a los niños, a los enfermos y a los que sufren
LETANÍAS. --- UNA DIARIA
Una breve Meditación del Papa Juan Pablo II, a partir de las letanías, para cada día del mes de junio, mes del Sagrado Corazón (calendario)
"El mes de junio está dedicado, de modo especial, a la veneración del Corazón divino. No sólo un día, la fiesta litúrgica que, de ordinario, cae en junio, sino todos los días. Con esto se vincula la devota práctica de rezar o cantar cotidianamente las Letanías al Sacratísimo Corazón de Jesús.
- Las Letanías del Corazón de Jesús se inspiran abundantemente en las fuentes bíblicas y, al mismo tiempo, reflejan las experiencias más profundas de los corazones humanos. Son, a la vez, oración de veneración y de diálogo auténtico. Hablamos en ellas del corazón y, al mismo tiempo, dejamos a los corazones hablar con este único Corazón, que es "fuente de vida y de santidad" y "deseo de los collados eternos". Del Corazón que es "paciente y lleno de misericordia" y "generoso para todos los que le invocan" (Juan Pablo II).
Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 13 de agosto de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Dios, Creador del cielo y de la tierra, es también "el Dios de toda consolación" (2 Co 1,3; Rm 15,5). Numerosas páginas del Antiguo Testamento nos muestran a Dios que, en su gran ternura y compasión, consuela a su pueblo en la hora de la aflicción. Para confortar a Jerusalén, destruida y desolada, el Señor envía a sus profetas a llevar un mensaje de consuelo: "Consolad, consolad a mi pueblo... Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia" (Is 40.1-2); y, dirigiéndose a Israel oprimido por el temor de sus enemigos, declara: "Yo soy tu consolador" (Is 51,12); e incluso, comparándose con una madre llena de ternura hacia sus hijos, manifiesta su voluntad de llevar paz, gozo y consuelo a Jerusalén: "Alegraos, Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis... de modo que os hartéis de sus consuelos... Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré, y por Jerusalén seréis consolados" (Is 66,10.11.13).
2. En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestro hermano, el "Dios-que-consuela" se hizo presente entre nosotros. Así lo indicó primeramente el justo Simeón, que tuvo la dicha de acoger entre sus brazos al niño Jesús y de ver en El realizada la consolación de Israel (Lc 2,25). Y, en toda la vida de Cristo, la predicación del Reino fue un ministerio de consolación: anuncio de un alegre mensaje a los pobres, proclamación de libertad a los oprimidos, de curación a los enfermos, de gracia y de salvación a todos (Lc 4,16-211: Is 61,1-2).
Del Corazón de Cristo brotó esta tranquilizadora bienaventuranza: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" (Mt 5,5), así como la tranquilizadora invitación: "Venid a Mi todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11,28).
La consolación que provenía del Corazón de Cristo era participación en el sufrimiento humano, voluntad de mitigar el ansia y aliviar la tristeza, y signo concreto de amistad. En Sus palabras y en Sus gestos de consolación se unían admirablemente la riqueza del sentimiento y la eficacia de la acción. Cuando, cerca de la puerta de la ciudad de Naím, vio a una viuda que acompañaba al sepulcro a su hijo único. Jesús compartió su dolor: "Tuvo compasión de ella" (Lc 7,13), tocó el féretro, ordenó al joven que se levantara y lo restituyó a su madre (Lc. 7,14-15).
3. El Corazón del Salvador es también, más aún, principalmente "Fuente de consuelo" porque Cristo, juntamente con el Padre, dona el Espíritu Consolador: "Yo pediré al Padre y os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre" (Jn 14,16: 14,25; 16,12): Espíritu de verdad y de paz, de concordia y de suavidad de alivio y de consuelo: Espíritu que brota de la Pascua de Cristo (Jn 19,28-34) y del evento de Pentecostés (Hch 2,1-13).
4.Toda la vida de Cristo fue por ello un continuo ministerio de misericordia y de consolación. La Iglesia, contemplando el Corazón de Cristo y las fuentes de gracia y de consolación que de Él manan, ha expresado esta realidad estupenda con la invocación: "Corazón de Cristo, fuente de todo consuelo, ten misericordia de nosotros"
Esta invocación es recuerdo de la fuente de la que, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha recibido consolación y esperanza en la hora de la prueba y de la persecución; es invitación a buscar en el Corazón de Cristo la consolación verdadera, duradera y eficaz; es advertencia para que, tras haber experimentado la consolación del Señor, nos convirtamos también nosotros en convencidos y conmovidos portadores de dicha consolación, haciendo nuestra la experiencia espiritual que hizo decir al Apóstol Pablo: el Señor "nos consuela en toda tribulación nuestra para poder consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios" (2 Co 1,4).
Pidamos a María, Consoladora de los afligidos, que, en los momentos oscuros de tristeza y angustia, nos guíe a Jesús, su Hijo amado, "Fuente de todo consuelo".
25. -LA PRESENCIA DE DIOS
Escucha las exhortaciones de Jesús: "Cuando hagáis limosna recordad que el Padre ve en lo escondido; que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Cuando reces, entra en la habitación y cierra la puerta pues el Padre ve en lo secreto. Cuando ayunes, tu ayuno no se manifestará a los hombres, pero tu Padre celestial ve todo a tu alrededor... dentro de ti. También las mínimas cosas escondidas a los hombres no se esconden de su divina mirada. Nadie puede penetrar en los secretos de tu corazón. Dios, sí. Cuando crees que estás solo hay siempre un ojo que ve tus acciones, un oído que siente tus palabras, una mano que escribe tus pensamientos. ¡Dios te ve!
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento para cada día del mes de junio.
Tercera decena: del 21 al 30
Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 23 de julio de 1989
1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón encierra en una frase todo el misterio de Cristo Redentor; nos recuerda las palabras dirigidas por Jesús a Marta, afligida por la muerte de su hermano Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mi, aunque muera, vivirá" (Jn 11,25).
Jesús es la vida que brota eternamente de la divina fuente del Padre: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios .. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn1,1.4).
Jesús es vida en Sí mismo: "Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en Si mismo" (Jn 5,26). En Su Corazón la vida divina y la vida humana se unen armónicamente, en plena e inseparable unidad.
Pero Jesús es también vida para nosotros. "Dar la vida" es el objetivo de la misión que Él, Buen Pastor, recibió del Padre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).
2.Jesús es también la resurrección. Nada es tan radicalmente contrario a la santidad de Cristo -el Santo del Señor (Lc. 1,35; Me 1,24)- como el pecado; nada es tan opuesto a Él, fuente de vida, como la muerte.
Un vinculo misterioso une pecado y muerte (Sb 2,24; Rm 5,12; 6,23; etc): ambas son realidades esencialmente contrarias al proyecto de Dios sobre el hombre, que no fue hecho para la muerte, sino para la vida. Ante toda expresión de muerte, el Corazón de Cristo se conmovió profundamente, y por Amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, hizo de su vida un "prodigioso duelo" contra la muerte (Misal Romano, Secuencia de Pascua): con una palabra restituyó la vida física a Lázaro, al hijo de la viuda de Naín, a la hijo de Jairo; con la fuerza de Su Amor Misericordioso devolvió la vida espiritual a Zaqueo, a María Magdalena, a la adúltera y a cuantos supieron reconocer su presencia salvadora.
3.Nadie como María Santísima ha experimentado que el "Corazón de Jesús es Vida y Resurrección".
Del Corazón de Jesús, María Santísima recibió la ida de la gracia original y, en la escucha de su palabra y en la observación atenta de sus gestos salvíficos, pudo custodiarla y nutrirla.
Por el Corazón de Jesús, María Santísima fue asociada de modo singular a la victoria sobre la muerte: el misterio de Su Asunción en cuerpo y alma al cielo es el consolador documento de que la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte se prolonga en los miembros de Su Cuerpo Místico, y, como primero entre todos, en María, "miembro excelentísimo" de la Iglesia (Lumen Gentiurn, 53).
Glorificada en el Cielo, la Virgen está, con Su Corazón de Madre, al servició de la redención obrada por Cristo. La "Madre de la Vida" está cerca de toda mujer que da a luz un hijo, está al lado de toda fuente bautismal donde, por el agua y por el Espíritu (Jn 3,5) nacen los miembros de Cristo. Ella que es "Salud de los enfermos", está donde la vida se consume afectada por el dolor y la enfermedad. Ella que es "Madre de Misericordia" llama a quien ha caído bajo el peso de la culpa para que vuelva a las fuentes de la vida. Ella que es "Refugio de pecadores" señala, a quienes se habían alejado de Él, el camino que conduce a Cristo. Ella que es "Virgen dolorosa" está donde la vida se apaga.
Invoquémosla con la Iglesia: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".
26. - DEVOCIÓN A LA VIRGEN
Jesús antes de morir, dio su testamento. En medio de la agonía contempla al discípulo predilecto y le dice: "He aquí a tu madre". Por su última voluntad, María se convierte en madre de todos.
Jesús, que amaba perfectamente a su madre, se mostró siempre sometido y obediente a ella.
Todas las gracias del Señor vienen a ti por su mediación. Y si la estimas. ¿Cómo tratas de amarla? Un hijo que dice amar a su madre y después la ofende no es sincero; es un mal hijo. ¿Y tú no ofendes a la Virgen con tus faltas de amor?
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Día 27.-CORAZÓN DE JESÚS PAZ Y RECONCILIACIÓN NUESTRA: TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento para cada día del mes de junio.
Tercera decena: del 21 al 30
Día 26. Espina es para el Corazón de Jesús la sobra de comodidades de aquellos cristianos que se espantan al solo nombre del sacrificio y nada hacen por amor de Jesús, que tanto sufrió por ellos.
- Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazó
Ángelus, 3 de septiembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Rezando con fe esta hermosa invocación de las letanías del Sagrado Corazón, un sentimiento de confianza y de seguridad se difunde en nuestro espíritu: Jesús es de verdad nuestra paz, nuestra suprema reconciliación.
Jesús es nuestra paz. Es bien conocido el significado bíblico del término "paz": indica, en síntesis, la suma de los bienes que Jesús, el Mesías, ha traído, a los hombres. Por esto, el don de la paz marca el inicio de Su misión sobre la tierra, acompaña su desarrollo y constituye su coronamiento. "Paz" cantan los ángeles junto al pesebre del recién nacido "Príncipe de la Paz" (Lc. 2,14; Is 9,5). "Paz" es el deseo que brota del Corazón de Cristo, conmovido ante la miseria del hombre enfermo en el cuerpo (Lc. 8,48)o en el espíritu (Lc. 7,50). "Paz" es el saludo luminoso del Resucitado a Sus discípulos (Lc. 24,36; Jn 20,19.26), que Él, en el momento de dejar esta tierra, confía a la acción del Espíritu Santo, manantial de "amor, alegría, paz" (Gal 5,22).
2. Jesús es nuestra reconciliación. Como consecuencia del pecado se produjo una profunda y misteriosa fractura entre Dios, el Creador, y el hombre, su criatura. Toda la historia de la salvación no es más que la narración admirable de las intervenciones de Dios en favor del hombre a fin de que éste, en la libertad y en el amor, vuelva a Él; a fin de que a la situación de fractura suceda una situación de reconciliación y de amistad, de comunión y de paz.
En el Corazón de Cristo, lleno de Amor hacia el Padre y hacia los hombres, sus hermanos, tuvo lugar la perfecta reconciliación entre el Cielo y la tierra: "Fuimos reconciliados con Dios - dice el Apóstol - por la muerte de su Hijo" (Rom 5,10). Quien quiera hacer la experiencia de la reconciliación y de la paz, debe acoger la invitación del Señor y acudir a Él (Mt 11,28). En Su Corazón encontrará paz y descanso; allí, su duda se transformará en certidumbre; el ansia, en quietud; la tristeza, en gozo; la turbación, en serenidad. Allí encontrará alivio al dolor, valor para superar el miedo, generosidad para no rendirse al envilecimiento y para volver a tomar el camino de la esperanza.
3. El Corazón de la Madre es en todo semejante al Corazón del Hijo. También la Bienaventurada Virgen es para la Iglesia una presencia de paz y de reconciliación: ¿ No es Ella quien, por medio del ángel Gabriel, recibió el mayor mensaje de reconciliación y de paz que Dios haya jamás enviado al género humano (Lc. 1,26-38)?
María dio a luz a Aquel que es nuestra reconciliación. Ella estaba al pie de la Cruz cuando, en la Sangre del Hijo, Dios "reconcilió con El todas las cosas" (Col 1,20). Ahora, glorificada en el cielo, tiene -como recuerda una plegaria litúrgica- "un corazón lleno de Misericordia hacia los pecadores, que, volviendo la mirada a su caridad materna, en Ella se refugian e imploran el perdón de Dios". (Misal Prefacio De Beata María Virgine).
Que María, Reina de la Paz, nos obtenga de Cristo el don mesiánico de la paz y la gracia de la reconciliación, plena y perenne, con Dios y con los hermanos.
27. -EL PREMIO FINAL
¡Qué premio tan hermoso te ha reservado el Sagrado Corazón!
Es el momento en que el solo pensamiento hace estremecerse: el momento de la muerte. Ante este pensamiento, el hombre tiembla, se agita; sin embargo, debe afrontarlo con amor y con la esperanza puesta en la misericordia de Dios.
Jesús te sonríe y quiere asegurarte la muerte santa, la muerte del justo. Entre las promesas que hizo a Santa Margarita María quiere recordar este punto: "Mi corazón será para todos mis devotos el seguro asilo en vida y especialmente en el momento de la muerte".
Si quieres, pues, afrontar la muerte con la calma del justo, trata de creer en Jesús, de vivir en Jesús. Entonces será cuando Él te dirá estas dulces palabras: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento. De la Tercera decena: del 21 al 30
Día 27. Espina es la sobra de amor propio que domina en tantos corazones que no pueden soportar el menor aviso o corrección, viviendo por otra parte llenos de defectos.
Día 28.- CORAZÓN DE JESÚS VÍCTIMA POR LOS PECADORES: TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS –
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento. De la Tercera decena: del 21 al 30
Día 27. Espina es la sobra de amor propio que domina en tantos corazones que no pueden soportar el menor aviso o corrección, viviendo por otra parte llenos de defectos.
Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 10 de septiembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. Esta invocación de las letanías del Sagrado Corazón nos recuerda que Jesús, según la palabra del Apóstol Pablo, "fue entregado por nuestros pecados" (Rm 4,25); pues, aunque El no había cometido pecado, "Dios le hizo pecado por nosotros" (2 Co 5,21).
Sobre el Corazón de Cristo cae el peso del pecado del mundo. En Él se cumplió de modo perfecto la figura del "cordero pascual", víctima ofrecida a Dios para que en el signo de su sangre fuesen librados de la muerte los primogénitos de los hebreos (Ex 12,21-27). Por tanto, justamente Juan Bautista reconoció en El al verdadero "Cordero de Dios" (Jn 1,29): cordero inocente, que ha tomado sobre Sí el pecado del mundo para sumergirlo en las aguas saludables del Jordán (Mt 3,13-16 y paralelos); Cordero Manso, "al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda" (Is 53,7), para que por su divino silencio quedase confundida la palabra soberbia de los hombres inicuos.
Jesús es víctima voluntaria, porque se ofreció libremente a Su Pasión como víctima de expiación por los pecados de los hombres (Lv 1,4; Hb 10,5-10) que consumió en el fuego de Su Amor.
2. Jesús es víctima eterna. Resucitado de la muerte y glorificado a la derecha del Padre, Él conserva en Su Cuerpo inmortal las señales de las llagas de las manos y de los pies taladrados, del costado traspasado (Jn 20,27; L.c. 24,39-40) y los presenta al Padre en su incesante plegaria de intercesión a favor nuestro (Hb 7,25; 8,34). La admirable Secuencia de la Misa de Pascua, recordando este dato de nuestra fe, exhorta: "A la víctima pascual elevemos hoy el sacrificio de alabanza. El cordero ha redimido a su grey. El inocente nos ha reconciliado a nosotros pecadores con el Padre" (Secuencia Victimae Paschali, estrofa l). Y el prefacio de esa misma solemnidad proclama: "Cristo es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo, muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida".
3. Hermanos y hermanas: En esta hora de la plegaria mariana hemos contemplado el Corazón de Jesús víctima de nuestros pecados; pero antes que todos y más profundamente que todos lo contempló su Madre dolorosa, de la que la liturgia canta: "Por los pecados de su pueblo Ella vio a Jesús en los tormentos del duro suplicio" (Secuencia Stabat Mater, estrofa 7).
En la proximidad de la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa, recordemos esta presencia intrépida e intercesora de la Virgen bajo la Cruz del Calvario, y pensemos con inmensa gratitud que, en aquel momento, Cristo, que estaba para morir, víctima de los pecados del mundo, nos la confió como Madre: "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,27).
Confiemos a María nuestra plegaria, mientras decimos a su Hijo Jesús: Corazón de Jesús, víctima de nuestros pecados, acoge nuestra alabanza, la gratitud perenne, el arrepentimiento sincero. Ten misericordia de nosotros hoy y siempre. Amén.
28. -LA SANTA MISA
¡El Sagrado Corazón de Jesús se hace víctima por todos en la eucaristía! Es el sol de la tierra. En la Misa no eres tú el que rezas, es Jesús quien reza por ti. Es la gloria y la alabanza a la Trinidad, la alegría de los ángeles, el camino del perdón de los pecadores, la fuerza y la gracia de los justos, el refrigerio de las almas del Purgatorio, la alegría de los ángeles, el camino del perdón de los pecadores, el beneficio de la Iglesia, la medicina contra las enfermedades espirituales. San Isidro Labrador antes de ir al campo se empapaba de este bálsamo de adoración y amor. ¿Cómo vives tú la Santa Misa?
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Día 29. CORAZÓN DE JESÚS SALVACIÓN DE LOS QUE EN TI ESPERAN: TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento para cada día del mes de junio.
Tercera decena: del 21 al 30
Día 28. Espina es la sobra de negligencia con que se hacen las cosas de Dios. Mientras algunos son todo actividad y energía para las cosas puramente temporales.
- Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 17 de septiembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. A esta hora del Ángelus detengámonos durante algunos instantes para reflexionar sobre esa invocación de las letanías del Sagrado Corazón que dice: "Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, ten misericordia de nosotros".
En la Sagrada Escritura aparece constantemente la afirmación según la cual el Señor es "un Dios que salva" (Ex 15,2; Sal 51,16; 79,9; Is 46,13) y la salvación es un don gratuito de Su Amor y de Su Misericordia. El Apóstol Pablo, en un texto de alto valor doctrinal, afirma: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2,4;4,10).
Esta voluntad salvífica, que se ha manifestado en tantas intervenciones admirables de Dios en la historia, ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret, Verbo Encarnado, Hijo de Dios e Hijo de María, pues en Él se ha cumplido con plenitud la palabra dirigida por el Señor a su "Siervo". "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 49,6; Lc. 2,32).
2.Jesús es la epifanía del Amor salvífico del Padre (Tt 2,11; 3,4). Cuando Simeón tomó en sus brazos al niño Jesús, exclamó: "han visto mis ojos tu salvación" (Mc 2,30). En efecto, en Jesús todo está en función de su misión de Salvador: el nombre que lleva ("Jesús" significa "Dios salva"), las palabras que pronuncia, las acciones que realiza y los sacramentos que instituye.
Jesús es plenamente consciente de la misión que el Padre le ha confiado: "El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc. 19 ,10). De Su Corazón, es decir, del núcleo más intimo de Su ser, brota ese celo por la salvación del hombre que lo impulsa a subir, como manso cordero, al monte del Calvario, a extender sus brazos en la cruz y a dar su vida como rescate por muchos (Mc 10,45).
3.En el Corazón de Cristo podernos, por tanto, colocar nuestra esperanza. Ese Corazón dice la invocación es salvación "para los que esperan en Él". El Señor mismo que, la víspera de Su Pasión, pidió a los Apóstoles que tuvieran confianza en El: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en Mi" (Jn 14,1), hoy nos pide a nosotros que confiemos plenamente en Él: nos lo pide porque nos ama; porque, para nuestra salvación, tiene Su Corazón traspasado y Sus pies y manos perforados. Quien confía en Cristo y cree en el poder de Su Amor renueva en sí la experiencia de María Magdalena, como nos la presento la liturgia pascual: "Cristo, esperanza mía, ha resucitado" (Domingo de Pascua, Secuencia).
¡Refugiémonos, por consiguiente, en el Corazón de Cristo! Él nos ofrece una Palabra que no pasa (Mt 24,25), un Amor que no desfallece, una amistad que no se resquebraja, una presencia que no cesa (Mt 28,20)!
Que la Bienaventurada Virgen, que acogió en Su Corazón Inmaculado al Verbo de Dios y mereció concebirlo en Su Seno Virginal (Prefacio de la Misa votiva de la Bienaventurada Virgen Moría Madre de la Iglesia) nos enseñe a poner en el Corazón de Su Hijo nuestra total esperanza, con la certeza de que ésta no quedará defraudada.
29. - EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Una dulce palabra sale del sagrario: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré". ¿Quién habla así? El Corazón de Dios. ¿A quien habla? A la pobre criatura débil y enferma. ¿Para qué te llama? Para ser tu fuerza, tu consuelo. Jesús se ha hecho víctima en la Misa. Desea que tú lo recibas en la comunión. Quiere también ser visitado por ti, quiere hablar sólo con tu corazón.
¿Cómo practicas este deseo del Sagrado Corazón? ¿Vas cuando puedes a la iglesia a adorarlo, a ofrecerte a Él, a tomar fuerza, a hacer la comunión espiritual? ¿Le pides perdón por tus culpas pasadas, por los pecados de tu familia, de tus parientes? ¿Lo reparas por tantas almas ingratas, por tantos pecadores moribundos?
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Día 30.- CORAZÓN DE JESÚS ESPERANZA DE LOS QUE EN TI MUEREN: TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento para cada día del mes de junio.
Tercera decena: del 21 al 30
Día 29. Espina es la sobra de frialdad, causa de que muchos cristianos, por otra parte buenos, cometan muchos pecados veniales sin que traten de enmendarse de ellos.
- Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 5 de noviembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. La reciente conmemoración de todos los fíeles difuntos nos invita hoy a contemplar, bojo una luz de fe y de esperanza, la muerte del cristiano, para la que las letanías del Sagrado Corazón -objeto de nuestras reflexiones- nos ponen en los labios la invocación: "Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren, ten misericordia de nosotros".
La muerte forma parte de la condición humana: es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiano, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.
Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirige para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como "vive en Cristo", así no puede menos de "morir en Cristo".
La invocación de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la muerte: el Corazón de Cristo, Su Amor y Su Misericordia, son esperanza y seguridad para quien muere en Él.
2. Pero conviene que nos detengamos un momento a preguntamos: ¿Qué significa "morir en Cristo"? Significa ante todo leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de la enseñanza del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también Él a través de la muerte, ha ido a preparamos un lugar (Jn 14,2); es decir significa creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y de fruto abundante ( Jn 12,24).
"Morir en Cristo" significa, además, confiar en Cristo y abandonarse totalmente a Él, poniendo en sus manos -de Hermano, de Amigo, de Buen Pastor- el propio destino, así como Él, muriendo, puso Su espíritu en las manos del Padre (L.c. 23,46). "Morir en Cristo" significa cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, "ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,38-39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido. (1 Jn 3,20).
3. "Morir en Cristo" significa también fortificarse para aquel momento decisivo con los "signos santos" del "paso pascual": el Sacramento de la Reconciliación, que nos reconcilia con el Padre y con todas las criaturas; el santo Viático, Pan de vida y medicina de inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu para el combate supremo.
"Morir en Cristo" significa finalmente "morir como Cristo": orando y perdonando, teniendo junto a si a la bienaventurada Virgen. Como Madre, Ella estuvo junto a la Cruz de Su Hijo (Jn 19,25); como Madre está al lado de sus hijos moribundos. Ella que, con el sacrificio de Su Corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (Lumen Gentium, 53); está al lado de ellos para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria.
CORAZÓN DE JESÚS DELICIA DE TODOS LOS SANTOS: TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
Número adicional de la última de las letanías.
- Meditación del Papa Juan Pablo II sobre las Letanías del Sagrado Corazón
Ángelus, 12 de noviembre de 1989
¡Queridos Hermanos y Hermanas!
1. La Iglesia se alegra hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exultante sube espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten misericordia de nosotros".
De la esperanza al cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al Cielo: este parece ser, amadísimos hermanos y hermanas, el ritmo según el cual suceden las tres últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las invocaciones "Salvación de los que en Ti esperan" y "Esperanza de los que en Ti mueren" las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de Jesús como "Delicia de todos los santos". Es ya visión del paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del Cielo: es palabra breve que abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
2. Sobre esta tierra el discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en el deseo de contemplar Su Rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre con Él. En el Cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo ya ha entrado en el gozo de su Señor (Mt 25,21.23); contempla el rostro de su Maestro, ya no transfigurado durante un solo instante (Mt 17,2; Mc 9,2; Lc 9,28), sino resplandeciente para siempre con el fulgor de la eterna luz ( Hb 1,3); vive con Jesús y de la misma vida de Jesús. La vida del cielo no es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de Dios - Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación total del Ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor que brotan de Su Corazón. En el Cielo los bienaventurados ven satisfecho todo deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda aspiración.
3. Por eso el Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos. En Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del Cielo son amados por el Padre, que los une a Si con el vínculo del Espíritu Santo. En Cristo y por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el amor del Espíritu.
El Corazón de Cristo es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos permanecen en el Amor (Jn 15,9), sacando de Él gozo perenne y sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el Corazón divino de Cristo.
Allí se manifiesta en plenitud el Amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación; del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad; del Amigo que anula las distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en todo. El intenso deseo, que sobre la tierra se manifestaba en la súplica "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), ahora, en el Cielo, se transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.
Elevando hacia ellos la mirada del alma y contemplándolos en tomo a Cristo juntamente con su Reina, la Virgen Santísima, nosotros repetirnos hoy, con firme esperanza, la alegre invocación: "¡Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten misericordia de nosotros!".
30. - LA COMUNIÓN REPARADORA
Si quieres amar al Corazón de Jesús debes comulgar su cuerpo muy frecuentemente. ¿No eres digno? Y para hacerla una vez al año ¿te sientes digno? No eres perfecto. Pero la comunión no es un premio; es un medio para llegar a la perfección. ¿Tienes muchos defectos? Para corregirlos tienes necesidad de la comunión. No son los sanos los que tienen necesidad de curación, sino los enfermos. ¿No sabes que la comunión borra por sí todos los pecados veniales y preserva de los mortales?
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
PROMESAS DEL SAGRADO CORAZON DE JESÚS A SUS DEVOTOS
(TEXTO ANTERIOR DEL BOLETÍN 351 DE LOS P.P. REPARADORES)
Pensamiento para cada día del mes de junio.
Tercera decena: del 21 al 30
Día 30. Espina es para el Corazón de Jesús ver la falta de cristianos en los templos y la sobra de ellos en los centros de mundanas diversiones. El Corazón de Jesús ama, y no es amado. ¿Qué haces tú?
1.- A las almas consagradas a mi Corazón les daré las gracias necesarias para su estado.
2. Daré paz a sus familias.
3. Las consolaré en todas sus aflicciones.
4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida y principalmente en la hora de la muerte.
5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
7. Las almas tibias se harán fervorosas.
8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré las casas y sitios en que esté expuesta y sea honrada la imagen de mi Sagrado Corazón.
10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón, y jamás será borrado de él.
12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final.
Oración:
Omnipotente y sempiterno Dios, mira al Corazón de tu muy amado Hijo y a las alabanzas y satisfacciones que te tributa en nombre de los pecadores; concede benigno el perdón a los que invocamos tu misericordia, en el nombre del mismo Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en unión del Espíritu Santo Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
Confeccionado por Franja
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