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martes, 14 de octubre de 2014

PLAN DE VIDA. 7. Soberbia y sensualidad

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7. Soberbia y sensualidad

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Manifestaciones de la soberbia y de la sensualidad.
 Virtudes a cultivar. 



Por: Germán Sánchez Griese | 

Fuente: Catholic.net

En este apartado encontrarás una lista de manifestaciones tanto de la soberbia como de la sensualidad que te ayudarán a detectar con mayor precisión dichas manifestaciones y a su vez se encuentran las virtudes con las que podemos vencer estas manifestaciones. Es recomendable que selecciones las manifestaciones que tienes y al final evalúes mediante el conteo de las manifestaciones, tanto de la soberbia como de la sensualidad, cual es tu defecto dominante.

Guía de ayuda para las manifestaciones de la soberbia y la sensualidad

Manifestaciones de la soberbia

Autosuficiencia: creer que me basto a mi mismo, que no necesito de Dios ni de los demás.

Autocomplacencia: estar muy satisfecho de uno mismo y por eso gloriarse de sí mismo, auto alabarse, complacerse de todo.

Altanería: Actitud despreciativa hacia los demás en palabras, gestos, miradas, ponerse al tu por tu con los demás.

Vanidad: querer aparentar lo que no se es, actuar o hablar para quedar bien, aún a costa de la verdad.

Apropiarse de los méritos ajenos: ante los éxitos ajenos, manejar las cosas de tal que modo, que parezca que el mérito es mío y así sacar yo el provecho.

Afán de singularidad: buscar ser original, especial, para presumir o llamar la atención. Querer tener privilegios o derechos que los demás no tienen.

Desaliento: desanimarse ante los propios errores o fracasos y tomar una actitud de pesimismo y de reproche.

Falta de aceptación personal: no estar conforme consigo mismo y por eso auto reprocharse, reprocharle a Dios por como se es y por ello ser inseguro (en el fondo porque se sueña con una imagen ideal que no es real o porque se compara con los demás)

Envidia: mirar con malos ojos cualidades éxitos de otros, que lleven a desanimarse o a desear un mal a otro.

Orgullo: rebeldía, querer que todo se haga como una quiere, enojo cuando se le contradice, apego al propio juicio.

Dureza de juicio: terquedad, ser necio, juzgar despreciativamente a los demás, mal interpretar sus actos.

Egoísmo: querer ser el centro y criterio de todo, interesarse solo por si mismo y por sus cosas.

Imponer el propio juicio y gustos: querer que todos aprueben, acepten y apoyen las propias opiniones, gustos, iniciativas, sin aceptar la de los demás.

Timidez: temor a fallar, a no tener éxito o a caer mal a los demás, no por eso es callado, uno no se abre a los demás.

Cavilaciones: darle muchas vueltas y vueltas a las cosa, complicándolas más de lo que son.

Suspicacia: complicar mucho las cosas, buscando siempre en las acciones, palabras o gestos de los demás, una intención secreta hacia uno de lastimar, ridiculizar, engañar, etc.

Racionalismo: querer entender todo con la razón y la lógica personal, incluso los misterios de fe, y no aceptar lo que no “entre” por ahí.

Ambición: afán de triunfar, de tener éxito, para sentirse bien con uno mismo, sentirse poderoso, mejor que los demás.

Juicios temerarios: emitir juicios negativos sobre otros, sin fundamento en la verdad.

Crítica: manifestar abiertamente fallos, errores, defectos de los demás, con intención de dejar mal a la otra persona, ante otros.

Hipocresía y fariseísmo: expresar hacia fuera sentimientos, actitudes, propósitos, etc., consciente de que no corresponde a los hechos reales.

Espíritu calculador: calcular siempre en todo los beneficios y perjuicios que se van a obtener y actuar según la convivencia. Por desconfianza en los demás, estarse siempre cuidando de que los otros no lo vayan a herir o engañar.

Arrebatar la palabra

Centralizar en sí el juego o la conversación.




Virtudes a cultivar

  • Apertura y búsqueda de Dios: apertura y valoración de los demás , reconociendo y aceptando sus cualidades opiniones, etc.
     
  • Cultivar una sana autocrítica para reconocer con realismo las propias cualidades y defectos y atribuir lo bueno a dones recibido de Dios y a mérito personal.
     
  • Apertura y llaneza, bondad en el trato con los demás, sencillez y flexibilidad.
     
  • Pureza de intención y transparencia en el obrar y actuar, ser sencillamente lo que soy.
     
  • Reconocer, aceptar y a alabar los éxitos de los demás, con objetividad y libertad interior.
     
  • Humildad para reconocerse como uno más y buscar vivir con sencillez.
     
  • Aceptar con humildad y realismo las propias limitaciones (sin agrandarlas) y tomar una actitud de lucha y superación con confianza en Dios y sano optimismo.
     
  • Cimentar la seguridad personal en el amor personal de Dios, aprender a ver con objetividad todas las cualidades personales, verse desde Dios y no desde la opinión de otros o de una imagen soñada.
     
  • Valorar con sinceridad las cualidades de los demás, sin compararse, con la libertad de espíritu.
     
  • Desprendimiento personal y flexibilidad para abrirse a lo que es diferente, a los cambios, a los demás, etc.
     
  • Apertura de mente y de espíritu para aceptar diversidad de opiniones y criterios. Bondad de corazón para comprender a los demás. Juzgar siempre por el lado positivo.
     
  • Caridad y generosidad, apertura e interés sincero por los demás, sus gestos, necesidades, estar en actitud de entrega y servicio.
     
  • Desprendimiento personal y actitud de escucha para acoger iniciativas, opiniones, con disposiciones de adaptarse a los demás.
     
  • Apertura sencilla y seguridad personal. Ser lo que se es, sin cuestionar la opinión de los demás.
     
  • Visión objetiva de las cosas, sencillez y llaneza para no complicarlas.
     
  • Confianza en los demás, sencillez y seguridad personal.
     
  • Fe y espíritu sobrenatural. Humildad para aceptar la limitación humana de la razón.
     
  • Pureza de intención. Humildad para enriquecer a los demás. Buscar beneficios para otros y no solo para uno mismo.
     
  • Hablar sólo de los hechos de los que se conozca con certeza la verdad objetiva e informarse siempre bien antes de emitir un juicio.
     
  • Aprender a silenciar los errores ajenos y saber descubrir y alabar las cualidades o virtudes y saber defender a los demás cuando se presencia una crítica.
     
  • Autenticidad y transparencia en el hablar y en el obrar.
     
  • Sencillez y generosidad. Confianza en los demás, apertura sencilla y llana.

Manifestaciones de la sensualidad:

Comodidad: buscar siempre lo más fácil, lo que implique menos esfuerzo y por ello hacer las cosa a medias.

Pereza: dejarse llevar por la apatía, perder mucho el tiempo sin hacer nada, hacer el mínimo esfuerzo posible en todo.

Irresponsabilidad: no cumplir con el deber, los encargos o compromisos, con la puntualidad y totalidad que se debe, por apatía o despiste despiste.

Falta de disciplina: vivir según el sentimiento o impulso del momento, sin someterse nunca a un horario o a una orden.
Inconstancia: ser incapaz de mantener fiel a unos propósitos, o a unos compromisos contraídos.

Divagación de la mente: vivir con la mente dispersa, pensando en mil cosas sin concentrarse en lo que se está haciendo.

Huída del sacrificio: huir y sacarle la vuelta a todo lo que cueste o exija desprendimiento personal.

Sentimentalismo: vivir al vaivén de los sentimientos dejándose manejar por ellos. Ver siempre las cosas a través del sentimiento del momento, sin objetividad.

Sensiblería: valorar las cosas sólo en la medida en que producen sentimientos bonitos, sin buscar los sólidos, lo consciente.

Castillos en el aire: vivir siempre como evasión, en posibles sueños y deseos irreales, buscando en ello compensación o satisfacción.

Curiosidad: querer saber siempre todo, estar enterada de todo leer escritos o escuchar conversaciones que no me competen.

Superficialidad: vivir sin profundizar en el verdadero sentido de la vida y de las cosas, buscando solo el disfrute y la diversión fácil. Estar muy pendiente del chisme, de las novedades, etc.

Vida de sentidos: buscar satisfacción en verlo todo, experimentarlo todo, no poder vivir sin ruido, sin el “disfrute de la vida”.

Gula: comer o beber en exceso, por puro placer, o como manifestación de insatisfacción o desfogue.

Búsqueda del placer físico: buscar todo aquello que produzca placer corporal, en posturas, en relación con los hombres o mujeres, masturbación, etc. (como compensación de algunas carencias).

Afectividad excesiva: ser exagerado en las manifestaciones y en la búsqueda de afecto de manera descontrolada y sin estabilidad.

Virtudes a cultivar
  • Cultivar el espíritu de trabajo, formar una voluntad firme, escoger siempre lo mejor no lo más fácil, ni lo más cómodo.
     
  • Cultivar un espíritu de militancia en todo, poner medios concretos para formar la voluntad mediante pequeños retos o mortificaciones. Aprovechamiento del tiempo.
     
  • Madurez para tomar con seriedad los compromisos que se tienen y sus exigencias. Formarse en el orden, poner medios concretos para acordarse de las cosas.
     
  • Imponerse un “orden de vida” tener un horario, un sistema de orden, de trabajo y de organización, evitando las improvisaciones o las apatías y desganes.
     
  • Empezar por ponerse pequeños propósitos y exigirse fidelidad a ellos, e ir incrementando la exigencia. Cumplir puntualmente las exigencias de los propios deberes y compromisos, desterrando todos los sistemas.
     
  • Disciplina mental, exigencia consciente, estar donde debo estar con los pensamientos. Formar el hábito de la concentración.
     
  • Formarme en la reciedumbre y firmeza de carácter, afrontar lo costoso, como muestra madurez y coherencia.
     
  • Ser persona de principios y actuar siempre conforme a ellos. Dominio y voluntad, para manifestarse firme y coherente a pesar de un sentimiento negativo. Aprender a juzgar los hechos con objetividad, “desde fuera”.
     
  • Madurez; juzgar las cosas, los acontecimientos, las personas, según su valor objetivo, independientemente del atractivo sensible que tenga.
     
  • Formarse en el realismo; vivir con madurez y coherencia el momento presente. Aceptar y proyectar la propia persona en el marco del realismo.
     
  • Preocuparse e interesarse únicamente de lo que realmente competa o sea de importancia personal. Mortificar los sentidos, dominio personal. Convencerse de la inutilidad y pérdida de tiempo que implica la curiosidad.
     
  • Fomentar el hábito de la reflexión profunda. Ahondar en los valores e ideales auténticos de la vida. Dar tiempo a reflexionar sobre la propia vida, el sentido que se le quiere dar. Dar respuesta a estos interrogantes y vivir coherentemente.
     
  • Descubrir el valor de la auténtica vida interior y de la solidez interior. Buscar momentos de silencio, de oración, de reflexión personal, para alimentar los ideales profundos y no dejar que se “sofoquen”.
     
  • Fomentar la voluntad y el dominio personal para ser dueños de sí, ponerse pequeños propósitos. No darle más importancia a la comida de la que tiene. Cimentar una profunda y auténtica seguridad personal y afrontar con decisión los problemas, sin buscar escapes que no solucionan nada.
     
  • Espíritu de mortificación y dominio personal, empezando con pequeñas privaciones con el fin de incrementar los valores espirituales más profundos y centrar en ellos la propia vida. Si hay carencia afectivas, profundizar en el valor del verdadero amor, en el amor de Jesús...para buscar el verdadero amor y no una mera compensación que llene momentáneamente un hueco.
     
  • Aprender a encauzar y dominar los impulsos de la afectividad. Valorar y buscar nuestras más ecuánimes e incluso “espirituales”. Poner el peso del amor en las actitudes interiores, y en la donación afectiva, en la entrega al otro y no tanto en lo externo.

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Próximos puntos:


8. La purificación interior.

9.¿Cómo combatir tu defecto dominante? .

10. Recapitulación.

11. El secreto de la felicidad.

12. Perseverancia.


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