Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
Durante los duros años de la
Revolución, en un pueblo pequeño de Aguascalientes, México, solía ir al almacén
del Sr. Muro para comprar productos frescos. La comida y el dinero faltaban y
el trueque se usaba mucho.
Un día en particular, el Sr. Muro
me estaba empaquetando unas papas. Cuando de repente me fijé en un niño
pequeño, delicado de cuerpo y aspecto, con ropa rota pero limpia que miraba
atentamente una caja de peras frescas.
Pagué mis papas pero también me
sentí atraído por el aspecto de esas peras. ¡Me encanta el dulce de pera y las
papas frescas! Admirando las peras, no pude evitar escuchar la conversación
entre el Sr. Muro y el niño.
– "Hola Toño, ¿Cómo estás
hoy?"
– "Hola Sr. Muro. Estoy bien, gracias, solo admiraba las peras,
se ven muy bien".
– "Sí, son muy buenas. Cómo está tu mamá?"
– "Bien. Cada vez más fuerte".
– "¿Hay algo en que te pueda
ayudar?"
– "No Señor. Sólo admiraba las peras".
– "¿Te gustaría llevar
algunas a casa?"
– "No Señor. No tengo con que pagarlas".
– "Bueno, qué tienes para
cambiar por ellas?"
– "Lo único que tengo es esto, mi
canica más valiosa".
– "¿De veras? ¿Me la dejas ver? ¡Es una joya!" El único problema es que ésta es azul y a mí
me gustan las rojas". ¿Tienes
alguna como esta, pero roja, en casa?"
– "No exactamente, pero casi".
– "Hagamos una cosa. –Llévate esta bolsa de peras a casa y la
próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes".
– "¡Claro! Gracias Sr. Muro".
La Sra. de Muro se me acercó a
atenderme y con una sonrisa me dijo, "Hay dos niños más como él en nuestra
comunidad, todos en situación muy pobre.
A Salvador le encanta hacer
trueque con ellos por peras, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven
con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le
gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la
promesa de traer una canica color naranja o verde tal vez”.
Me fui del negocio sonriendo e
impresionado con este hombre. Un tiempo después me mudé a Guadalajara pero
nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos.
Varios años pasaron, cada uno más
rápidamente que el anterior. Recientemente tuve la oportunidad de visitar unos
amigos en esa comunidad en Aguascalientes. Mientras estuve allí, me enteré de que ese mismo día el Sr. Muro había muerto.
Esa noche sería su velorio y
sabiendo que mis amigos querían ir, acepté acompañarlos. Al llegar a la
funeraria, nos pusimos en fila para conocer a los parientes del difunto y para
ofrecer nuestro pésame.
Delante nuestro, en la fila,
había tres hombres jóvenes. Uno tenía puesto un uniforme militar y los otros
dos unos lindos trajes oscuros con camisas blancas.
Parecían profesionales. Se
acercaron a la Sra. Carmelita, quien se encontraba al lado de su difunto
esposo, tranquila y sonriendo. Cada uno de los hombres la abrazó, la besó,
conversó brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd.
Los ojos cafes llenos de lágrimas
de la Sra. Carmelita, los siguió uno por uno, mientras cada uno tocaba con su
mano cálida, la mano fría dentro del ataúd. Cada uno se retiró de la funeraria
limpiándose los ojos. Llegó nuestro turno y al acercarme a la Sra. De Muro le
dije quién era y le recordé lo que me había contado años atrás sobre las
canicas.
Con los ojos brillando, me tomó
de la mano y me condujo al ataúd. “Esos tres jóvenes que se acaban de ir son
los tres chicos de los cuales te hablé. Me acaban de decir cuanto agradecían
los “trueques” de Salvador.
Ahora que Chava no podía cambiar
de parecer sobre el tamaño o color de las canicas, vinieron a pagar su deuda.
Nunca hemos tenido riqueza” , me confió, “pero ahora Salvador se consideraría
el hombre más rico del mundo”.
Con una ternura amorosa levantó
los dedos sin vida de su esposo. Debajo de ellos había tres canicas rojas
exquisitamente brillantes.
Moraleja de la Inspiracion
Canicas Rojas:
-No seremos recordados por
nuestras palabras, sino por nuestras acciones.
-La vida no se mide por cada
aliento que tomamos, sino por las cosas que nos quitan el aliento.
-Dicen que toma un minuto
encontrar a una persona especial, una hora para apreciarla, un día para amarla,
pero una vida entera para olvidarla.
Autor de Inspiracion Canicas
Rojas: Desconocido
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