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viernes, 2 de agosto de 2013

María en el Año de la Fe

Santa Maria de Baiona diócesis tuy- vigo blogspot.com

Para mejorar nuestra vida cristiana y crecer en el amor a la Virgen María nuestra Madre, el P. Javier Leoz tiene para este mes de agosto este encuentro con María, con el fin de encauzar nuestra devoción mariana. Lo pongo en nuestro blog, porque en este mes tenemos muchas fiestas de la Virgen en numerosísimos pueblos, ricos en devoción popular por las múltiples advocaciones, que el cariño a a Ella ha sembrado por todos los rincones de nuestros pueblos. Franja 


 10 Indicaciones de María en el Año de la Fe
P. Javier Leoz

1      1 «¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1, 45). Es la primera bienaventuranza del evangelio y, precisamente se refiere a María. Isabel, en contraposición a las dudas de Zacarías, ensalza, pregona y canta la disponibilidad y grandeza de la Virgen.

2      2 «No tienen vino» (Jn 2, 3). Si queremos contemplar la profundidad de la fe de María, nos presta una gran ayuda el relato evangélico de las bodas de Caná. Ante la falta de vino, María podría buscar alguna solución humana para el problema que se había planteado pero no duda en dirigirse inmediatamente a Jesús. Encarna ya la actitud que Jesús alabará en los verdaderos creyentes de todos los tiempos: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20, 29).

3       3 ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). No es fácil la fe a la que María está llamada. Ya antes de Caná, meditando las palabras y los comportamientos de su Hijo, tuvo que mostrar una fe profunda. Es significativo el episodio de la pérdida de Jesús en el templo, a la edad de doce años, cuando ella y José, angustiados, escucharon su respuesta.

4       4 En el drama del Calvario, la fe de María permanece intacta. Para la fe de los discípulos, ese drama fue desconcertante. Sólo gracias a la eficacia de la oración de Cristo, Pedro y los demás, aunque probados, pudieron reanudar el camino de la fe, para convertirse en testigos de la resurrección. (cf. Jn 19, 25)

5       5 La resurrección fue la confirmación definitiva de la fe de María. Más que en cualquier otro, la fe en Cristo resucitado transformó su corazón en el más auténtico y completo rostro de la fe, que es el rostro de la alegría.

6     6 María colaboró así con Dios, no solamente en el orden puramente físico y biológico, para que se encarnara el Hijo de Dios en su vientre, sino en toda la misión del Mesías, mientras estuvo aquí en la tierra, conviviendo y compartiendo la vida con sus contemporáneos. Primero, con quienes le acompañaron en su vida familiar, como un Israelita niño, adolescente y joven y, después, cuando salió a su misión pública, compartió esa vida con todas las personas que le siguieron como discípulas y discípulos. En todos estos momentos, familiares y públicos, María lo acompañó, creciendo ella misma en su fe, tanto durante la vida oculta de Jesús en su casa, como cuando el predicaba el Evangelio públicamente.

7       7  De modo particular María junto a la cruz, fue aquilatada y purificada en su fe, pues se mantuvo fiel, y permaneció en su convicción de que se cumpliría todo lo que se le dijo de parte del Señor acerca de su Hijo: en la Anunciación, en la visita a Isabel, en el nacimiento de su Hijo en la gruta de Belén, durante la Presentación del niño en el Templo, en la visita de los Reyes de Oriente y en lo que el mismo niño Jesús les dijo a ella y a José, cuando lo encontraron en el Templo entre los doctores. La desgarradora escena de la muerte de Jesús en la cruz, parecía contradecir mucho de lo que ella escuchó, acerca de ese Hijo suyo.

8       8 El cántico de María, llamado el Magníficat (Cf. Lc. 1,46-55), que anuncia la exaltación de los humildes y la restauración de una historia que incluye a los despreciados de la tierra, sigue siendo nuclear en la comprensión de una justa dimensión de la plenitud de la fe cristiana. Esta fe no puede reducirse a un ámbito puramente privado, ni a acciones piadosas aisladas de todo el contexto en que se mueve la vida humana

9       9 Encerrar a la fe en una espiritualidad individualista y enajenada de la vida del mundo, y vaciarla de su significado intrínseco. Creer que ella solamente nos sirve para mantener dentro de la Iglesia un ritmo de cumplimientos y requisitos, y para ajustarnos a ciertas normas morales, con el objeto de tranquilizar nuestra conciencia personal, es un intento estéril de vivir la vida cristiana, basada en una caricatura de la fe

.         10 Hemos encerrado nuestra vida cristiana prácticamente a los templos. No hemos sido valientes como María, para colaborar decididamente desde nuestra fe, con la gracia de Cristo, para corregir los abusos de poder y los desajustes en los niveles socio-políticos, socio-económicos y socio-culturales que están a la base de la violencia, las injusticias, la corrupción, y todo el resto de males que dañan gravemente a la sociedad

Celebrar, honrar, procesionar, cantar y proclamar a la Virgen María como Patrona de nuestros pueblos o ciudades es hacer nuestra aquella misión por la cual Ella fue grande y, su nombre, ha llegado hasta nosotros: EL ANUNCIO DE JESUCRISTO MUERTO Y RESUCITADO. Lo contrario es caer en un puro sincretismo convirtiendo a María en un ídolo alejado de lo más genuino de Ella.



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