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jueves, 10 de octubre de 2013

EL MONO Y EL COCO. Domingo XXVIII.

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona

Del Padre  Javier Leoz 
para el Domingo XXVIII   

 

EL MONO Y EL COCO

Cuenta el Padre Weichs, que :

Un hombre estaba debajo de una palmera. En eso, un mono enfurecido, le tiró desde arriba un coco sobre la cabeza. Primero, el hombre se quedó sorprendido, sin moverse. Entonces, se agarra la cabeza porque le duele. Después cae su mirada sobre el coco, delante de él. El hombre sonríe, mira hacia arriba y le dice al mono: Gracias!. 

Parte el coco, bebe su contenido, come su carne y de la cáscara fabrica dos pequeños platos.

Lo mismo se puede aplicar al leproso del evangelio.


Todo el mundo habría dicho: ¨Qué desgracia sufre ese pobre leproso¨.
Pero sin embargo, mirando hacia atrás, este samaritano, tal vez agradeció a Dios su lepra. Porque eso que le parecía quizás la más horrible desgracias, se le convirtió en ¨Gracia¨.


En este día aprendamos del samaritano a ser agradecidos con Dios, a darle gracias.

En la Eucaristía, en especial es donde damos gracias a Dios. Pidámosle al Señor, ir a celebrar la Eucaristía dispuestos a glorificar a Dios, y tener el corazón  repleto de alegría por las maravillas que Dios obra en nosotros.   Javier Leoz    

Si esto nos hace pensar...
sigue el P. Leoz:

¿DE QUÉ TENGO LEPRA? 
Domingo 28 ciclo c Javier Leoz

      La vida es dura, y lo hemos podido comprobar en primera persona muchas veces, cuando nos toca avanzar en solitario. Cuando –por diversas circunstancias- nos dejan al margen de  decisiones, de alegrías o de los sentimientos de las personas que más queremos.
Los leprosos, en tiempos de Jesús, gritaban desde lejos. Vivían en lugares apartados; no hacían vida social con los demás. No les dolía tanto, la enfermedad que marcaba su piel, cuanto el rechazo social y el hecho, por ejemplo, de que fuera considerada  como una maldición divina. Eran, en definitiva, unos muertos en vida. Porque ¿para qué vivir si no puedes vivir con los que más quieres?

      1. También nosotros, en situaciones diversas, rezamos al Señor: “ten compasión de nosotros”. Cuando el mundo nos rechaza porque no reunimos unas características determinadas. Cuando nuestra voz no cuenta para nada. Cuando las cosas nos salen una vez y otra también mal hechas para los demás. Cuando vemos que Dios perdona pero, los que están a nuestro alrededor, no olvidan.

¿Lepra hoy? Recientemente el Papa nos recordaba que, no toda la organización de la Iglesia es buena y que, a veces, se puede convertir en una dificultad, en una lepra para la Evangelización. Puestos a señalar, entre otras, hoy campan a sus anchas estas tipologías que afectan a nuestra vida espiritual y social:

-La lepra de la apatía. Los que viven alejados de todo optimismo. Han arrojado la toalla porque el mundo les resulta duro de asumir y áspero para vivir en él.

-La lepra de la desilusión. Vuelvo a repetir lo de tantas veces, y recordando los evangelios de estas semanas precedentes, ¿por qué teniendo tanto, el hombre vive en permanente ansiedad?

-La lepra de la incredulidad. Es, con mucho, la más grave y la más severa de nuestros días. Hombres y mujeres, amigos o  conocidos ( dentro de nuestras propias familias) que viven al margen de la fe, de la iglesia y que tan sólo se acuerdan de que Jesús existe en momentos ocasionales.

2.Gritemos en este domingo. ¡Ten piedad de nosotros! Pero que lo digamos con convencimiento. Sabedores de la afección que debilita y arruga la espiritual; aquella que nos deja el alma y el corazón congelados.

Y, sobre todo, seamos agradecidos. No todo lo que somos, se debe a nosotros. No todo lo que tenemos, es producto de nuestro esfuerzo. No todo lo que conquistamos, es golpe de la simple suerte. ¡Dios tiene mucho que ver en todo ello!

Hoy, y permitámonos un poco de santo orgullo, los que estamos en la eucaristía somos como aquel samaritano agradecido (nos hemos sacudido la lepra de la  semana; esfuerzos, sudores, complicaciones, trabajos, zancadillas, sinsabores) y venimos al encuentro del Señor para darle gracias. Para que nos recomponga de nuevo. Para que nos integre de nuevo en su pueblo. Para que nos fortalezca con su eucaristía. Para que nos tonifique con su Palabra. Y, no lo olvidemos, para que nos dé su salvación. 

Javier Leoz. 

Como me ha gustado, lo pongo a vuestra consideración. 
No se puede echar en saco roto.
 Franja



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