Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
La viuda
y los alpinistas
y los alpinistas
Reflexiones de lecturas
Francisco invitó a su amigo
Carlos a esquiar. Cargaron todo en su camioneta y se fueron a las montañas
nevadas.
Apenas entraron en el pueblo más
cercano, el tiempo empezó a ponerse mal. El cielo se oscureció, empezó a soplar
un fuerte viento, totalmente inesperado para esa época del año y las primeras
gotas de aguanieve acompañadas por el fuerte viento sacudieron el vehículo.
En pocos minutos el temporal fue
tan fuerte, que era imposible continuar con su viaje.
Sin saber muy bien que hacer, de
pronto vieron a lo lejos las tenues luces de una casa. Sin dudarlo, abandonaron
la carretera y tomando un camino de tierra, enfilaron hacia la casa para pedir
refugio.
Cuando llamaron a la puerta salió
a recibirlos una mujer con los cabellos rubios ensortijados y húmedos, que
aunque estaba vestida con unos pantalones de trabajo y un chaquetón demasiado
grande para ella, no podía ocultar su esbelta figura. Era una mujer realmente
hermosa.
Los hombres tímidamente le
pidieron ayuda para poder refugiarse de la tormenta que ya les estaba azotando.
La mujer con una expresión
dubitativa, les dijo:
-Si es cierto, veo que esta noche vamos a tener una
fuerte tormenta. Lo siento mucho, no puedo recibirlos en casa. Hace pocas
semanas que falleció mi esposo y vivo sola. Si los dejo entrar temo que la
gente hable de más y es algo que no deseo, ni me conviene.
-No se preocupe señora, dijo
Francisco, entendemos su situación y no queremos causarle problemas. Quizás
podría dejar que entremos con la camioneta en la caballeriza, y que nos
refugiemos allí hasta que pase la tormenta. Nos iremos a primera hora de la
mañana.
La señora aceptó, Francisco y
Carlos se dirigieron al lugar y se acomodaron para pasar la noche. Por la
mañana comprobaron que el tiempo había aclarado y al ver que en la casa estaba
todo en silencio, con las ventanas cerradas, parecía no haber movimiento, se
fueron y continuaron con su viaje.
Pasaron el fin de semana
esquiando y disfrutando de las montañas, de la nieve, el paisaje y la compañía.
Nueve meses después, Francisco
recibió una carta certificada enviada por un estudio jurídico. Después de
pensar de quién podía tratarse, se dio cuenta que era de los abogados de
aquella atractiva viuda que habían conocido aquel fin de semana, cuando fueron
a esquiar a las montañas.
Subió a su camioneta y se fue a
casa de su amigo Carlos.
-Carlos, quiero saber algo, le
dijo: ¿Te acuerdas de aquella viuda tan agradable y hermosa que nos permitió
refugiarnos en la tormenta?
-Sí, me acuerdo, respondió de
inmediato Carlos. Dime, aquella noche, mientras dormíamos en la camioneta ¿tu
fuiste a la casa a verla?
Un poco nervioso Carlos confesó:
-Sí Francisco, lo hice.
-¿Por casualidad le diste mi
nombre, haciéndote pasar por mí y le diste mi dirección como si fuera la tuya? , preguntó Francisco con voz incrédula.
Carlos enrojeció.
-Sí, lo siento
amigo. Ella me preguntó y yo no sabía que decirle, entonces encontré la tarjeta
que tu me habías dado con tu nueva dirección y sin pensarlo demasiado, se la
di. Francisco, entiéndeme. Tú no tienes compromisos, vives solo, estas soltero
y pensé que si la situación se complicaba, tu podrías salir airoso del
problema. Pero ¿Por qué me preguntas todo eso? ¿Pasó algo?
-Si, ella murió el mes pasado y
me ha dejado toda su fortuna. Gracias por darle mi tarjeta.
“Seguramente al leer esta
historia pensaste que el final iba a ser diferente, lo mismo me ocurrió a mí,
pero este relato nos muestra la fragilidad de nuestros pensamientos, lo que
sucede con las mentiras y como a la largo del tiempo, la vida premia a las
personas honesta”
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Franja
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