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miércoles, 3 de junio de 2015

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CRHISTI,

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona


El próximo DOMINGO, día 7 de junio
celebraremos la

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CRHISTI, 
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.

Día 7 de junio
Domingo del Corpus Christi


Cristo Eucaristía


Un buen Cartel para el Día de Corpus


Recemos con frecuencia, en reparación de las blasfemias
 contra Cristo Jesús  y su Santísima Madre,
 por parte de aquellos desalmados, que se manifiestan contra la religión
 y no respetan nuestras creencias, ofendiéndonos 
en los más sagrado de nuestros quereres:

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús, en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo, Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. 
Amén, Amén, Amén.




Día 7 de junio,  Domingo, 

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

   Evangelio: Jn 6, 51-58
 "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Los judíos se pusieron a discutir entre ellos:
—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús les dijo:
—En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre,  no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eternamente".

*******

Nuestro Obispo,
D. Luis Quinteiro Fiuza,
Obispo de la Diócesis de Tui-Vigo
Carta Pastoral con motivo de la
Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Misterio de Fe, Misterio de 
Unidad

“La fe y el amor se necesitan mutuamente,
de modo que uno permita a la otra seguir su camino” 

 Carta Pastoral con motivo de la Fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Una fe transmitida con fidelidad.

 El próximo domingo 10 de junio, celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor.

El Misterio del Cuerpo de Cristo entregado y de su Sangre derramada constituye el centro de nuestra fe.

 En la Carta Apostólica Porta Fidei, con la que el Santo Padre nos anuncia y convoca a la celebración del Año de la Fe, Benedicto XVI afirma que la puerta de la fe (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros.


La puerta de la fe es Jesucristo: yo soy la puerta, quien entre por mí se salvará (Jn 10,9). A Cristo lo encontramos, porque así Él mismo lo ha querido, de forma eminente en el Sacramento de la Eucaristía que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo (PO 5). 

La Exhortación Postsinodal Verbum Domini nos presenta a Jesús como el Pan de Vida, el verdadero maná bajado del cielo, el Dios hecho carne y entregado para la vida del mundo.

Siguiendo el Magisterio del Concilio Vaticano II, presenta la Celebración Eucarística como la doble mesa de la Palabra y del Cuerpo y Sangre del Señor. El relato lucano de los discípulos de Emaús nos permite descubrir la unión íntima entre escuchar la Palabra y Partir el Pan: La presencia de Jesús, primero con las palabras y después con el gesto de partir el pan, hizo posible que los discípulos lo reconocieran, y que pudieran revivir de modo nuevo lo que antes habían experimentado con Él: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? (VD 54). 

La Iglesia, pues, recibe de Cristo la doble mesa de la Palabra y de su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía como el mayor de sus dones, pues es el don de sí mismo, de toda su persona y de su obra de salvación. Por eso cuando la Iglesia celebra la Santa Misa celebra el Memorial de la Muerte y Resurrección del Señor, hace presente este acontecimiento y realiza la obra de la salvación, haciendo posible que todos los que participan en la celebración puedan tomar parte en el Misterio del amor de Dios, que perdona, salva, regenera y llama a vivir su misma vida. 

Verdaderamente la Eucaristía nos muestra el amor de Jesús llevado hasta el extremo y la permanente voluntad salvadora de Dios para toda la humanidad. Dios está con nosotros, es el Emmanuel. Por las palabras de la Consagración sobre el pan y el vino se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Este misterio supera nuestro razonamiento y debe ser acogido por la fe. Ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía, experimentamos la limitación de nuestra razón humana y vivimos la oportunidad de crecer en la fe: dudan los sentidos y el entendimiento, que la fe los supla con asentimiento. 

Una fe celebrada por la Iglesia
.........
leer más:
http://www.diocesetuivigo.org/castellano/obispo/documentos%2011-12/corpus%202012%20castelan.pdf 


Vuestro Afmo. En Jesucristo 
†Luis Quinteiro Fiuza 
Obispo de Tui-Vigo



El Alimento para esa vida eterna

MEDITACIÓN
Considerábamos hace poco que Dios nos creó para una vida de relación íntima con las tres personas divinas. Esta vocación es lo verdaderamente propio del hombre, lo que tienen los hombres de peculiar y los caracteriza y eleva sobre el resto de la creación de este mundo. 
        Conducidos maternalmente por la Iglesia, al paso de las sucesivas celebraciones litúrgicas, vamos reflexionando sobre esta vida, que es sobrenatural, puesto que no está al alcance de nuestras fuerzas naturales. Sentimos insatisfacción por mucho que logremos de este mundo –nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti, diría Agustín de Hipona–, pero no vemos cómo lograr esa paz del espíritu, ese descanso en Dios que necesariamente anhelamos.
        Como ya recordábamos, san Juan comienza su Evangelio advirtiendo a sus lectores que el Verbo Eterno se hizo hombre y que los hombres que le acogen son hechos hijos de Dios. Esta filiación divina requiere, según explicó el Señor a Nicodemo, un nuevo nacimiento, no a la vida humana sino del Espíritu. El ideal de esta vida en Dios es de hecho, no pocas veces, contrario a un ideal solamente humano. Gran parte de la enseñanza de Jesucristo se centra precismente en establecer la diferencia entre bienaventurados; es decir, los que logran la vida eterna con Dios o bienaventuranza, y los que son felices sólo según este mundo.
        Después de haber predicado el Reino de Dios al que somos llamados los hombres, que no es de este mundo, Jesucristo, como primogénito de los hijos de Dios, muere en redención por los pecados de los hombres. Y al resucitar al tercer día como había anunciado, nos precede como hombre en la vida gloriosa e inmortal para la que Dios nos pensó.
 Una vida que actúa movida por el Espíritu Santo, según hemos considerado a menudo, y que es una permanente relación de cada uno con las Personas divinas de la Trinidad.
        Hoy deseamos recordarlo de modo expreso, no vayamos a acostumbrarnos a tan excelsa verdad. Y agradecemos la Eucaristía que Jesús prometió, como nos recuerda la liturgia de este día. Dios nos ama ofreciéndonos el alimento que mantiene y desarrolla la vida sobrenatural para la que nos ha elegido. Así se expresó el Señor ante cuantos le escuchaban cierto día en la sinagoga de Cafarnaún. Sólo con ese Alimento de su cuerpo sería posible vivir plenamente de acuerdo con nuestra dignidad:  Si alguno come de este pan vivirá eternamente.  Ese Pan, afirma, es mi carne para la vida del mundo.
        ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?, se preguntaban extrañados los judíos. Pero Jesús, sin entrar en explicaciones, no sólo reafirma lo que habían escuchado, sino que asegura que alimentarnos de su Cuerpo y Sangre es la única opción adecuada a nuestra condición: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Sin la Eucaristía, aunque parezca que llevamos una existencia saludable y hasta muy dichosa en ocasiones, no sería, sin embargo, nuestra vida realmente plena, aquella para la que nos hizo Dios capaces, y a la que nos invita Cristo con su venida al mundo. Éste en su Evangelio, la noticia definitiva que nos debía trasmitir y por la que se hizo hombre: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí.
        Las palabras de Jesús no admiten otra interpretación: alimentándonos de Él llevamos una vida divina. Una vida que se asemeja más a la del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que a la de las otras criaturas que vemos junto a nosotros en este mundo. Sin hacernos dioses, lo cual sería contradictorio, Dios nos ofrece su misma vida, y por eso somos relevantes para Él. Se comprende así la alegría de María, que se siente la más dichosa de las criaturas, pues el Creador puso los ojos en Ella. Queramos considerar y valorar adecuadamente el hecho de que merecemos la atención de Dios a toda hora. ¿Procuramos ser agradecidos, conscientes de que Dios está sienpre con nosotros, y más aún que a nuestro lado?: En El vivimos, nos movemos y existimos, afirma san Pablo.
        En la solemnidad del Corpus Christi celebramos además su presencia en el sacramento de la Eucaristía. Oculto en nuestros sagrarios se reserva como alimento de nuestra vida sobrenatural, como verdadera energía espiritual para el alma. Por ella –sin ella no– alcanzamos la vida abundante que Cristo nos ha ganado.
        Como niños que deben desarrollarse, deseamos alimentarnos con hambre de ese manjar celestial que nos diviniza y fortalece. Y con esa sencillez, que es propia  de los pequeños, insistimos sin miedo: 

"Yo quisiera Señor recibiros con aquella pureza, humildad y devoción, con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos."

De  D. Luis de Moya.

 

PROCESIONES Y CUSTODIAS

Custodia de Arfe de Toledo, 
la más hermosa del mundo.


Otra imagen de la Custodia
en su vitrina del Museo

Los orígenes de las custodias eucarísticas se remontan al siglo XIII que es cuando se instaura la fiesta del Corpus Christi. "A finales del siglo XIV y principios del XV tienen su desarrollo monumental tanto en las catedrales como en las procesiones para las que se usan", explica Portela.

En la obra de Arfe se pueden apreciar todos los elementos del estilo gótico en el que se inspira: arbotantes, pilares y columnas. Así, la vigilia permitió que
"los dos millones de jóvenes" CON EL SANTO PADRE pudieran contemplar -en medio de aquel vendaval-, y admirar "una obra de arte, única en el mundo, 
usada, como pensaron sus autores, para redescubrir el valor del arte en la liturgia".


Un manto de pétalos
Alfombra de flores en Puenteareas.


Custodia de nuestros pueblos, 
fruto del  gran amor de los fieles


Custodia de Arfe, dispuesta 
para salir en Procesión.


Una procesión, como la nuestra 
de Baiona


Procesión adornada 
con los niños de Primera Comunión.
Para imitar en Baiona.


Toledo


La Banda de música, que no debe faltar 
en la Procesión del Corpus Christi
de todos los pueblos.



"Cantemos al amor de los amores" 

Espero que os haya gustado.

Franja.

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