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Mons. Ignacio Munilla
No hace falta mucho esfuerzo mental para leer esta carta pastoral del Obispo de San Sebastián y entenderla un poco. Nos estamos acostumbrando a los que dicen que todas las religiones son igual de buenas... y no está de más leer esa explicación muy aclaratoria. Franja.
El vaso, el agua y el elefante
Carta pastoral del obispo de San Sebastián sobre ''Nueva
Era'' y el relativismo religioso
Por
José Ignacio Munilla
SAN
SEBASTIáN, 01 de abril de 2013 (Zenit.org) - Ofrecemos la carta pastoral del obispo de San
Sebastián José Ignacio Munilla, publicada este 31 de marzo, en la que
afronta las teorías de la denominada "Nueva Era" que cuestionan
el valor de las religiones para explicar el Misterio de Dios. El obispo sale al
paso de estas teorías que valoran la espiritualidad frente a la religión.
La
Iglesia Católica se encuentra en plena celebración del Año de la Fe. Los
obispos hemos recibido el ministerio de guardar la integridad de la fe. Se
trata de una encomienda que abarca tres niveles: Tener una fe coherente,
predicar con pedagogía y rebatir los errores contrarios. Pues bien, tengo que
confesar que me preocupa cómo se difunden en nuestros días algunas imágenes
sobre la religiosidad y la espiritualidad, que son claramente incompatibles con
nuestra fe católica. Me refiero en concreto a las dos siguientes: “El vaso
y el agua”: Se pretende diferenciar entre la religión y la espiritualidad
sirviéndose del referido símil. Las religiones serían como el vaso (hay muchos
vasos); mientras que la espiritualidad sería como el agua. Se puede beber agua
en diversos tipos de vasos o sin necesidad de ellos. Así ocurriría también con
las religiones; todas ellas serían igualmente válidas para beber el agua de la
espiritualidad.
“El
elefante”: Se representa a un elefante rodeado de una serie de personajes
vestidos con los atuendos típicos de diferentes religiones; todos ellos con los
ojos totalmente vendados: Un obispo católico toca con sus manos la trompa; un
monje budista palpa un colmillo del elefante; un imán acaricia una de las patas
traseras; un rabino manosea una de las orejas del elefante… Y en la parte baja
inferior de esta viñeta se puede leer: “Dios es mayor que lo que las religiones
dicen sobre Él”. Es obvio que la conclusión a la que pretende hacernos llegar
esta imagen del elefante es que todas las religiones se reducen a un intento
infructuoso del hombre de alcanzar a Dios.
Alguien
dijo que el relativismo es el ‘santo y seña’ más característico de
la cultura occidental secularizada. Y sin lugar a dudas, la reflexión
teológica no está al margen de este riesgo. La teoría del “pluralismo
religioso” —es decir, la presentación de todas las religiones como igualmente
verdaderas— no es sino la lectura del hecho religioso a la luz del relativismo.
La Nueva Era ha resultado ser una aliada inestimable para la penetración del
relativismo en el campo religioso. Lo que hoy en día se lleva es el sincretismo
y el esoterismo, como distintivo de una espiritualidad que está abierta a
“todo”, sin necesidad de creer en “nada” en concreto.
No se puede dudar de que se le respeta y tiene autoridad.
Sin
embargo, quienes piensan que por este camino están descubriendo
una espiritualidad moderna, están muy equivocados. En el fondo, nos
encontramos ante una reedición del paganismo del Imperio Romano con el que se
tuvo que enfrentar el cristianismo. Pongo un ejemplo ilustrativo muy concreto;
el debate entre Símaco y San Ambrosio en el siglo IV: Un presidente del
Senado romano, de nombre Símaco, colocó un “ara de la Victoria” en el aula del
Senado. Cada uno de los senadores debía quemar incienso en ese altar,
independientemente de sus creencias, porque a juicio de Símaco tanto el
cristianismo como el paganismo eran igualmente válidos. En su opinión todas las
religiones son igualmente válidas al tratarse de caminos de búsqueda de una
realidad que nos supera y que nunca podremos alcanzar. Su disertación se resume
en la siguiente frase: “A tan gran Misterio es imposible que se pueda llegar
por un solo camino”.
Los
cristianos se negaron en redondo a quemar incienso en ese altar pagano. San
Ambrosio, obispo de Milán, fue el encargado de responder a Símaco: Ciertamente
el misterio de Dios es inaccesible al ser humano por sus solas
fuerzas, pero este misterio se nos ha hecho accesible por la Revelación de
Dios. La religión cristiana no es el camino del hombre a Dios, sino el camino
de Dios al hombre. Por lo tanto, en palabras de San Ambrosio, los caminos de acceso
a Dios no son múltiples, sino uno solo: el camino por el que Dios se ha
acercado al hombre.
El
senador pagano Símaco —y con él, los defensores del pluralismo
religioso en nuestros días— piensan que “a tan gran Misterio es imposible
que se pueda llegar por un solo camino”. Sin embargo, San Ambrosio mantiene que
el politeísmo es irracional, y que Dios nos ha librado de él gracias a la
Revelación. A diferencia de otras religiones, la religión cristiana no es una
gnosis, una salvación por el conocimiento, sino que nace del hecho histórico de
la Encarnación, Muerte y Resurrección de Cristo, gracias a las cuales Dios nos
ha abierto el camino de acceso a su Misterio de vida. Aquí reside la
originalidad del cristianismo: El acontecimiento central de la historia humana
ha sido la venida de Dios, quien en Cristo, ha salido al encuentro del hombre.
La teoría del pluralismo religioso es totalmente incompatible con nuestra fe en
la Encarnación. Las tendencias relativistas y sincretistas ligadas en mayor o
menor medida a la Nueva Era, tienen muy poco de “nuevas”, ya que en el fondo
son una reedición del paganismo romano, que no podía soportar que Jesucristo
fuese presentado como el “único mediador entre Dios y los hombres” (1 Tm 2, 5).
Y es que, después de dos mil años de historia, ¡es muy difícil inventar una
herejía original!
Pasados
cincuenta años, estamos ante una buena oportunidad de redescubrir el Concilio
Vaticano II, en el que de una forma muy equilibrada, se afirma por una parte,
que en las diversas religiones podemos encontrar semillas de verdad, e incluso
una cierta preparación para el Evangelio (cfr. LG 16). Pero al mismo tiempo se
recuerda que solamente en Cristo y en su Iglesia se pueden encontrar la
Revelación de Dios y la plenitud de los medios de la salvación (cfr. UR 3).
En
definitiva, Jesucristo no solo es el agua, sino que también es el vaso. Y es
que, en el cristianismo no se puede distinguir entre religiosidad y
espiritualidad; de la misma forma que en el ser humano no se pueden separar las
venas de la carne, sin acabar con su vida.
+Ignacio Munilla, Obispo de SanSebastián
San Ambrosio, Obispo de Milan con el poder civil
Quinto
Aurelio Símaco
De
noble familia romana fue educado en la Galia, amigo de Ausonio y un
buen conocedor de la literatura grecolatina, ocupó importantes cargos dentro de
la administración imperial bajo Valentiniano
II, fue prefecto de Roma en 384 y cónsul en 391.
En 387, durante la invasión
de Italia por parte de Magno Clemente Máximo, se mostró partidario
de éste llegando a pronunciar un panegírico en
su honor por desgracia perdido, por lo que tuvo que ser perdonado por Teodosio I tras
la derrota del emperador.
Es
conocido por sus Relaciones (Relatio) que escribió
cuando ocupaba el cargo de prefecto, y por ser uno de los principales
componentes del partido pagano durante el Bajo
Imperio, al favorecer el mantenimiento de los cultos y costumbres de la
religión tradicional romana. Por ello entró en una ferviente polémica con San Ambrosio en ocasión del asunto de la
restauración del Altar de la Victoria en la curia del Senado
Romano.
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