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miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Para qué sirven los curas?

Blog católico de Javier Olivares-baionés jubilado-Baiona
¿Para qué sirven los curas?
Bodas de oro de sacerdote (Franja) 
¿Sirven para algo los curas?
Autor: Fr. Nelson Medina, OP | 
Fuente: www.fraynelson.com
Los sacerdotes, esos hombres tan raros
 que sólo sirven para servir
¿Sirven para algo los curas?
servir a todas las almas
•  LOS CURAS SIRVEN PARA SERVIR. Lo decía el padre a su hijo seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba, siempre dispuesta a ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna; gastándose una vez y otra, pero sin esperar que la coloquen en una vitrina. Los curas han aprendido bien las palabras del Maestro: "Yo no he venido a ser servido, sino a servir" (Me 10, 44). Un cura que no sirve, no sirve.
perdonar los pecados
•  LOS CURAS SIRVEN PARA PERDONAR. Antes que maestros y litúrgos son testigos de la misericordia divina. En un mundo violento y dividido, ellos son portadores del diálogo y del perdón. Están siempre ahí, como casa de acogida. Abren sus puertas cada día para escuchar confidencias, para quitar cargas, para devolver la alegría y la esperanza.
iluminar dando doctrina
•  LOS CURAS SIRVEN PARA ILUMINAR. Son portadores de la palabra de Dios, que tratan de explicar y de vivir. Cuando nos cegamos con los espejismos y seducciones del mundo, ellos nos recuerdan las Bienaventuranzas. Cuando nos movemos a ras de tierra, ellos nos señalan el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, ellos nos descubren la presencia de Dios en todo.
interceder ente el Amigo
•  SIRVEN PARA INTERCEDER. El sacerdote prolonga la mediación de Jesucristo. Por eso es llamado pontífice, constructor de puentes entre el cielo y la tierra. Habla a Dios de los hombres y habla a los hombres de Dios. Decía San Juan de Avila: "Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios... Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviera, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia de que Dios oye sus oraciones y tengan tanta familiaridad con El".
Catequesis de los jóvenes amor preferencial del sacerdote
•  SIRVEN PARA AMAR. Reservan su corazón para amar del todo a todos. Quieren ser para todos, amigos, padres y hermanos. Un amor liberado y agrandado. Un amor gratuito y oblativo, como antorcha que se va gastando poco a poco.
Santa Misa, renovación del Sacrificio de la Cruz.
•  SIRVEN PARA HACER PRESENTE A JESUCRISTO. Todo sacerdote está llamado a ser otro Cristo. El sacerdote está para repetir las palabras y los gestos de Jesús, para continuar sus pasos y desvelar su presencia, para prolongar y actualizar su amor generoso. Y esto a dos niveles: el sacramental y el de la vida.
Benedicto XVI un luz en el mundo de hoy
•  SIRVEN PARA SER EL ALMA DEL MUNDO. En un mundo sin espíritu, ellos son el alma, la luz, la sal y el perfume. Sin el sacerdote todo sería un poco más feo y oscuro. "Sacerdote no es el que se limita a hacer cosas, sino a hacer santos". (G. Rovirosa). Es verdad que, en cierta medida, a todo cristiano se le puede aplicar cuanto llevamos dicho, pero el sacerdote tiene vivencias y urgencias especiales.
Gracias, hermanos sacerdotes, por vuestra "inútil" luminosidad. Manda Señor, sacerdotes, esos hombres tan raros que sólo sirven para servir.
Fr. Nelson M.Pd.

Confeccionado con imágenes 
por Franja
Espero que si os ha gustado y aclarado ideas 
lo hagáis llegar a vuestros amigos.
http://santamariadebaionadiocesistuy-vigo.blogspot.com.es/2012/11/para-que-sirven-los-curas.html
Una reflexión a propósito de este artículo sobre la necesidad de los sacerdotes.
Lo normal es que un sacerdote se confiese cada ocho días
¿Confesar yo mis pecados a otro hombre, igual que yo?
—¿Y no es demasiado pedir que haya que confesarse y manifestar los propios errores ante otro hombre?
Cuando un hombre se arrodilla en el confesonario porque ha pecado –escribe George Weigel–, en aquel preciso momento contribuye a aumentar su propia dignidad como hombre. 
Aunque esos pecados pesen mucho en su conciencia, y hayan disminuido gravemente su dignidad, el acto en sí de volverse hacia Dios es una manifestación de la especial dignidad del hombre, de su grandeza espiritual, de la grandeza del encuentro personal entre el hombre y Dios en la verdad interior de su conciencia.
Los no creyentes se preguntan si es apropiado revelar los más íntimos secretos a alguien que tal vez sea un extraño. La confesión fue, sin duda, una innovación audaz de la fe cristiana.
Es un mandato del propio Jesucristo a su Iglesia, cuando dio a los apóstoles ese poder para perdonar los pecados: a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
El Padre Pío (S. Pío de Pietrelcina) 
conocía de antemano
 los pecados de los que se confesaban con él. 
La confesión es una de las innovaciones más impresionantes del Evangelio.
Por otra parte, cuando el sacerdote confiesa, además de perdonar los pecados, actúa de alguna manera como acompañante del drama de la vida de otro hombre. Acompaña a otro ser humano como él, estimula su criterio espiritual, le ayuda a hacer más profunda su fe y a mejorar su discernimiento cristiano, que no ha de quedar en una mera letanía de prohibiciones morales.
En el confesonario, el sacerdote se encuentra con el hombre en lo más hondo de su humanidad, ayuda a cada persona a internarse en el drama cristiano de su propia vida, única e irrepetible. Un drama lleno de paz y esperanza, pero presidido por la inevitable tensión dramática de la vida: la tensión entre la persona que soy y la que debo ser.
 reconciliar al hombre con Dios
La Iglesia busca reconciliar al hombre con Dios, con los otros hombres, con toda la creación. Y una de las maneras que tiene de hacerlo es recordar al mundo la realidad del pecado, porque esa reconciliación es imposible sin nombrar el mal que origina la división y la ruptura.
El pecado es una parte esencial de la verdad acerca del hombre. El hombre puede hacer el mal, y lo hace. Y abre con ello una doble herida: en él mismo y en sus relaciones con su familia, amigos, vecinos, colegas y hasta con la gente que no conoce. Llamar por su nombre al bien y al mal es el primer paso hacia la conversión, el perdón, la reconciliación, la reconstrucción de cada hombre y de toda la humanidad. Tomarse en serio el pecado es tomarse en serio la libertad humana. Cuanto más se acercan los hombres a Dios, más se acercan a lo más profundo de su humanidad y a la verdad del mundo.
arrepentimiento y examen de conciencia
Dios no desea sino nuestro propio bien. Desobedecer sus mandatos es ir contra nuestra verdad como hombres, causarnos daño a nosotros mismos.
“El pecado –ha escrito Javier Echevarría– no se queda en algo periférico que deja inmutado al que lo realiza. Precisamente por su condición de acto contra nuestra verdad, contra lo que verdaderamente somos y lo que verdaderamente estamos llamados a ser, incide en lo más íntimo de nuestra naturaleza humana, deformándola. Todo pecado hiere al hombre, descompone el equilibrio entre la dimensión sensible y la espiritual, y genera en el alma un desorden íntimo entre las diversas facultades: la inteligencia, la voluntad, la afectividad.
Después, y como consecuencia del pecado, nuestras potencias operativas aparecen debilitadas y, frecuentemente, en conflicto entre sí: a la mente, sometida al influjo de las pasiones, le resulta arduo acoger la luz de la verdad y separarla de las nieblas de lo falso; la voluntad encuentra dificultad para elegir el bien, y se siente tenazmente atraída por la búsqueda de la autoafirmación y del placer, aun cuando se opongan al bien y a la justicia; nuestros afectos y deseos tienden a centrarse con egoísmo en nosotros mismos”.
El sacerdote cuando perdona es Cristo el que perdona
Pecar es dar la espalda a Dios. A partir del momento en que reconozcas la verdad –esa verdad sencilla y liberadora, bien presente y clara cuando no nos resistimos a verla–, a partir de ese momento en que –en palabras de Lloyd Alexander– has tenido el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, a partir de entonces carece de poder sobre ti y puedes superarlo.    A. Aguiló
Confeccionado con imágenes 
por Franja

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo doy gracias a Dios por haber conocido a los sacerdotes que me han ayudado y que continúan mostrándome el camino para descubrir el Amor de Jesús presente y que pasaba desapercibido en mi vida. Gracias por enseñarme a ir cogiendo vuelo aunque sea torpe y no sea capaz de mover mis alas todo lo bien que quisiera. ¡GRACIAS!

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